Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 9 de junio de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Hombres sin mujeres" de Haruki Murakami


“Lo que deseo transmitir en este volumen es, en una palabra, el aislamiento, y lo que éste implica emocionalmente. … El título hizo presa en mí (por supuesto, también el volumen de cuentos homónimo de Hemingway), y las historias le siguieron. Cada relato surgió de las vibraciones producidas por el título. ¿Por qué Hombres sin mujeres? No lo sé. De una manera u otra, ese título echó raíces en mi mente, igual que una semilla transportada por el viento que se asienta y crece en un campo.”


Siempre deseé leer a Haruki Murakami, escritor japonés incluido vez tras vez en las quinielas del Nobel de literatura, pero por circunstancias, mías por supuesto, un autor que se impone a otro y una lectura que me escoge y repudia a otra, he ido postergándolo hasta que, en una de esas situaciones en que coges este y no otro volumen y, sin pensarlo, como si obedeciese a un extraño encantamiento o a ese cordón umbilical que creo nos une al libro y no al contrario, intenté conocerlo en las distancias cortas, y sean estas, como no, a través de un libro de relatos. He conocido a Murakami y ya no podré olvidarlo, jamás. E indudablemente, fortaleceré este nuevo lazo de dependencia con su literatura que, no siendo de una prosa de excesiva complejidad y por tanto accesible para todos, no significa que su argumento sea simple, trivial. Notable. Me ha encantado su trama, o sus tramas, algunas me dejaron con el humor de una reflexión, de una ausencia, que perduró mucho tiempo después de leer las historias, algunas más que otras, y que me hicieron reflexionar y sentir, trascendiendo en esos lindes literarios entre lo onírico y cotidiano. Muy grande Murakami, sin duda alguna. A diferencia de Mishima, escritor que me encanta por cómo lo hace y por incluso su histrionismo y poses líricas, Haruki Murakami no narra ni nos arroja hacia ninguna afectación, aunque sea desgarradoramente sincero. A medida que yo leía estos cuentos, sentía los pulsos de su respiración, el ritmo de su escritura, los altibajos en ese maremágnum de sexo, fracaso, soledad, o las hermosas fantasías oníricas o intimismos en la búsqueda de una identidad de personajes que no logran intimar o vincularse con su medio, con el mundo. Kino, uno de sus cuentos, llegó a atraparme de tal manera que me dejó sin aliento.

“Si uno desea ver en serio a los demás, no le queda más remedio que observarse en profundidad, de frente, a sí mismo”

Hombres sin mujeres es un libro compuesto de siete cuentos que hablan de la soledad, incisiva y descarnada, de acuerdo; que esta se origina a través de una ruptura amorosa, también; pero no es el guión común para todas las historias de la obra. De hecho, esta soledad llega a ser sentimental, de causa natural, de enamoramiento o de enfermedad… Que en todos es una soledad emocional que afecta solo a hombres, sí, aunque es la mujer, con sombras o sin ellas, la que estructura uno a uno los siete cuentos. Y no solo es soledad, absoluta, sino tedio, incomunicación, angustia, insatisfacción, pérdida, retraimiento, aislamiento… desventuras del hombre contemporáneo en proyectos de amor quizás frustrados, pero que imponen una trascendencia del conocimiento, de experiencia vital, real o irreal, que ayuda a crecer, o a destruir, a sus protagonistas y a quienes, como me ha sucedido a mí, leen el libro. Un punto de fuga que no mitiga el desconsuelo, aunque las referencias, el recuerdo, a los Beatles, el Jazz, provoquen un pellizco de melancolía que incide en apuntalar la soledad y una identidad indefinida. El temor a la pérdida cuando nada se ha perdido. Hombres anclados en vacíos de silencio, de incomunicación, como náufragos en una isla desierta del océano, que no saben dónde ir, si viven o no, cuando verdaderamente no quieren ir a ningún sitio y desean el conformismo a lo venidero e incierto y por tanto doloroso.

“Como botones mal abrochados que se sostienen un tiempo para, desabrochados, perder toda oportunidad de encajar” “-¿Quién demonios soy?, ¿quién demonios era?”

“Drive My Car” cuenta la historia de un actor secundario que contrata como chófer a una mujer joven, debido a que, tras un accidente, su visión es defectuosa y, en determinado ángulo, surge un peligroso punto ciego. El actor frisa la cincuentena y es viudo. La conductora podría ser su hija y, desde su indiferencia, poco a poco se confía en ella y ésta escucha sus confesiones. Su esposa le engañaba con otros, hecho que no reprochaba. Tanto que en su vida en común, se impuso “un punto ciego fatal” que les impidió conocerse a fondo y compenetrarse en lo afectivo y sexual.

“-Pero ¿no ves que te acorta la vida?... –Ya puestos, el propio hecho de vivir también la acorta”

“Yesterday”, guiño a los Beatles, recrea la ocurrencia de un insólito trío de universitarios que no llegan a consumar la relación. Se quieren, no tienen demasiados prejuicios, pero el miedo a mostrar su interior, les aleja irremisiblemente. “Nadie sabe qué soñaremos mañana”, escribe Murakami, insinuando que la vida es un largo rodeo hacia ninguna parte.  Dos historias de amor sin final feliz. No hay drama, tampoco desesperación, quizás esa melancolía extraña e incómoda que rezuma del fracaso.  

 
 
“En ocasiones la música tiene el poder de reavivar los recuerdos con tal intensidad que a uno hasta le duele el corazón”

 
“Un órgano independiente” relata la vida del doctor Tokai, un cirujano plástico que desecha el matrimonio. Prefiere tener amantes y no comprometerse. No quiere tener hijos. Es atractivo, culto, refinado. No echa nada de menos, pero un día llega a sus manos un libro sobre un médico judío deportado a Auschwitz y se pregunta en qué se convierte un ser humano cuando lo pierde todo. ¿Se puede ser un hombre sin amar? ¿Se puede construir una identidad, sin aventurarse a ser padre y esposo?

“Al fin y al cabo, perder a una mujer consistía en eso. Perder esos momentos especiales que invalidaban la realidad, aun estando integrados en ella: eso le ofrecían las mujeres”

“Sherezade” o la fascinación de Habara, un hombre recluido, o escondido, en su domicilio que recibe a una mujer que cuida de la casa y que, de un modo casi funcional, se acuesta con él y le explica historias que siempre deja a medias. En una de esas historias, Murakami cuenta con sutil erotismo un relato fetichista y adolescente que produce, en una suerte de espejo contra espejo, el mismo efecto que siento, sentimos al igual que Habara ante la historia que concibe la mujer: Queremos que siga hablando, que no acabe nunca, no concebimos tragedia peor que nos deje a medias y a la que no volvamos a ver.

“Lo único que a duras penas podía hacer era procurarse un lugar al que amarrar su corazón, que había perdido todo peso y hondura, para que no diese tumbos de un lado a otro”

“Kino”. Aquella sensación de vacío del relato anterior, rota por una imprevista cresta emocional, reaparece en este mejor cuento de la serie, un portento narrativo, con el que disfruté como hacía mucho tiempo no hacía leyendo. En el tiempo que, sin levantar los ojos del texto, sosteniendo la respiración, media hora más o menos, el tiempo dejó de fluir, se desvaneció mi entorno, tal fue el prodigio de la abstracción que me provocó la narración. Kino es el dueño de un bar de jazz, solución a la que se avoca tras sorprender a su mujer con un amante y romper lo que fue su vida hasta entonces. Aparentemente, esta traición sentimental no le afectó demasiado, pero el romance de una noche le revelará la profundidad de su herida. El hombre traicionado, la búsqueda de redención, corazón puro y fuerzas de la naturaleza, el abismo onírico, el gato. Fantástico.

“La densa y oscura sombra de los marineros desparramaba las puntiagudas chinchetas de la metáfora”

 “Samsa enamorado” es un homenaje a “La metamorfosis” de Kafka. En este caso, la pareja del extraño insecto sólo puede ser una joven con joroba. La deformidad que nos espanta sólo es el reflejo de nuestras miserias interiores, objetivadas en forma de pesadilla.

“Según Kafuku, en este mundo hay, grosso modo, dos clases de bebedores: los que necesitan beber para añadir algo a su vida y los que necesitan beber para librarse de algo”

“Hombres sin mujeres” es el relato que sirve de título al conjunto. De alguna manera, es la clave del libro y expresa el temor más profundo de todos los personajes masculinos: enamorarse de una mujer y perderla definitivamente. La identidad impostada o buscada.

“Sólo los hombres sin mujeres saben cuán doloroso es, cuánto se sufre por ser un hombre sin mujer”

Con este libro he descubierto a Murakami, y me ha gustado mucho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario