Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 3 de septiembre de 2022

"No es un "Día Grande"

 


Copita, puro, sombrero y la certeza de un aire a alcanfor, de armarios cerrados y añejas morriñas, de colonia "Varon Dandy" y loción "Tabú", estilismo "campeador", a cera de los ungidos, exclusivo patriotismo de crotales y pulseras, a hierro marcado, a boñigas y 'meaos' de los caballos y a 'tajá' de los montados, a muerte festiva y a rencor,... estila, sobre todo hoy, esta feria dedicada a un matador. 


"Perdonen si empiezo con una confidencia personal: yo, que soy contrario a los toros, entiendo de toros. Durante años, cuando me recogieron en Zaragoza durante la posguerra, traté casi diariamente con don Celestino Martín, que era el empresario de la plaza. Eso me permitió conocer a los grandes de la época: Jaime Noain, El Estudiante, Rafaelillo, Nicanor Villalta. Me permitió conocer también, a mi pesar, el mundo del toro: las palizas con sacos de arena al animal prisionero para quebrantarlo, los largos ayunos sustituidos poco antes de la fiesta por una comida excesiva para que el toro se sintiera cansado, la técnica de hacerle dar con la capa varias vueltas al ruedo para agotarlo... Si algún lector va a la plaza, le ruego observe el agotamiento del animal y cómo respira. Y eso antes de empezar.

Vi las puyas, las tuve en la mano, las sentí. El que pague por ver cómo a un ser vivo y noble le clavan eso debería pedir perdón a su conciencia y pedir perdón a Dios. ¿Quién es capaz de decir que eso no destroza? ¿Quién es capaz de decir que eso no causa dolor? Pero, claro, el torero, es decir, el artista necesita protegerse. La pica le rompe al toro los músculos del cuello, y a partir de entonces el animal no puede girar la cabeza y sólo logra embestir de frente. Así el famoso sabe por dónde van a pasar los cuernos y arrimarse después como un héroe, manchándose con la sangre del lomo del animal a mayor gloria de su valentía y su arte.

Me di cuenta, en mi ingenuidad de muchacho (los ingenuos ven la verdad), de que el toro era el único inocente que había en la plaza, que sólo buscaba una salida al ruedo del suplicio, tanto que a veces, en su desesperación, se lanzaba al tendido. Lo vi sufrir estocadas y estocadas, porque casi nunca se le mata a la primera, y ha quedado en mi memoria un pobre toro gimiendo en el centro de la plaza, con el estoque a medio clavar, pidiendo una piedad inútil. ¡El animal estaba pidiendo piedad...! Eso ha quedado en la memoria secreta que todos tenemos, mi memoria del llanto.

Y en esa memoria del llanto está el horror de las banderillas negras. A un pobre animal manso le clavaron esas varas con explosivos que le hacían saltar a pedazos la carne. Y la gente pagaba por verlo.

El que acude a la plaza debería hacer uso de ese sentido de la igualdad que todos tenemos y darse cuenta de que va a ver un juego de muerte y tortura con un solo perdedor: el animal. El peligro del toreo, además de inmoral como espectáculo, es efectista, y si no lo fuera, si encima pagáramos para ver morir a un hombre, faltarían manos y leyes para prohibir la fiesta.

Gente docta me dice: te equivocas. Esto es una tradición. Cierto. Pero gente docta me recuerda: teníamos la tradición de quemar vivos a los herejes en la plaza pública, la de ejecutar a garrote ante toda una ciudad, la de la esclavitud, la de la educación a palos. Todas esas tradiciones las hemos ido eliminando a base de leyes, cultura y valores humanos. ¿No habrá una ley para prohibir esa última tortura, por la cual además pagamos?

Perdonen a este viejo periodista que aún sabe mirar a los ojos de un animal y no ha perdido la memoria del llanto."


De Francisco González Ledesma, periodista y escritor, necesariamente presente. Por cierto, para confusos y excusados: Existe una cultura sobre la tauromaquia, no una cultura de la tauromaquia. La tauromaquia no es cultura. La diferencia es muy obvia, y exigida. No vemos a los zafios Morante, Roca u Ortega en esa lid de abandonar el estoque por la pluma, la banderilla por el pincel, la pica por la escala musical. La cultura para quienes la hacen y para quienes disfrutan de su belleza vivificante; la estética escenografía de degollina para quienes torturan y matan a un ser vivo, y para quienes gozan, en una pulsión de muerte, de la inadmisible carnicería.


Ayer, en estos ocasos "grandes" y de "raza", en las "Murallas del Carmen", un concierto musical o cancionero de una de esas voces del "No-Dox", de... José Manuel Soto, más conocido en Twitter por su apología fascista que por la canción "española y muy española"; aunque esto le valga para imponer sus actuaciones o empecinado fracaso, euros o impuesto revolucionario de por medio, en las plazas donde gobierna la derecha más dura y casposa, aquí al caso y por recomendación del otro y empresario y matarife dinástico ante la "Ayuso" popular rondeña, ella. Y acerca de este personaje, del tal Soto, recuerdo un artículo en El Mundo firmado por Antonio Lucas:


"... sobre quienes se entregan estrepitosamente a lo grotesco aprovechando cualquier filfa. Me refiero a seres equiparables a José Manuel Soto, por ejemplo, al que Twitter recuperó del cajón de los saldos de La Metralleta (tienda de vinilos de segunda mano en el centro de Madrid) y le concedió la gracia de escapar de su propia salmuera (después de tantos años) para emprender carrera como zascandil en redes sociales, donde actúa chanelísimo él. "Y no se confundan/ Señora' y señore/ Yo siempre estoy ready/ Pa' romper cadera' romper corazones." Tal cual. José Manuel Soto es un ciudadano multiusos, heredero de expresiones acuñadas en el bestiario señoritil, y aupado hasta el podio melódico de una derecha catacumbal minoritaria que podría salir cantando por las marismas el repertorio de su enfado. Hace más daño un tonto que un malvado."


José Manuel Soto, ayer aquí, otra vez, después de la novillada o matanza de novillos y para henchidos pechos de fajados gallos y gallinas cluecas con ruídos de cacharrería de cocina imperial. "Por ella miro siempre el sol desde mi ventana... lalalalala... lalala."


Y como colofón a este mal llamado "Día Grande" de las fiestas de Ronda, con doble plato pesado y cruento de rejones y goyesca, (para colmo, el Madrí' gana al Betis y se coloca arriba de la clasificación del fútbol patrio) esta frase de Alexander Von Humboldt:


"La crueldad hacia los animales es signo característico de los pueblos degenerados y de la gente ignorante y vulgar. "


Bueno, menos mal que mañana, además del concurso exhibición de enganches, las atracciones de feria, aunque con menos duración, son algo más baratas. Esa alegría y distracción que no hace daño. Con coco y turrón, o dulce de algodón. Un poema de Lorca o un grabado de Doré. Que sean felices, sacúdanse la caspa propia y ajena, en lo que queda de estas fiestas en torno a una barbarie.


"No es un 'Día Grande'"

F.J. Calvente.


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