Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 11 de noviembre de 2014

LIBROS QUE VOY LEYENDO:



LOS GIRASOLES CIEGOS

ALBERTO MÉNDEZ



“-Qué alguien quiera matarme no por lo que he hecho, sino por lo que pienso… y, lo que es peor, si quiero pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros por lo que piensan ellos. Yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o morir por lo que piensan”




Desgarradora. Sublime. Imprescindible. Ahora reconozco, y agradezco, la insistencia de mi amigo y buen lector Luis M. Ramírez Vera a que leyera esta obra maestra de Alberto Méndez, “Los Girasoles Ciegos”. Un libro que a nadie deja indiferente, tenga la ideología que tenga, y que, tras su lectura, a través de una prosa poética en la que se hilvanan crudas emociones, siguen dando vueltas en la cabeza y en el corazón de los lectores -en los míos aún persiste- sus cuatro historias conmovedoras en las que se estructura y que se desarrollan al final de la Guerra Civil. En todas ellas, sus protagonistas son seres derrotados, perdedores, pertenezcan o no al bando de los vencedores o al de los vencidos. Sin embargo, no es esta otra novela sobre la Guerra Civil, una más que glose el absurdo de esta absurda guerra. Trata de la Guerra Civil, por supuesto, de concretos personajes que han sufrido las barbaridades de este absurdo fratricidio. Republicanos, también, pero los hay “afectos” al régimen con sus propios miedos, derrotas y dramas personales. Cuatro historias conmovedoras o cuatro derrotas pavorosas:


“… porque cada muerto de esa guerra, fuera del bando que fuera, había servido sólo para glorificar al que mataba. Sin muertos, dijo, no habría gloria, y sin gloria, sólo habría derrotados”


Primera derrota: 1939 o Si el corazón pensara, dejaría de latir. Es la primera historia. El protagonista es Carlos Alegría, capitán del ejército de Franco, quien decide abandonar el ejército al saber que van a ganar la guerra. ¿Por qué? No se siente ganador, ganador después de haber visto tanta muerte, tanta muerte innecesaria, inadmisible. La usura de la guerra. Se siente un rendido, mas no se considera un desertor. Solo un rendido. “Soy un fue, y un será, y un es cansado”

Segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido. Mi preferida, la más sobrecogedora. La historia de un joven poeta que huye junto a su esposa embarazada a los montes asturianos, aislados por el frío y el miedo. Ella da a luz y muere, en tanto que el niño parece aferrarse a la vida con todas sus fuerzas. En un diario, el joven poeta va escribiendo la muerte de su esposa tras dar a luz, el hijo que sobrevive, la agonía, la resignación a la muerte y la lucha por la vida. Contrastes escalofriantes. “Inercias de un guerra que, como otras guerras, acaban pero nunca se resuelven”

Tercera derrota: 1941 o El idioma de los muertos. El protagonista es un preso que se ve obligado a contar una retahíla de mentiras al descubrir que, de este modo, va ganando un día más de vida. Y es que ha tenido la suerte de conocer al hijo del coronel que lo ajusticia. No puede decirle la verdad ni a él ni a su mujer. No es capaz de revelarles que su hijo fue un ladrón, un asesino, un cobarde... Prefiere mentir y contarles aquello que quieren oír con tal de vivir un día más. Hasta que en uno de esos días, un amigo de calabozo y desesperos es fusilado, mientras él toma consciencia del sentido de su subsistencia y gracias a sus invenciones. Y decide vengarse, decide morir, y para ello sólo tiene que retractarse de todas las mentiras que ha dicho. Y muere. “Juan interrumpió su carta y supo que había aprendido a catalogar las tristezas, a distinguir una desesperación de otra, a reconocer el miedo con odio, el odio a secas y el miedo químicamente puro”

Cuarta derrota: 1942 o Los girasoles ciegos. La historia de una familia que se ve obligada a ocultar al padre para que no lo fusilen. Es la misma familia de la joven que huyó con el poeta del segundo relato. Historia contada a través de los ojos de su hijo y de un diácono que circula, obsesivo, por los entornos de la vida de esta familia, un religioso lujurioso que enmascara su lascivia por la mujer del “topo” republicano tras el fascismo apostólico que reclama venganza contra el vencido. Me gustó la forma en que está narrado este relato. Por un lado, el narrador omnisciente, que cuenta la historia. Por otro, los recuerdos de Lorenzo, el hijo, ya mayor. Y por último, la confesión de Salvador, el diácono, quien es incapaz aún de comprender por qué Elena lo rechazó. “La Luz y el Dolor forman parte de la misma incandescencia”



“El miedo, como la voz queda, desdibuja los sonidos porque el lado oscuro de las cosas sólo puede expresarse con silencio”



Libro breve y que se lee muy rápido, pero por su crudeza no alcanzará a todos los lectores, por las heridas que provoca en la sensibilidad de éstos, e insisto que sean de la ideología que sea. A pesar de esta dureza, estamos frente a un libro único, ya no solo por su extraordinaria composición literaria, ya no solo por la sensibilidad derramada en sus páginas, sencilla, realista, repleta de simbolismos, es un hito a la memoria, a esa memoria colectiva que no debe olvidar la absurdidad de la Guerra Civil, aquella España de represión, de ruidos de sables, de muerte y resignación, de aspersiones en el nombre de una iglesia criminal reclinada al caudillo de la derrota de las ilusiones y progreso de un país. Y que exige, nos exige a todos, quizás como deja entrever Carlos Piera en el prólogo, asumir, no pasar página o echar en el olvido.

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