Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



viernes, 29 de mayo de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Número Cero" de Umberto Eco


“La vida es llevadera, basta conformarse”
 
 

No tengo ningún reparo en considerar tibia a esta nueva novela de “Il Professore” Umberto Eco, “Número Cero”, que, en resumidas cuentas, trata de una de tantas anomalías del periodismo para traer a la actualidad un viejo e intrigante caso conspiranoico en clave italiana; de hecho, los últimos treinta años de la historia de Italia caben en esta novela de poco más de 200 páginas; como si se rememorara ahora, valga el ejemplo, la historia de los Gal, con sus antecedentes y corolarios, en España. Sobre esa malformación periodística, el autor urde la trama en torno a la decisión de crear un periódico con doce números ceros, sin importar que sea leído o no por el público general, sino solo a que espolee la atención de determinado poder para que se sienta amenazado con éste, extorsionado, un chantaje low cost como denominan los muy “chics” actuales, y con el que, a modo de lanzadera instrumental, conseguir ubicarse y mangonear con ellos, tal en “uno de los nuestros”.  

Los hechos transcurren en Milán, como no, año 1992, Colonna, un periodista de cincuenta años al que la vida no ha tratado muy bien, recibe un misterioso encargo de un oscuro Simei. Va a convertirse en el redactor jefe de “Domani” (“Mañana”), un periódico que pretende adelantarse a los acontecimientos en función a imaginación y suposiciones, salvaguardando todo provecho del editor. Colonna tendrá que redactar doce números que nunca verán la luz, que nunca serán publicados, pero que servirán para chantajear a banqueros y políticos. Y claro, pasa lo que tiene que pasar: un cadáver y un amor discreto vienen a complicarlo todo... Ello en el marco histórico a cuando el fiscal Antonio di Pietro destapa los sobornos pagados a un político socialista por la adjudicación del contrato de limpieza de la residencia de ancianos Pio Albergo Trivulzio; en lo que sería la primera fase de la Tangentopoli y el Mani Pulite (manos limpias), el mayor proceso judicial contra la corrupción política italiana, que en dos años arrasaría a la clase política imperante desde la caída del fascismo para desembocar en el primer Gobierno de Berlusconi, cuyo alter ego no es muy difícil de asociar en la figura del “commendatore” Vimercate del libro, editor de este diario que jamás saldrá de las rotativas.

“No son las noticias las que hacen el periódico sino el periódico el que hace las noticias”

“Número Cero” es una parodia del periodismo servil, del poder y de la corrupción. De acuerdo. Su reportero más aguerrido, Braggadocio, grita en plena calentura profesional que “los periódicos no están hechos para difundir sino para encubrir noticias” mediante el método de ahogarlas bajo una inundación. Algo que Internet ha llevado al síncope, a lo desorbitado, sin frenos, sin filtros o sin sujeción alguna. “Sucede el hecho X, no puedes obviarlo, pero, como pone en apuros a demasiada gente, en ese mismo número te marcas unos titulones que le ponen a uno los pelos de punta y tu noticia se ahoga en el gran mar de la información”. De ahí lo peligroso de Internet o de estas fuentes y usos de la información. El director de esta redacción fantasmal, el mencionado Simei, veta incluso en estos números cero que jamás verán la luz cualquier noticia que pueda tocar los intereses del propietario, se trate del asesinato del juez Falcone a manos de la Mafia o de los sobornos a políticos para conseguir contratos. La realidad es apenas un elemento aleatorio que debe someterse a la voluntad de “Il capo”, del amedrentamiento. Dice Simei: “Los periódicos nos cuentan lo que ya sabemos, por eso venden cada vez menos… La Historia nos enseña a no repetir las mismas ingenuidades” Y en ello, determinada chabacanería: “Hay que hablar el lenguaje de los lectores, no el de los intelectuales

Sin embargo, en esta crítica más o menos feroz del periodismo servil, a falta de las tramas góticas que tanto ama, amamos, de Eco, y a todo cuanto sobra en “Número Cero”, ciertas escenas o capítulos o rellenos más o menos flagrantes, más o menos vacíos, y sirviéndose del delirio del reportero Braggadocio, dibuja en un torrente asfixiante una gigantesca red conspirativa que por espacio de medio siglo habría dominado la historia política de Italia desde la caída de Mussolini. Detrás de la intensa actividad terrorista registrada en los años de plomo (década de los setenta), el periodista encuentra sistemáticamente la larga mano de la Operación Gladio, una organización secreta creada por la CIA en Europa occidental para impedir la llegada al poder de los comunistas y cuya existencia confirmó Andreotti en 1990. La transcripción literal de la autopsia de Mussolini tras su ejecución y posterior linchamiento en 1945 da pie al periodista a sostener que el difunto no era el dictador fascista sino un doble, sobre la base de que el informe forense no había registrado dolencias hepáticas previamente diagnosticadas. Y a partir de ahí elabora una rocambolesca fuga que a través del Vaticano y con ayuda de los americanos le habría conducido a Argentina bajo la sombra protectora de Perón. Borghese habría intentado devolverlo al poder en 1969 con su golpe de opereta de los guardias forestales, aunque lamentablemente el anciano dictador de 86 años habría fallecido en el viaje. Nada relevante que ocurra en esos años en Italia escapa a la autoría intelectual de Gladio, tanto si los ejecutores son neofascistas bajo sus órdenes directas o unas Brigadas Rojas convenientemente infiltradas. Los atentados de Piazza Fontana o la estación
de Bolonia, el asesinato de Aldo Moro, la eliminación del papa Luciani, el escándalo financiero del Banco Ambrosiano o el atentado contra Juan Pablo II son en la suposición enfebrecida del periodista episodios de una estrategia orquestada desde el propio Estado. Al final de la novela, la protagonista femenina asegura: “Siempre hemos sido un pueblo de puñales y venenos”.

Número Cero” es una parodia del periodismo, decía, pero también de los políticos y aun de los jueces de un país que no ha sido capaz de fijar una versión irrefutable de su historia más reciente; pero sobre todo se trata de incidir hoy en día en esos sucesos soterrados en torno a la operación Gladio y, en definitiva, en los oscuros poderes que manejan Italia y el mundo. El periodismo, pues, es un instrumento, otro más, al servicio de esta secreta oligarquía, donde, a fin de cuentas, es suficiente con sugerir, no acusar, para destruir o tergiversar o transformar algún interés. De hecho, según Eco, “Berlusconi sigue siendo un maestro en esto, en que si te acusan de algo no tienes que probar que eres inocente, basta con deslegitimar al acusador. Porque el acusador es un tipo oscuro”. Además, fluye, con su narrativa característica, ya no gótica y por ello más tibia, forzada, apresurada, con cierto humor negro y soso, la intención del autor en que, ciertamente, preocuparse de la mentira es preocuparse de la verdad, sin paradojas. Entender el mecanismo de la mentira algunas veces puede ayudar a entender el mecanismo de la verdad.

Los perdedores, como los autodidactas, tienen siempre conocimientos más vastos que los ganadores. Si quieres ganar tienes que saber una cosa sola y no perder tiempo en sabértelas todas; el placer de la erudición está reservado a los perdedores. Cuanto más sabe uno, es que peor le han ido las cosas

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