Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 17 de febrero de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Como la sombra que se va" de Antonio Muñoz Molina

“Leía libros para esconderme en ellos, para quedar absuelto de lo mediocre de la realidad y de mi disimulo y cobardía”

Sin paños calientes: comencé a leer esta novela de mi admirado Antonio Muñoz Molina (todavía paladeo su sensacional “El Jinete Polaco” y estremecido con la búsqueda de esos ojos sombríos de “Plenilunio”) sin que nada supiera de aspectos autobiográficos o del asesino de Martin Luther King; resultándome los primeros capítulos, no sé si por ello, unos textos deslavazados que leí de manera confusa y difícil. Y fue así hasta que descubrí por el mismo autor dónde obtener la pauta, el ritmo que hizo diáfana y atractiva mi lectura, delimitar las líneas temporales de su argumento y, lo más importante, embriagarme una vez más de la narración-ensayo de Muñoz Molina. “Quería que sonara como música, la misma música que me llevaba a mí y que estaba en el flujo y en la respiración de las palabras. Que fuera música la escritura y que la música sonara en ella como sonaba en las películas que durante tantos años me hechizaron” ¿Cómo fue? Sí, con música, con Jazz. Dejé el libro a un lado, como he dicho, al no encontrar hilo ni agrado con su lectura, y abrí YouTube donde puse una insinuación encontrada entre las páginas, John Coltrane, (http://youtu.be/saN1BwlxJxA), y me dejé llevar. “… una particular longitud de onda, como una música que uno oye de lejos y que intenta precisar escribiendo” Y tanto me dejé llevar que solo más tarde fui consciente de que llevaba un buen rato leyendo y disfrutando de la novela en la cadencia idónea de la melodía “El tiempo de balada de los primeros capítulos se aceleraba ahora hacia un vértigo entrecortado de bebop; hacia ese momento en que las manos de un músico se mueven muy rápido y parece imposible que haya algo de premeditación o de control en lo que hacen, cuando el músico echa hacia atrás la cabeza y entorna los ojos y sonríe como en el interior de un sueño
Esta novela transcurre en tres líneas temporales:
1968. James Earl Ray, asesino de Martin Luther King, huye a Lisboa donde pasará diez días, oculto, como una sombra, intentando desesperadamente conseguir un visado para Angola, antes de ser detenido en Londres. Obsesionado por este hombre fascinante y gracias a la reciente apertura de los archivos del FBI sobre el caso, Antonio Muñoz Molina reconstruye el crimen, huida y captura, pero sobre todo sus pasos por la ciudad lisboeta. “Como tú te ves a ti mismo, así te verán los otros. Te pisarán si tienes cara de recibir pisotones. Te perseguirán si pareces un fugitivo
1987. El autor, entonces promesa de la literatura, funcionario en Granada, realiza un viaje de unos pocos días también a la capital portuguesa en busca de inspiración para una futura novela, “El invierno en Lisboa”, que supondrá su consagración y a la que dedica los ratos libres que le permiten sus obligaciones laborales y la dedicación a su esposa y a sus dos hijos pequeños. Un viaje que en realidad es una huida desesperada ante la asfixia de una vida resignada de la que intenta escapar o quizás entender. “Debajo de una superficie tranquila mi vida era una yuxtaposición sin orden de vidas fragmentarias, un sinvivir de deseos frustrados, de piezas dispersas que no cuadraban. Una gran parte de lo que hacía me era ajeno. Lo que yo era por dentro y lo que me importaba de verdad permanecía oculto para la mayoría de las personas que trataban conmigo. Por pereza, por la pura inercia de las coacciones exteriores, llevaba años instalado en la conformidad y en el disgusto, en la sensación de habitar mundos transitorios y muy separados entre sí, ninguno de los cuales era del todo el mío
2014. En la actualidad. El autor visita de nuevo el lugar, junto a su actual pareja, la también escritora Elvira Lindo, para visitar a su hijo que entonces, 26 años atrás, tenía un mes, y recuerda el interés que sintió en el pasado para, en torno a la figura de Ray, recomponer o reivindicar una parte de su biografía. “Una novela se escribe para confesarse y para esconderse”.
Lisboa es el nexo de esta triple línea argumental, el paisaje central de una novela con otras muchas atmósferas, y a la que se añadiría, por su trascendencia, Granada y Memphis, asimismo muy logradas. “Voy escribiendo una novela al mismo tiempo que descubro una ciudad” El libro, tal como he mencionado un poco más arriba, cuenta cómo a finales de los años sesenta, James Earl Ray, el asesino de Martin Luther King, se escondió de la implacable búsqueda internacional en las calles de una Lisboa sórdida y cruda; a mediados de los ochenta, un joven Antonio Muñoz Molina visita también la ciudad, buscando inspiración para la novela que lo llevaría al reconocimiento literario; en el siglo XXI, ya un prestigioso novelista, vuelve a Lisboa, con el ánimo de buscar una historia que en definitiva también es la suya propia. Del mismo modo que dejé escrito cómo el desarrollo de estos tres tiempos creaba cierta confusión, ahora, en un análisis más sosegado y acabado de la historia, o de las historias, gracias al Jazz de trasfondo y guía, creo que este fugaz desorden sirvió al autor para apuntalar o regresar a otros asuntos en los que ya había profundizado, siempre con la honestidad que le caracteriza, anteriormente: en primer lugar, la rigurosa investigación y reconstrucción sobre el asesino de King, de acuerdo que a lo mejor se ha dejado llevar por la profusión, en capítulos largos y obsesivos en los que el lector no llega a sentirse muy a gusto por tal dispendio riguroso de detalles y sucedidos, pero que en sí constituyen una de las características meritorias del autor (sensacional el penúltimo capítulo en el que perfila a la perfección la tensión de Martin Luther King en su lucha por los derechos civiles, en esas pavorosas últimas horas antes de su muerte, y como si alcanzara la redención, esa precariedad afín a todos los mártires, del descanso anhelado) Decía antes de este inciso que el relato negro sobre el asesino me ha recordado a otra, y extraordinaria, novela del autor, “Plenilunio”, y no solo por el clima asfixiante y aquella quirúrgica descripción del mal que aúna al psicópata de ésta con el asesino del líder negro, sino por los contextos en los que el propio Muñoz Molina, en una casi misma secuencia de hechos por calles y plazas y sitios, transita, indaga y experimenta. Esto, unido a su franca y desnuda reflexión sobre el oficio de escribir, de querer y ser escritor, nos abre a su vida, su vida que cambia, se transforma, profundamente, con su llegada a Lisboa, para mí la parte o historia más atractiva del libro; y como lo hizo también Ray tras el disparo que mató a Luther King, o en uno de esos instantes de música y alcohol, o sin ellos, donde el autor encontraba puntos de ruptura, o el gusto por James Bond y las novelas negras del homicida, o ese encuentro resolutivo entre Muñoz Molina y el escritor Juan Carlos Onetti, o la aparición de su actual mujer Elvira Lindo… instantes conclusivos, como batallas que gana al tiempo… Todo, al fin y al cabo, en la revisión de una vida ajena, histórica por su acción, y de la suya propia en una ciudad que significó la catarsis o transformación de la existencia de uno y otro; no solo por la curiosidad, o la obligación, o la expiación, sino también por el amor y el desamor en el engranaje de la misma. Y ello acumulado en un poderoso ejercicio de transparencia narrativa, auto introspectivo, a caballo entre la crónica policíaca y el testimonio confesional, entre la tercera y la primera figura narrativa, salpicada de una segunda persona que se postra realzando a aquellas en sus diálogos y detalles, entre el relato sobre el asesino y el del propio del autor como personajes singulares, y no es un duelo narrativo, ni mucho menos, que se complementan a la perfección, como una de esas sombras que se van.
No voy a descubrir ahora a Antonio Muñoz Molina como uno de los escritores más sobresalientes de la literatura en español, pero sí que este su “Como la sombra que se va”, subraya su consideración insigne. “La poesía es no ir más allá y que en la historia respire y pese lo que no se cuenta” Me gusta mucho su capacidad de crear en esos espacios de oraciones tan extensas, tan difíciles de construir, y en los que el argumento no decae o se hace tedioso, no, sino que recalcan, precisan, e incentivan el interés, la reflexión y el detalle tanto en la descripción de ambientes como en los entresijos más recónditos de los personajes, e incluso de sí mismo; un enorme y prodigioso esfuerzo para que nosotros los lectores entendamos, comprendamos, y donde él mismo pueda entenderse. Magistral. “La literatura es querer habitar en la mente de otro, como un intruso en una casa cerrada, ver el mundo con sus ojos, desde el interior de esas ventanas en las que no parece que se asome nunca nadie. Es imposible pero uno no renuncia a esa fantasmagoría” Y es por este o en este esfuerzo por “habitar en la mente de otro” y arrastrar en él al lector, la genialidad de extender su enorme capacidad literaria a algo tan íntimo, y tan difícil, como su propia autobiografía. De ahí, el reconocimiento y admiración a la honestidad, sinceridad, desnudez, viveza, de este gran escritor.
Literatura en estado puro y verdadero. “En un lugar tan poderoso se vuelven simultáneas presencias muy separadas entre sí en el curso del tiempo” Original, apasionante y honesta, “Como la sombra que se va” aborda desde la madurez temas relevantes en la obra de Antonio Muñoz Molina: la dificultad de recrear fielmente el pasado, la fragilidad del instante, la construcción de la identidad, lo fortuito como motor de la realidad o la vulnerabilidad de los derechos humanos, que cobran aquí forma a través de una primera persona completamente libre que indaga de forma esencial en el proceso mismo de la escritura. Magnífica novela.
 
Escribía para apropiarme ilusoriamente de lo que no era capaz de procurar en mi vida

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