“Los periodistas, los
sepultureros y los gusanos somos los únicos que sacamos provecho de los
muertos”
Cuando cogí el libro de
José C. Vales, “Cabaret Biarritz”, leí en su contraportada, aguardando quizás a
una de esas premoniciones que avisan de una lectura interesante y saludable, lo
siguiente: “divertidísima, polifónica y extravagante”. Y me decidí, me asomé a
su realidad, más tras la cita que abre esta crítica, la primera frase
propiamente dicha de la historia. Y ahora que he terminado de leer la novela,
nada que oponer a esta consideración editorial; nada, o solo subrayar que es
eso y mucho más. Una intrincada trama criminal que recrea un heterogéneo
paisaje y paisanaje social, moral, resignado y reivindicativo, en torno a una
parodia sutil pero rotunda. Una historia de historias a través de la treintena
de entrevistas que un escritor oscuro, “artrítico, cojo y casi ciego”, Georges
Miet, realiza, documenta en lo que pretendía fuera “la gran novela de
Biarritz”, a los protagonistas, testigos e implicados de unas horribles y
sospechosas muertes durante el estío de 1925 en Biarritz.
La propia sinopsis
editorial expone:
“Georges Miet escribe
por encargo historias populares para la editorial francesa La Fortune, hasta
que un día su editor le pide una novela “seria” acerca de los trágicos hechos
que habían conmocionado quince años antes la vibrante Biarritz de 1925, durante
la temporada estival. Tras una terrible galerna el cadáver de una joven de la
localidad aparece sujeto a una argolla en el muelle. Georges Miet se traslada
allí y entrevista a una treintena de personas de distintos estratos sociales
que de manera más o menos directa estuvieron relacionadas con la joven. A
través de los relatos de todos ellos Miet descubre que la policía y el juez
quisieron quitarse el caso de encima y que los hechos fueron desvelados gracias
a la investigación que llevaron entonces a cabo el periodista Paul Villequeau y
el fotógrafo Galet, a la que se unió la magnética y bellísima Beatrix Ross,
amor de adolescencia de Villequeau. Novela de investigación, divertidísima,
polifónica y extravagante, una obra que esboza a través de la indagación de un
crimen el retrato de una sociedad en plena agitación, en la que conviven las
rígidas normas sociales con la celebración de un momento desenfrenado y
deliciosamente vital”
Me ha gustado, y mucho;
me ha entretenido, y mucho, esta novela ganadora del Premio Nadal que, aunque
premio muy lejos de otros cuantiosos galardones, nadie va a negar su antigüedad
y prestigio desde que en 1945 Carmen Laforet lo ganara con su memorable y única
“Nada”. Luego llegaron Miguel Delibes, Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María
Matute,… Francisco Casavella, Clara Sánchez, Alicia Giménez Bartlett… y hasta
este 2015 con “Cabaret Biarritz” que no lo desmerece, de José C. Vales, en un
magnífico entramado literario construido con magistral sagacidad y con una
prosa impecable y considerada.
“… me conmocionó de tal
modo que ni mis pensamientos se acomodaron jamás a mis sentimientos ni los
sentimientos a la vida, ni entendí jamás que la vida guardara ninguna relación
con mi persona”
En torno a hechos tan
espantosos y tenebrosos como unas muertes “accidentales” en el mar cantábrico
de la localidad francesa, me sorprendió desde sus primeras páginas, desde la
primera entrevista, ese aire de parodia erudita que afronta la gravedad de los hechos
y los empuja hacia su elucidación sin abandonar esta eminente excentricidad
siempre presente, siempre interesante. La sucesión de las entrevistas a una
galería de personajes de lo más variopinto que, sobre todo a través de
autocomplacientes soliloquios o cartas, no solo reflejan su espíritu o
aptitudes y actitudes livianas, suntuosas, atrabiliarias, de presuntuosos
ademanes, maneras casi todas fingidas, de chismorreos, acusaciones, venganzas,
decencias e indecencias, de disipaciones sexuales o el uso del cilicio, sino
que magnifican esta farsa moral, divertida, elevándola alrededor de unos
desenfrenados años veinte, ajenos o escondidos del desastre de la Primera gran
Guerra y los prolegómenos de la que será el holocausto de la Segunda. Unas
divertidas y umbrías postales de época, de aquella menesterosa Belle Époque,
del verano de 1925 de Biarritz, con sus dos mundos tan distantes, tan
distintivos, el de la riqueza y el de la miseria, perfectamente cartografiados,
definidos, caricaturizados inclusive, y entre el que se abre paso la
investigación o la sospecha criminal.
Sin embargo, a pesar de
este carácter satírico, sarcástico, me ha encantado la reivindicación de
ciertos personajes, sobre todo femeninos, de su libertad y firme decisión por
desarrollar sus pasiones. Así como ese insólito equilibrio entre las dos caras
de una sociedad claramente fingida, teatral, bella y anárquica, horrenda y
extraordinaria, terrible y sublime.
“Las almas perdidas
sólo recuerdan los besos”
Una asombrosa novela,
“divertidísima, polifónica y extravagante”. Muy recomendable.
“Por eso las personas
que nunca han tenido preocupaciones por nada, las que han ignorado todo cuanto
había a su alrededor y las perfectamente estúpidas tienen vidas más longevas”
No hay comentarios:
Publicar un comentario