Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



viernes, 17 de octubre de 2014

TE CUENTO:



RAMAS NEGRAS




F.J. CALVENTE

¿Olvidar? Intento, pero no puedo. 


¿Ignorar? Quiero, pero me desprecio.


¿Disimular? Supongo, pero me entristezco. 


¿Resignarme? Eso hago, y muero. 


¿Arrepentirme? Siempre. 


¿Revelarme? Solo un sueño.


¿Qué hacer? Desear y pensar, cerrar los ojos, afirmar que no puedo hacerlo, que no me merezco la salvación, en el perdón, y buscar a quien en verdad soy yo o fui en un momento, a quien quiero, ser en mi ensueño. 


Esta es la vida, o mi vida, o mi vida que se escenifica en la de otros, o la de aquellos en la mía y en sus circunstancias, modales y decoros. Teatros.


El tiempo pasa, y ya no queda ni el recuerdo. El recuerdo de lo que alguna vez fui, de lo que perdí o abandoné en los avatares del tiempo. Y la nostalgia por encontrarlo y no saber cómo, ni dónde, ni si tengo fuerzas para lograrlo o al menos intentarlo. Ser.


La vida, o mi vida, atrapada entre las ramas negras de un destino que yo no hice y al que convencido me rindo o tal vez dócil me humillo, contentándome con los brotes verdes de esperanzas testimoniales, de unas hojas que ya empiezan a caer como las lágrimas por aquel con quien coexistí y di la espalda hace mucho; olvidando, ignorando, disimulando, resignándome, arrepintiéndome por no revelarme, podar estas ramas negras que atrapan el cielo azul de mi ilusión. 


Solo es una tarde melancólica de otoño. 


Y estoy solo.

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