Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



lunes, 10 de agosto de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El crimen de Fani" de Pablo Aguayo de Hoyos


En los círculos, en los establecimientos, en las tertulias, en las fábricas y talleres, en los cortijos y en las casas, flota el misterio de una tragedia agria, inhumana y brutal, que rechaza el vecindario, por ser camino de infamia que jamás recorrió un rondeño
 
El Caso, nº 167, 15-Julio-1955

 


Pienso que solo la Literatura contradice el refrán “Nadie es profeta en su tierra”, y Pablo Aguayo de Hoyos comienza su singladura literaria por confirmarlo aquí, en Ronda, donde nació y donde nos ofrece su novela “El Crimen de Fani” (Uno Editorial, 2015). Cierto que ya hace unos meses de la presentación de esta obrita, hoy en su segunda edición, y de la que, por su temática y vínculo rondeño, suscitó bastante mi curiosidad, un suceso, un brutal crimen del que no tenía noticia. Por unas y otras circunstancias demoré su lectura hasta que, por mi reciente cumpleaños, mi amigo Ignacio Garrido me regalara el librito y, sin excusas, en un rato bebiera su historia y conociera a esta nueva pluma que garabatea sobre Ronda, de acuerdo que en uno de sus episodios más sórdidos.

 
Más que una novela, es una breve crónica novelada del misterioso asesinato de Francisca Linares Barranco, “Fani”, en la calle Puya, 22 de Ronda, y en la que acaso el autor nos invita en su empeño por resolver un crimen que sesenta años después permanece irresuelto, o por decencia, en su denuncia por la negligencia e impunidad de la dictadura en torno al suceso, y principalmente por honrar o reparar la memoria de la víctima ante el abuso franquista en una sociedad gazmoña, retraída y temerosa. Más cuando reconocemos su tesón en la búsqueda por recomponer las piezas del crimen, navegar en los vacíos de negras lagunas donde la dictadura sumergía aquello que amenazaba sus privilegios o infringía o señalaba a uno de los suyos, “Pacto entre caballeros (legionarios)”; indagando en la tradición oral, oyendo a los protagonistas de la época, en la certificación ominosa  de la manipulación, de las flagrantes omisiones, ejemplo encontró de cómo se borró todo rastro de “Fani” en registros e incluso de su sepultura, de presunciones muy sólidas sobre quién pudo ser su asesino, quién lo amparó bajo su oscura ala o influencia, y que aun en la actualidad debe guardarse silencio y más entre los panteones del patio viejo del Cementerio San Lorenzo. Noble la intención del novel novelista y escaso su fruto o término.
 

Esta breve crónica novelada está escrita con sencillez, lo que hace ágil el relato, sin embargo es su brevedad lo que no gusta, el único “pero” a este trabajo de Pablo Aguayo de Hoyos. Antes de nada, me permito inferir, tal vez reconocer o disculpar esta brevedad que no ha sido propósito del autor, sino que estas publicaciones donde es  el propio escritor  quien, desafortunadamente, tiene que pagarse, financiarse la edición (¡Cuánto arte perdemos con esto y ante la sorda incultura de nuestros gobernantes!), el número de páginas incide proporcionalmente en los costos finales del libro. Triste. Sea como fuere, nunca es tarde para enmendar y alusivos casos encontramos, se ha dejado pasar una estupenda oportunidad para, a través de este “El Crimen de Fani”, recrear con detalle el paisaje y paisanaje, las descripciones, las emociones, los lugares, la vida, costumbres, sabores, olores, miedos y esperanzas de la Ronda de 1955; más sobre sus pintorescos personajes, recogidos meritoriamente en el aludido e inédito tratado, “Nostalgia”, del padre del autor; inclusive todo alrededor de la propia investigación, ficción o no, la resolución de los hechos, los implicados, o los presuntos culpables … Me he quedado con ganas, con más interés; agradeciendo, a pesar de su concisión, el esbozo en una pincelada de su creatividad, ese alarde literario de traer a escena a Margarita Landi, la periodista del crimen, curiosamente en 1955 inició su trayectoria en El Caso, la inspiración para trazar el perfil de la imaginaria reportera de sucesos Catalina Niebla. En definitiva, una crónica novelada que se lee en un rato, atractiva, escrita con sencillez y de manera correcta, y cuya única decepción es que sea excesivamente breve.

 

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Además de recomendar este valioso documento de Pablo Aguayo de Hoyos, para interesados, truculentos o no, del suceso concerniente, he considerado interesante recordar aquí los pormenores de este “Crimen de Fani”, continuando con el titular que abre mi reseña y correspondiente al semanario de sucesos El Caso en su número 167 del día 15 de Julio de 1.955, un asesinato sin resolver o vergonzosamente silenciado.

 

Francisca Linares Barranco era huérfana, tenía hermana y hermano con los que no convivía, con 15 años de edad llega a Ronda, en 1925, procedente de Tánger, acompañada de un familiar. De naturaleza abierta, confiada, frívola, Francisca, una joven sin cultura pero atractiva, se adapta muy pronto a la vida rondeña. Habitual en fiestas y saraos, reconocida ya por “La Fani”, normal en una sociedad hinchada de prejuicios que se la tildara de libertina. En 1930 conoce a un joven rondeño de 20 años y de buena familia, Antonio Suárez Reguera, amante de la diversión, afectuoso, generoso, trabajador y honrado, residente en la calle Puya número 22 junto con su madre y su padrastro, Manuel Medina Medrano, matrimonio cristiano y austero. Pronto Antonio y Francisca se hacen pareja, pareja formal, tanto que incluso ella se vuelve hogareña, alejada de la diversión, y ambos solo se divierten con algún paseo por la ciudad o en breves viajes por Andalucía. Con el estallido de la Guerra Civil, Antonio desaparece del municipio con la toma de las tropas del “Movimiento”, aunque no se le reconozca adscripción a uno u otro bando. Al finalizar el conflicto bélico, Francisca se reencuentra con Antonio en San Pedro de Alcántara. Deciden no volver a Ronda y durante un año deambulan por España. A la miseria económica se les une una grave enfermedad de Antonio que, gracias a los cuidados de “Fani” salva la vida. Regresa la pareja a Ronda donde la madre de Antonio ha muerto y su padrastro se suicidó después, heredando una importante fortuna. Ambos se instalan en la casa de calle Puya, Francisca sigue dedicándose en cuerpo y alma a Antonio sin que éste la despose nunca. Años más tarde, a la par que junto al domicilio familiar, en el número 30 de calle Puya, abrieran una bodega con solera, “El barco”, Antonio sufre una enfermedad incurable. Esta desgraciada situación hace que Antonio, ante notario, testamente en favor único de Francisca y al fallecimiento de ésta en unos sobrinos de él. Antonio Suárez Reguera fallece el 22 de Abril de 1955. Dos meses después, con 45 años de edad, aparece asesinada en su alcoba Francisca.

 
Durante la mañana del 22 de Junio, citan testigos, pasan por el número 22 de calle Puya, la lechera, el cobrador del agua, el encargado de la bodega y vecinos. La puerta de la calle estaba abierta, no así la del zaguán, que permanecía encajada, sin señales de Francisca. Alrededor de las cinco de la tarde y sin que “Fani” diera señales de vida, con la perra, “Torera”, desde el mediodía asomada interrumpidamente y muy agitada a los cristales de uno de los balcones de la primera planta, a una de las ventanas de la planta baja que según las vecinas daba a una capilla, ladraba y arañaba y, alarmantemente, con el hocico y las patas llena de sangre. Varios agentes de la policía y un médico avisado por los vecinos comprobaron al llegar que la puerta de acceso a la vivienda estaba encajada, solo con apoyar las manos esta cedió; otro extraño detalle es que la bombilla que iluminaba el zaguán estaba encendida, probablemente desde la noche anterior. Ya en el interior de la casa, la sangre de la perra no era suya, no estaba herida, y con ladridos y gañidos señalaba la escalera que conducía al piso superior. El dormitorio no presentaba desorden, solo un bulto cubierto con una manta sobre la cama. Al retirar los agentes esta, apareció el cuerpo de “Fani”, vestida con un camisón blanco. Yacía boca abajo, con el cabello despeinado, pálida, con un enorme corte en el cuello, degollada. La sangre manchaba las sábanas y el colchón, formando un charco en el suelo. El médico certificó que la víctima llevaba varias horas muerta. Tras desalojar la vivienda de un gentío curioso, el juez de instrucción Tomás del Castillo Talero, el secretario oficial en funciones Manuel Tamames Sanabria, y el médico forense Genaro Alemany Solar, junto al comisario jefe de policía Pedro Barranco, inician los preliminares de la investigación del asesinato.

 
En el dormitorio, sobre el respaldo de una silla, la ropa de calle de la víctima estaba colocada perfectamente. Sin señales de violencia, ni de registros, aunque luego comprobaran que el asesino estuvo revolviendo el armario minuciosamente, la cerradura aparecía forzada, hasta encontrar, conocía que allí estaban, una arqueta donde Francisca guardaba sus alhajas y el cestillo donde tenía el dinero suelto. Indudablemente estos no se encontraron. Además, tres baúles que había en el cuarto de invitados también fueron revisados cuidadosamente, sin prisas. Las pruebas forenses determinaron que “La Fani” fue golpeada primero, dejándola inconsciente, arrojada a la cama boca abajo, y a horcajadas sobre su espalda el homicida le levantó la cabeza y la degolló; de la navaja y el martillo, u otro objeto contundente utilizado para golpearla, jamás se supo. Debajo de la almohada apareció un pañuelo blanco con unas iniciales que no era de Francisca, probablemente del asesino y del que luego tampoco se supo. El perro no ladró según los vecinos, lo cual admitía que el criminal frecuentaba la casa; de hecho, en un anejo de la propia vivienda, vivía desde hacía 16 años Salvador de la Vega Cabello con su mujer y sus 5 hijos, el encargado de la bodega, de absoluta confianza de Antonio y Francisca, declaró no haber oído nada la fatídica noche.

 
Relevante para la investigación el hecho de que tras la muerte de su protector, Antonio,  Francisca retorno a la persona licenciosa que era antes de conocerlo. De ser reservada y retirada, pasa a vivir de una manera indecorosa en consideración de las mentes cerradas de la época. Regenta personalmente la bodega hasta altas horas de la madrugada, después de cerrar el negocio y recoger la recaudación, marcha de algarabía en compañía de gente, cuentan, de muy dudosa reputación, lleva hasta su casa, temerariamente, a desconocidos y a los que, imprudentemente, exhibe sus valiosas pertenencias… Detalles que a la policía llevó a interrogar a todas aquellas personas a las que se las vio en compañía de Francisca. Se comprobaron las huellas que había en el vaso y en la botella que se encontraron sobre la mesilla de noche de la alcoba, se analizó el pañuelo, las puertas y todas las estancias de la casa. Sin embargo, misteriosamente, o tal vez habría que señalar vergonzosamente, todas las pesquisas y las posibles pistas para detener a algún sospechoso, fueron inútiles. A día de hoy, después de 60 años del crimen, quedaron algunos sospechosos a los que la justicia, por falta de pruebas o por lamentable ausencia de estas, no pudo acusar, por lo que la brutal muerte de “La Fani” cerró su expediente sin encontrar a su asesino.

 

 

5 comentarios:

  1. Hola, soy el autor.

    Creo que es una reseña muy completa del "librito". Comparto algunos comentarios acerca de lo breve que resulta el relato, pero he de precisar que no se ha debido a la racanería por hacer un libro pequeño, sino quizá a mantenerlo dentro de unos márgenes que me parecían oportunos. Personalmente, no me gustan los libros que estiran la trama, me resultan cansinos. A mi me gustan más los que sugieren en pocas líneas, en lugar de explicar muchos detalles en grandes parrafadas. Pretendo que ésa sea mi forma de narrar. Y entiendo que eso pueda gustar más o menos.

    La novela es una denuncia de una época, aunque reconozco que podía haberme esmerado más y el empeño ha quedado poco reflejado en el texto. Dices que: "...se ha dejado pasar una estupenda oportunidad para, a través de este “El Crimen de Fani”, recrear con detalle el paisaje y paisanaje, las descripciones, las emociones, los lugares, la vida, costumbres, sabores, olores, miedos y esperanzas de la Ronda de 1955". Este es un objetivo demasiado ambicioso y no estaba en mi idea para este relato; quizá sea en otra ocasión.

    Muchas gracias por tu lectura y tu reseña.

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  2. No encuentro el libro. Lo he buscado por varias librerías de Ronda.

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  3. Hola de nuevo.
    El libro está agotado, puedes comprar una versión digital (para dispositivos kindle) en Amazon:
    https://www.amazon.es/Crimen-Fani-Pablo-Aguayo-Hoyos-ebook/dp/B00WF1YE6I

    O bien, pedir que te lo presten en la Biblioteca de Ronda donde dejé dos ejemplares:
    http://elcrimendefani.blogspot.com.es/2015/08/entrevista-ronda-semanal.html

    Saludos y gracias!

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