“Lo
que deseo transmitir en este volumen es, en una palabra, el aislamiento, y lo
que éste implica emocionalmente. … El título hizo presa en mí (por supuesto,
también el volumen de cuentos homónimo de Hemingway), y las historias le
siguieron. Cada relato surgió de las vibraciones producidas por el título. ¿Por
qué Hombres sin mujeres? No lo sé. De una manera u otra, ese título echó raíces
en mi mente, igual que una semilla transportada por el viento que se asienta y
crece en un campo.”
Siempre deseé leer a Haruki
Murakami, escritor japonés incluido vez tras vez en las quinielas del Nobel de
literatura, pero por circunstancias, mías por supuesto, un autor que se impone
a otro y una lectura que me escoge y repudia a otra, he ido postergándolo hasta
que, en una de esas situaciones en que coges este y no otro volumen y, sin
pensarlo, como si obedeciese a un extraño encantamiento o a ese cordón
umbilical que creo nos une al libro y no al contrario, intenté conocerlo en las
distancias cortas, y sean estas, como no, a través de un libro de relatos. He
conocido a Murakami y ya no podré olvidarlo, jamás. E indudablemente,
fortaleceré este nuevo lazo de dependencia con su literatura que, no siendo de
una prosa de excesiva complejidad y por tanto accesible para todos, no
significa que su argumento sea simple, trivial. Notable. Me ha encantado su
trama, o sus tramas, algunas me dejaron con el humor de una reflexión, de una
ausencia, que perduró mucho tiempo después de leer las historias, algunas más
que otras, y que me hicieron reflexionar y sentir, trascendiendo en esos lindes
literarios entre lo onírico y cotidiano. Muy grande Murakami, sin duda alguna. A
diferencia de Mishima, escritor que me encanta por cómo lo hace y por incluso
su histrionismo y poses líricas, Haruki Murakami no narra ni nos arroja hacia
ninguna afectación, aunque sea desgarradoramente sincero. A medida que yo leía
estos cuentos, sentía los pulsos de su respiración, el ritmo de su escritura,
los altibajos en ese maremágnum de sexo, fracaso, soledad, o las hermosas
fantasías oníricas o intimismos en la búsqueda de una identidad de personajes
que no logran intimar o vincularse con su medio, con el mundo. Kino, uno de sus
cuentos, llegó a atraparme de tal manera que me dejó sin aliento.
“Si
uno desea ver en serio a los demás, no le queda más remedio que observarse en
profundidad, de frente, a sí mismo”
Hombres sin mujeres es
un libro compuesto de siete cuentos que hablan de la soledad, incisiva y descarnada,
de acuerdo; que esta se origina a través de una ruptura amorosa, también; pero
no es el guión común para todas las historias de la obra. De hecho, esta
soledad llega a ser sentimental, de causa natural, de enamoramiento o de enfermedad…
Que en todos es una soledad emocional que afecta solo a hombres, sí, aunque es
la mujer, con sombras o sin ellas, la que estructura uno a uno los siete
cuentos. Y no solo es soledad, absoluta, sino tedio, incomunicación, angustia,
insatisfacción, pérdida, retraimiento, aislamiento… desventuras del hombre
contemporáneo en proyectos de amor quizás frustrados, pero que imponen una
trascendencia del conocimiento, de experiencia vital, real o irreal, que ayuda
a crecer, o a destruir, a sus protagonistas y a quienes, como me ha sucedido a
mí, leen el libro. Un punto de fuga que no mitiga el desconsuelo, aunque las
referencias, el recuerdo, a los Beatles, el Jazz, provoquen un pellizco de
melancolía que incide en apuntalar la soledad y una identidad indefinida. El
temor a la pérdida cuando nada se ha perdido. Hombres anclados en vacíos de
silencio, de incomunicación, como náufragos en una isla desierta del océano,
que no saben dónde ir, si viven o no, cuando verdaderamente no quieren ir a
ningún sitio y desean el conformismo a lo venidero e incierto y por tanto
doloroso.
“Como
botones mal abrochados que se sostienen un tiempo para, desabrochados, perder
toda oportunidad de encajar” “-¿Quién demonios soy?, ¿quién demonios era?”
“Drive My Car”
cuenta la historia de un actor secundario que contrata como chófer a una mujer
joven, debido a que, tras un accidente, su visión es defectuosa y, en
determinado ángulo, surge un peligroso punto ciego. El actor frisa la
cincuentena y es viudo. La conductora podría ser su hija y, desde su
indiferencia, poco a poco se confía en ella y ésta escucha sus confesiones. Su
esposa le engañaba con otros, hecho que no reprochaba. Tanto que en su vida en
común, se impuso “un punto ciego fatal”
que les impidió conocerse a fondo y compenetrarse en lo afectivo y sexual.
“-Pero
¿no ves que te acorta la vida?... –Ya puestos, el propio hecho de vivir también
la acorta”
“Yesterday”,
guiño a los Beatles, recrea la ocurrencia de un insólito trío de universitarios
que no llegan a consumar la relación. Se quieren, no tienen demasiados
prejuicios, pero el miedo a mostrar su interior, les aleja irremisiblemente. “Nadie sabe qué soñaremos mañana”,
escribe Murakami, insinuando que la vida es un largo rodeo hacia ninguna
parte. Dos historias de amor sin final
feliz. No hay drama, tampoco desesperación, quizás esa melancolía extraña e
incómoda que rezuma del fracaso.
“En
ocasiones la música tiene el poder de reavivar los recuerdos con tal intensidad
que a uno hasta le duele el corazón”
“Un órgano
independiente” relata la vida del doctor Tokai,
un cirujano plástico que desecha el matrimonio. Prefiere tener amantes y no
comprometerse. No quiere tener hijos. Es atractivo, culto, refinado. No echa
nada de menos, pero un día llega a sus manos un libro sobre un médico judío
deportado a Auschwitz y se pregunta en qué se convierte un ser humano cuando lo
pierde todo. ¿Se puede ser un hombre sin amar? ¿Se puede construir una
identidad, sin aventurarse a ser padre y esposo?
“Al
fin y al cabo, perder a una mujer consistía en eso. Perder esos momentos
especiales que invalidaban la realidad, aun estando integrados en ella: eso le
ofrecían las mujeres”
“Sherezade”
o la fascinación de Habara, un hombre recluido, o escondido, en su domicilio
que recibe a una mujer que cuida de la casa y que, de un modo casi funcional,
se acuesta con él y le explica historias que siempre deja a medias. En una de
esas historias, Murakami cuenta con sutil erotismo un relato fetichista y
adolescente que produce, en una suerte de espejo contra espejo, el mismo efecto
que siento, sentimos al igual que Habara ante la historia que concibe la mujer:
Queremos que siga hablando, que no acabe nunca, no concebimos tragedia peor que
nos deje a medias y a la que no volvamos a ver.
“Lo
único que a duras penas podía hacer era procurarse un lugar al que amarrar su
corazón, que había perdido todo peso y hondura, para que no diese tumbos de un
lado a otro”
“Kino”.
Aquella sensación de vacío del relato anterior, rota por una imprevista cresta
emocional, reaparece en este mejor cuento de la serie, un portento narrativo,
con el que disfruté como hacía mucho tiempo no hacía leyendo. En el tiempo que,
sin levantar los ojos del texto, sosteniendo la respiración, media hora más o
menos, el tiempo dejó de fluir, se desvaneció mi entorno, tal fue el prodigio
de la abstracción que me provocó la narración. Kino es el dueño de un bar de
jazz, solución a la que se avoca tras sorprender a su mujer con un amante y
romper lo que fue su vida hasta entonces. Aparentemente, esta traición
sentimental no le afectó demasiado, pero el romance de una noche le revelará la
profundidad de su herida. El hombre traicionado, la búsqueda de redención,
corazón puro y fuerzas de la naturaleza, el abismo onírico, el gato. Fantástico.
“La
densa y oscura sombra de los marineros desparramaba las puntiagudas chinchetas
de la metáfora”
“Samsa enamorado”
es un homenaje a “La metamorfosis” de Kafka. En este caso, la pareja del
extraño insecto sólo puede ser una joven con joroba. La deformidad que nos
espanta sólo es el reflejo de nuestras miserias interiores, objetivadas en
forma de pesadilla.
“Según
Kafuku, en este mundo hay, grosso modo, dos clases de bebedores: los que
necesitan beber para añadir algo a su vida y los que necesitan beber para
librarse de algo”
“Hombres sin mujeres”
es el relato que sirve de título al conjunto. De alguna manera, es la clave del
libro y expresa el temor más profundo de todos los personajes masculinos:
enamorarse de una mujer y perderla definitivamente. La identidad impostada o
buscada.
“Sólo
los hombres sin mujeres saben cuán doloroso es, cuánto se sufre por ser un
hombre sin mujer”
Con este libro he
descubierto a Murakami, y me ha gustado mucho.
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