“Casi toda escritura nace del tormento de algún recuerdo”
Si Gabriel García Márquez decía
de Tomás Eloy Martínez “es el mejor de
todos nosotros”, tendría que ser una razón de peso para conocer, si no se
ha tenido antes el privilegio, a este autor argentino. Y fue esta una de las
razones para mí, más con la reciente aparición y en el reclamo de un libro de
cuentos, “Tinieblas para mirar” (Ed.
Alfaguara 2014), una compilación de catorce textos en los que he tenido demostración
de la gran destreza narrativa de este escritor tucumano; como para resistirse a
tratarlo y disfrutar de la lectura ante una de sus frases: “Mi corazón era una cuerda de violín. Lo
tocaba cualquier pensamiento y resonaba, resonaba”. Pero permítanme que
vaya por partes….
… Gracias.
Bien, con el libro entre las
manos, leemos en su solapa: “Tomás Eloy
Martínez es el autor de dos novelas clásicas de la literatura argentina: La
novela de Perón (1985; Alfaguara, 2003 y 2009) y Santa Evita (1995; Alfaguara,
2002 y 2010). Ambas han sido traducidas a más de treinta idiomas y publicadas
en más de sesenta países. Ha publicado también otras cuatro novelas, vertidas a
por lo menos diez lenguas. Entre ellas, La mano del amo (1991; Alfaguara,
2005), El cantor de tango (2004) y Purgatorio (Alfaguara, 2008). Es autor de
los relatos de Lugar común la muerte (1979; Alfaguara, 2009) y La pasión según
Trelew (1973; Aguilar, 2004; Alfaguara, 2009). En 2002 El vuelo de la reina fue
distinguida con el Premio Alfaguara de Novela; al año siguiente recibió el premio
a la mejor novela extranjera del People's Literary Publication House, en
BeijingShanghai. En 2005 Tomás Eloy Martínez fue finalista del Man
International Booker Prize por el conjunto de su obra. Desde 1995 hasta 2009
fue profesor distinguido de Rutgers, The State University of New Jersey. Fue
columnista de La Nación de Bue nos Aires, El País de Madrid y The New York
Times Syndicate, entre otros medios. Murió en Buenos Aires en 2010”
Seguidamente, en la contratapa: “Yo he viajado mucho, en cambio, o estoy
viajando todavía, y no he conseguido acomodar mi naturaleza a otro paisaje que
no sea este paisaje de lo que no está de lo que no tengo, de lo que no puedo
ser. Escritos a lo largo de más de
medio siglo, buena parte de ellos inéditos o nunca antes publicados en libro,
los relatos aquí reunidos constituyen una síntesis del talento de Tomás Eloy
Martínez y de los asuntos que lo asediaron toda su vida: los desgarramientos de
la realidad argentina, el peronismo y sus emblemas, el exilio, la sexualidad y
la muerte. Un fallido intento de intercambio de cadáveres ilustres -los de
Evita y Aramburu- con la ayuda de un camión cisterna como vehículo y refugio;
la vida de una mujer que despliega todos los días una coreografía en una
estación de trenes neoyorquina; la semblanza irónica de un niño prodigio
destruido por una madre posesiva; el enfrentamiento entre el ejército y unos
obreros en las afueras de la ciudad de Tucumán poco después de 1955; las
legendarias andanzas de dos asaltantes de la década del treinta son algunas de
las historias que abordan estos cuento. Al filo de la crónica periodística o
lanzados a las más delirantes maquinaciones de la ficción, estos relatos
brillan por su absoluta vigencia y confirman la dimensión literaria de un autor
imprescindible”
“De esas confusiones, nacieron algunos de estos ejercicios narrativos,
que también aspiraban a la fugacidad. Me parecían entonces meteoritos
desprendidos de un planeta en ruinas, aunque nunca supe qué significaban ni
cuál era el planeta. Treinta años después, sigo sin saberlo. Hace ya mucho que
quiero alejarme de ellos y no encuentro otro modo que dejarlos caer aquí, en
tiempos y lugares en los que todo les es ajeno pero en los que conservan al
menos su condición original de fragmentos desorientados”
“Tinieblas para mirar” no es un
libro deliberado por Tomás Eloy Martínez, y si lo hubiese pensado ni siquiera tuvo
tiempo de darle forma, murió en 2010. Esta recopilación de crónicas y cuentos,
magistralmente ensamblados al ensayo periodístico y la ficción al puro estilo
de la literatura argentina y al que tanto admiro y disfruto, un cuerpo
equilibrado donde palpita la inquietud social, la literatura y las pasiones
comunes en su obra, ejemplo en el cadáver de Evita Perón, se lo debemos a la
voluntad de su hijo. De hecho, el libro considera una “Nota posliminar” escrita en 2014 por este, Ezequiel Martínez, donde
explica no solo el origen de algunos relatos y sus innovaciones, sino muy
interesante el descubrimiento de las redacciones inéditas, ilustrado con
anécdotas familiares en las que obtenemos una importante semblanza del autor,
de los contextos de los textos y, sobre todo, del pensamiento y su proceso
creativo.
“Creo que, metafóricamente, 'Tinieblas para mirar' son cosas
encontradas en la oscuridad de un archivo a las que finalmente se puede dar
luz… Fue un trabajo exhaustivo, la mayoría de los textos que reúne el libro los
encontré en su computadora, en una carpeta titulada 'Cuentos' en la que estaba
trabajando en sus últimos tiempos, por 2008, pero hay otros que hallé más tarde
en viejos folios, hojas tipeadas a máquina y corregidas a mano…Lo único que se
corrigió fueron errores de tipeado y la puntuación cuando era evidente que no
se trataba de decisiones estilísticas de mi padre”
Ejemplo de esto encontramos en
los escritos primeros “Habla la Rubia”
y el simbólico “La Inundación”, de
1961. “Confín” es el relato que abre
este libro, uno de entre los que escribió durante el exilio en Venezuela
(1975-1983), la metáfora de una Argentina desquiciada, reseña en primera
persona de un país sin memoria, al que periódicamente un enemigo invisible
acecha y donde no se sabe en qué momento uno puede ser alcanzado por una bala.
“En mi país, nunca terminamos nada. Las casas donde vivimos están
revocadas a medias o tienen sólo las armazones de la fachada o están llenas de
cuartos sin tapiar que se construyen para nada. Tenemos estaciones, pero no
hemos aprendido a discernirlas. Entre el verano y el otoño o quizá entre el
otoño y la primavera, las cosechas se pudren en los campos”
“Exilio” es un inteligente juego literario publicado anteriormente
como “Vida de genio”; “Purgatorio”,
titulado “La puerta de Europa” en el diario El País, es una alegoría de la
Argentina de la década de 1990; “Bazán”
describe a Andrés Bazán Frías, el delincuente manco y, según la justicia, el
héroe de la gente para los más desposeídos; “Colimba” o la ficción autobiográfica del derrocamiento de Perón en
1955, con la sombra de la obscura dictadura militar encabezada por Videla en
1976 y los años de violencia previos y presentes en varios textos. “El lugar” es la más breve de las fábulas
con la que cierra el libro: “Empecé a
temer que jamás podría volver a mi país... Me sentía atrapado en un ser que no
era el mío, en casas y paisajes fugaces donde nada perduraba “ y “ de esas
confusiones nacieron algunos de estos ejercicios narrativos”.
“y al anochecer las personas se veían pesadas, como si anduvieran
vestidas con todos los recuerdos del día”
Y trascendiendo la crónica
narrativa, la ficción literaria, en “Historia
de una mujer que baila sin moverse” y “Mary
Anne Jacus”, esta última publicada bajo el título “Con los ojos abiertos” y
en la que relata la necesidad de esperar a la muerte “mirándola de frente”
“Si su nacimiento era el cabo final de infinitas fortunas, por qué no
podía haber en el azar otro resquicio idéntico que invirtiera los términos y le
permitiera no morir”
En y entre papeles raídos, Ezequiel
Martínez encontró el original “El reverendo y las lolitas”, en su versión final
recogida en este volumen por “El
reverendo y las corrientes de aire”, un homenaje no velado a los mundos de
Lewis Carroll y Nabokov: “Cuando el
Reverendo tomaba conciencia de que todo lo que hicieran o dijeran los
personajes resultaba inverosímil, se encogía de hombros pensando que un texto,
a medida que se escribe, escribe también su lógica. Si la lógica no está
adentro, no aparecerá por ninguna parte”. Por último, “La estrategia del general”, evidente su tema, y “Tinieblas para mirar”, el cuento que da
nombre a este volumen, soberbio, insuperable, la obra maestra que muestra la
temprana obsesión del escritor por el destino nómade del cadáver de Eva Perón y
que más tarde recogería en la novela “El cantor de tango”.
“… sentí la llamarada del llanto lloviendo sobre mi corazón”
No sé si García Márquez llevaba
razón, para mí no, pero Tomás Eloy Martínez me ha atrapado con su pericia
narrativa, con su capacidad de reinventar imaginarios colectivos, a través de
estos catorce cuentos erigidos en el dramatismo, la alegoría, las dudas, la
crónica por “corregir la realidad,
transfigurarla o, al menos, disentir de la realidad, es uno de los deseos
centrales del narrador. Pero para que la corrección tenga sentido, debe haber
una realidad previa pesando, ejerciendo su fuerza de gravedad, sobre la
imaginación del narrador: una experiencia de vida, una lectura, algo que lo
excita, que lo saca de quicio”. Cuentos, vale, pero son también ventanas de
la realidad, las lecturas, los hechos históricos vividos o las propias novelas
que escribió, “crónicas dentro de ese
cruce de géneros en los que reinventaba la realidad”. Y entre ellos,
insisto, el deslumbrante “Tinieblas para mirar”, genial prolegómeno a Santa
Evita, en el que nos hace jugar, responsabilizarnos incluso, con la parodia
frágil y la sutileza demoledora. Admirable.
“¿Sos o no sos un poeta, Hernán? Porque los poetas de verdad están con
los ojos siempre abiertos, sobre todo si andan en la tiniebla”
No hay comentarios:
Publicar un comentario