Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 28 de febrero de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Cabaret Biarritz" de José C. Vales



Los periodistas, los sepultureros y los gusanos somos los únicos que sacamos provecho de los muertos


Cuando cogí el libro de José C. Vales, “Cabaret Biarritz”, leí en su contraportada, aguardando quizás a una de esas premoniciones que avisan de una lectura interesante y saludable, lo siguiente: “divertidísima, polifónica y extravagante”. Y me decidí, me asomé a su realidad, más tras la cita que abre esta crítica, la primera frase propiamente dicha de la historia. Y ahora que he terminado de leer la novela, nada que oponer a esta consideración editorial; nada, o solo subrayar que es eso y mucho más. Una intrincada trama criminal que recrea un heterogéneo paisaje y paisanaje social, moral, resignado y reivindicativo, en torno a una parodia sutil pero rotunda. Una historia de historias a través de la treintena de entrevistas que un escritor oscuro, “artrítico, cojo y casi ciego”, Georges Miet, realiza, documenta en lo que pretendía fuera “la gran novela de Biarritz”, a los protagonistas, testigos e implicados de unas horribles y sospechosas muertes durante el estío de 1925 en Biarritz. 

La propia sinopsis editorial expone: 

Georges Miet escribe por encargo historias populares para la editorial francesa La Fortune, hasta que un día su editor le pide una novela “seria” acerca de los trágicos hechos que habían conmocionado quince años antes la vibrante Biarritz de 1925, durante la temporada estival. Tras una terrible galerna el cadáver de una joven de la localidad aparece sujeto a una argolla en el muelle. Georges Miet se traslada allí y entrevista a una treintena de personas de distintos estratos sociales que de manera más o menos directa estuvieron relacionadas con la joven. A través de los relatos de todos ellos Miet descubre que la policía y el juez quisieron quitarse el caso de encima y que los hechos fueron desvelados gracias a la investigación que llevaron entonces a cabo el periodista Paul Villequeau y el fotógrafo Galet, a la que se unió la magnética y bellísima Beatrix Ross, amor de adolescencia de Villequeau. Novela de investigación, divertidísima, polifónica y extravagante, una obra que esboza a través de la indagación de un crimen el retrato de una sociedad en plena agitación, en la que conviven las rígidas normas sociales con la celebración de un momento desenfrenado y deliciosamente vital

Me ha gustado, y mucho; me ha entretenido, y mucho, esta novela ganadora del Premio Nadal que, aunque premio muy lejos de otros cuantiosos galardones, nadie va a negar su antigüedad y prestigio desde que en 1945 Carmen Laforet lo ganara con su memorable y única “Nada”. Luego llegaron Miguel Delibes, Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute,… Francisco Casavella, Clara Sánchez, Alicia Giménez Bartlett… y hasta este 2015 con “Cabaret Biarritz” que no lo desmerece, de José C. Vales, en un magnífico entramado literario construido con magistral sagacidad y con una prosa impecable y considerada. 

“… me conmocionó de tal modo que ni mis pensamientos se acomodaron jamás a mis sentimientos ni los sentimientos a la vida, ni entendí jamás que la vida guardara ninguna relación con mi persona

En torno a hechos tan espantosos y tenebrosos como unas muertes “accidentales” en el mar cantábrico de la localidad francesa, me sorprendió desde sus primeras páginas, desde la primera entrevista, ese aire de parodia erudita que afronta la gravedad de los hechos y los empuja hacia su elucidación sin abandonar esta eminente excentricidad siempre presente, siempre interesante. La sucesión de las entrevistas a una galería de personajes de lo más variopinto que, sobre todo a través de autocomplacientes soliloquios o cartas, no solo reflejan su espíritu o aptitudes y actitudes livianas, suntuosas, atrabiliarias, de presuntuosos ademanes, maneras casi todas fingidas, de chismorreos, acusaciones, venganzas, decencias e indecencias, de disipaciones sexuales o el uso del cilicio, sino que magnifican esta farsa moral, divertida, elevándola alrededor de unos desenfrenados años veinte, ajenos o escondidos del desastre de la Primera gran Guerra y los prolegómenos de la que será el holocausto de la Segunda. Unas divertidas y umbrías postales de época, de aquella menesterosa Belle Époque, del verano de 1925 de Biarritz, con sus dos mundos tan distantes, tan distintivos, el de la riqueza y el de la miseria, perfectamente cartografiados, definidos, caricaturizados inclusive, y entre el que se abre paso la investigación o la sospecha criminal.

Sin embargo, a pesar de este carácter satírico, sarcástico, me ha encantado la reivindicación de ciertos personajes, sobre todo femeninos, de su libertad y firme decisión por desarrollar sus pasiones. Así como ese insólito equilibrio entre las dos caras de una sociedad claramente fingida, teatral, bella y anárquica, horrenda y extraordinaria, terrible y sublime. 

Las almas perdidas sólo recuerdan los besos

Una asombrosa novela, “divertidísima, polifónica y extravagante”. Muy recomendable. 

Por eso las personas que nunca han tenido preocupaciones por nada, las que han ignorado todo cuanto había a su alrededor y las perfectamente estúpidas tienen vidas más longevas

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