Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 12 de diciembre de 2024

"FRÍO PARA DESENAMORARSE"

 


Al pasar por el Puente Nuevo de madrugada, también en un momento de la avanzada noche que ahí, luego tal vez, no captura la fotografía, junto a uno de sus balcones de piedra y forja vigilantes del vacío, sostenidos en la nada y posibles a Todo, se desataron unos versos de Concha Lagos, escritora o mejor poeta, editora o mejor animadora del mundo poético español desde los años 50:



     "Que Ronda tiene un balcón

       para desenamorarse.

       Miré al fondo, miré al cielo,

       a los abismos del aire,

       y se voló sin sentir

       el nombre de aquel amante.

       Que Ronda tiene un balcón

       para desenamorarse.

       Niñas de amor escondido,

       las de pena agonizante,

       que Ronda tiene un balcón

       para desenamorarse.


       Por qué caminos iré

       huyendo de tu recuerdo.

       Caminos tiene el amor;

       para el olvido,

       ni un puerto.


       Tendré que pasar el puente,

       puente largo de la pena,

       hecho de noches y días

       hasta cumplir la condena.


       Dije que estaba segura

       del querer que te tenía

       y era cosa de locura.


       Cosa de la sinrazón,

       de no saber lo que pasa

       ni en el propio corazón.


       Agua de nieve bebí

       para saber lo que sientes

       cuando te sientes a ti".



Si bien, por el momento, por la estación, por el crudo tránsito, por una rutina inaplazable, por un resfrío implacable, por un gramo de paracetamol ineludible, por una nostalgia de ayer mismo, amarro su poema "Balcón"(1954):



"BALCÓN a todos los vientos:

atalaya de suspiros.

Balcón ante el que desfila

el implacable destino.


Si me inclino en tu baranda

aún siento rumor de pinos

y aquel perfume a magnolias

de nuestras noches de estío.


Ahora te ocultan la nieblas

de un invierno tan sombrío,

que hasta el oro del otoño

con su bruma ha diluido.


AL contrario de aquel santo

que por no morir moría,

yo muero porque no vivo,

y por vivir moriría.


SER muy poco, casi nada…

¡Olvidar todo lo grave!

Y en un caminar ligero,

sin ilación ni armonía,

resucitar cada día".



Para "desenamorarse" o no, olvidar o no, mirar o suspirar, de purgar penas o no, estar junto a aquel balcón, un suicidio sentarse, una condena, en el que "por vivir moriría", se me hizo entonces, en la mañana o entrada la noche aquí esquiva, insostenible, por un frío de invierno ya que flagelaba incluso a mi destino o a una prevención sin sentido. 

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