“En
un instante sin palabras se comunicaron la soledad y el vacío de sus vidas”
A ver: Dorotea de Osuna
es una joven culta, bella y perspicaz, a la que no le importa adoptar la
identidad de hombre cuando sus cuitas en una sociedad tan machista así lo
aconsejan, se ocupa del encargo de la duquesa de Arjona para acudir “presta” a
Valladolid, a la corte, para investigar la acusación de asesinato contra Miguel
de Cervantes y las mujeres de su familia, encarcelados por la muerte de Gaspar
de Ezpeleta, en el empeño de dilucidar la verdad sobre el crimen y exonerar al
escritor y a las “Cervantas” de la cárcel y de culpas y deshonras del nombre.
Valladolid se nos presenta en un abigarrado y confuso escenario al socaire del
solio real: la nobleza, criados y mayordomos, comerciantes, mercaderes,
artesanos, curas, frailes, predicadores, mendigos que pululaban sus calles,
ganapanes ociosos, pícaros, sicarios y delincuentes en maltrecha supervivencia entre
“leches, cunas y naciones” asentadas
en la ciudad.
“¿A
Valladolid vais? Por Dios que es una gran ciudad, de las más ilustres que tiene
el rey de España. En ella hallaréis más de treinta palacios y tantas iglesias y
conventos que el día del Corpus huele el aire a incienso como su estuviera en
llamas el Gran Bazar turco.(…) Mirad que habitan en la corte no menos de
veinticinco duques, treinta y cinco marqueses, sesenta condes, no sé cuántos
vizcondes y muchísimos hijosdalgo cuyo número Valladolid, s XVI, aumenta casi
cada día con las patentes de nobleza que el rey, generoso como joven, otorga a
los que lo sirven bien. Sumad a eso los numerosos servidores y criados, desde
mayordomos hasta pícaros de cocina, que sirven en esos palacios, añadid las
muchas personas de hábito y sotana que el cuidado de tantas almas requieren y
tendréis una muchedumbre de moradores que engrandecen la villa. Y putas para
contentar a tanta gente… Valladolid frisaba las sesenta mil almas, de las que
quince mil eran mendigos de pedir, (…) otros veinte mil no pedían pero pasaban
necesidad, diez mil no sabían qué es comer caliente y los restante quince mil
eran curas, frailes o criados al amparo de unas docenas de pudientes”.
Indudablemente, en este
mísero y caótico espacio resulta tarea ímproba y difícil solucionar el delito
con el que se acusa a Cervantes, más por cuanto la justicia se compraba y así
tanto tienes tanto vales; de acuerdo que en estos tiempos de Rajoy no han
cambiado mucho las cosas, ¿verdad?, “cuando
caes en manos de escribanos y jueces puedes darte por perdida, porque aun
sabiéndote inocente entretendrán el pleito hasta arruinarte la hacienda y la
fama. De eso viven”. Dorotea, pues, ferviente admiradora de Cervantes y su
obra, al igual que la duquesa de Arjona, recorrerá las calles de Valladolid
bien como mujer o hombre, sus mentideros, entrevistándose con alguaciles,
corchetes, delincuentes, nobles, también con el propio Miguel de Cervantes y su
familia, especialmente con su sobrina Constanza con la que encontrará muchos
puntos en común y forjando una sólida amistad, para descubrir qué ocurrió
realmente con la muerte de Ezpeleta, y porque no es ficción, la noche del 27 de
junio de 1605.
Reseñar que hay
momentos de confusión arrojadas por las pesquisas de Dorotea, tantos cabos
sueltos que extravían nuestra indagación, la lectura, a los que luego Juan
Eslava Galán consigue engarzar con maestría al final y como mandan los cánones
policíacos o del género negro. Del mismo modo, como novela histórica que es, el
autor nos sumerge en el pasado de Miguel de Cervantes, su vida y obra, cómo se
convirtió en un “perito en prisiones”
que había aprendido “a escapar de ellas
con la imaginación”, de Lepanto a recaudador…; también en el juego
intrigas, líos de faldas y conspiraciones, más complejo y peligroso de lo que pueda
imaginarse y por ello hacerla aún más fascinadora. La protagonista, en un
último mensaje del libro, demostrará su pericia y su convencimiento de que “la mujer puede y debe alcanzar las mismas
potencias del hombre”, una loable reivindicación del derecho de la mujer.
“Cada
día que pasa España se empobrece más por la mengua del trabajo y el desgobierno
de los que dan en seguir la vana honra del mundo, pues entre ricos que huelgan,
religiosos que solo atienden a los asuntos del Cielo, humildes que visten la
pereza bajo capa de pobreza y labradores que con el más fútil pretexto declaran
día feriado, nadie trabaja”
Espléndido, por tanto,
me ha parecido “Misterioso asesinato en casa de Cervantes”, ya no solo por el
acertado homenaje a la figura de Miguel de Cervantes, o por su narrativa
llamémosle de época, entretenida y reveladora, más por la descripción de este tiempo
de la España del Siglo de Oro, apasionante e igual de oscuro, recreado por una
miscelánea de personajes reales y de ficción en aquella España ingrata, corazón
de un imperio en el que no se ponía el sol pero que apenas poseía de erario para
sostener con decencia, con humanidad, a sus miserables súbditos, para respaldar
a una Castilla que se desangraba o a los valientes que acudían a combatir en
tercios a Flandes sin tener asegurada la soldada, todos pendientes del honor y
de salvaguardar las apariencias. “un país agotado por las guerras, anegado de
clases ociosas e improductivas, nobles y clérigos, lleno de prejuicios, con una
legión de mendigos, veteranos de las guerras tullidos, pícaros, busconas y
criadillos. Una auténtica corte de los milagros en la que la mujer se rebela y
lucha denodadamente por escapar del papel secundario al que la sociedad la
relega”. Ciertamente, no es vacuo,
incluir ahora aquí, uno de los axiomas de la historia, aquel de que al conocer
el pasado, en este caso de España, nos tiene que ayudar a comprender, a
entender, el presente. Memorable, insisto, el personaje de Dorotea, una
luchadora por la igualdad y por los derechos de las mujeres en una sociedad tan
patriarcal, gazmoña y obtusa.
Bien es verdad que en
esta novela a caballo entre la intriga y la historia no solo se resalta el
papel de la mujer, también observa una crítica severa a la consideración
española de la honra y el honor poniendo el acento en la ruina del país por
culpa de estos, un desliz del honor: “Allí
ya se han librado de estos severos puntos de honra por los que entre nosotros
vive la gente esclava de la opinión ajena, medrosa, llena de sospechas y en fin
cautiva de las más erradas y peregrinas opiniones”
—Es
el caso que va para dos años, el dicho guardia de los alabarderos del rey,
Dalhmann digo, anudó una amistad particular con un frailecillo de este
convento.
—¿Una
amistad particular? —preguntó la duquesa.
—Sí,
señora mía —afirmó fray Francisco reflejando en su semblante la pesadumbre que
le causaba aquella confesión—. Quiero decir que ambos a dos se requebraban en
amores por el vaso prepóstero.
Las
dos mujeres intercambiaron miradas, sin comprender palabra.
—Reverendo,
creedme que no os entiendo —dijo doña Dorotea—. ¿Qué vaso es ese que decís?
Y por esto, quizás, en
esta semblanza de la vida de Cervantes, avivado por la intriga de un misterioso
asesinato con el que se le inculpa, sirve a Juan Eslava Galán para denunciar
las tropelías de la Iglesia, del Estado, y de todos aquellos que las permiten, “La vileza, el abuso y el mal gobierno son,
señora, manzanas podridas que malogran las sanas, por eso esta España que las consiente nunca levanta cabeza…” El autor,
como Cervantes, utiliza su pluma para, con ironía, denunciar todo cuanto mancha
la sociedad. Y tanto que lo consigue, aquí y en otro de los muchos lugares de
su admirable y fértil obra, enseñarnos historia, hacernos reír, deleitarnos con
la lectura y, sobre todo, obligarnos a pensar. Otro grande de la literatura
española. Otra obra imprescindible.
“La
honra es la nobleza del cielo, así como el honor es la nobleza de la tierra. La
honra se alcanza con hazañas guerreras en servicio del rey; el honor, no: el
honor ya lo tiene uno al nacer. Solamente debe conservarlo y no perderlo. El
honor es el desquite del pobre y su único patrimonio”
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