En unos pasos de madrugada, ahí y entonces, se abría un horizonte de sangre y lejano, al igual que al lado dejaba de ser metáfora y esperanza en piedra y frío de un coso sádico y trágico. Las luces de Navidad, suspendidas, estaban apagadas. No hay "espíritu" navideño, paradoja de luces, durante el día, en el sopor diario, en el trajín cansado; solo en la noche, cuando el sueño debe ser sueño, de ojos cerrados, o abiertos a una inconsciencia que allá, en el horizonte, en la mañana, en unos pasos sin eco, sin altura, resiste, como esa incandescencia dorada de las farolas, en su quimera encarnada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario