Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 2 de septiembre de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Asesinos sin rostro" de Henning Mankell

“Hay un tiempo para vivir y otro para estar muerto”



“Asesinos sin rostro” de Henning Mankell (Tusquets Editores, 1991) es el relato de presentación del comisario Kurt Wallander, el anti héroe del género negro nórdico. La primera entrega de la serie donde el autor ya impone cuál va a ser su sentido: la historia policíaca donde las escenas trepidantes, violentas, no son lo importante, sino la investigación, el recorrido sosegado tras la dilucidación del crimen. Junto a esta concepción del género, magnífica la lograda caracterización de su protagonista principal, Kurt Wallander, un hombre hecho de contradicciones, de vicisitudes personales trascendentes y, sin duda alguna, semejantes en mayor o menor grado a las que pueda tener el lector; atraen mucho los pormenores de la situación íntima y familiar del personaje, motivo que acrecienta el interés en el relato; el policía imperfecto, corriente, normal, no es ese súper detective dotado del don absoluto de la deducción, o de la intuición… y de acuerdo que ingresaría en la nómina de los actores con problemas propios y adicciones varias, seres perdidos, y en este volumen hasta en los de los tocados fatídicamente por la mala suerte… Wallander no es ni lo uno ni lo otro, ni tan perfecto ni lo contrario, no, un hombre sencillo, con problemas, de acuerdo, pero con principios. Y como no hay dos sin tres, destacaría asimismo de Mankell la imagen de una Suecia que no es la del típico y tópico país idílico, bello y apacible; quizás ha sido el primero en presentarnos esta tierra a través de una perspectiva oscura, con descripciones ajustadas y el clima siempre presente para no perder hilo en una escenografía acertada, y al que han seguido luego, y con muy buen hacer, otros autores.

Sinopsis editorial:

Kurt Wallander atraviesa uno de los momentos más sombríos de su vida personal (el abandono de su esposa, la hostilidad de su hija, la demencia senil de su padre y hasta su propio deterioro físico a causa del exceso de alcohol y comida barata y la falta de sueño.) cuando debe ponerse al frente de la investigación del asesinato de un apacible matrimonio de ancianos en una granja de Lenarp. El marido ha sido horriblemente torturado y la mujer muere estrangulada poco a poco, con el tiempo justo de pronunciar antes de morir la palabra «extranjero». Kurt Wallander y sus colegas deberán enfrentarse no sólo a un asesino muy especial, que tiene la sangre fría de alimentar a los caballos del establo después del crimen, sino a una comunidad irascible, presa de insospechados prejuicios raciales. Wallander sabe de sobra que la pacífica apariencia de algunas personas oculta a veces un auténtico monstruo, de modo que no se hace ilusiones acerca de la sociedad en la que vive...

La novela está dividida en 15 capítulos y tiene un ritmo de lectura ágil, se lee fácil, más parece un guión para una de esas series policíacas de televisión que una novela. Argumento en torno a una ardua investigación en la que nada es como, en un principio, el comisario y su equipo suponen y en la que solamente cuentan con dos pistas y algunas sospechas, suficientes, estimaban, para una pronta solución del caso y la detención de los asesinos; sin embargo, la averiguación se estanca, entra en un callejón sin salida, tanto de lo que se hace reflejo el propio ritmo demorado de la narración, insinuando entonces la suspensión y colofón en uno de esos asesinatos sin resolver; hasta que, de una forma casual, muy casual y atropellada, transcurridos unos  meses, y gracias a la perseverancia y a un asombroso barrunto de Wallander, cierra el brutal doble crimen. Sea como fuere, advertir que no nos encontramos ante una de esas novelas negras que brillan por su originalidad; incluso me permito criticar, sin provocar el spoiler, algunos formidables cabos sueltos que no se zanjan y, por tanto, restan credibilidad a la historia: cierta ingenuidad en la motivación del asesinato que no responde inicialmente a su crueldad, pistas que conducen a algo importante para luego ser desechadas de un plumazo y sin una mínima justificación, detalles tan importantes y atractivos como el hecho de que el asesino o asesinos dieran de comer a un caballo tras la matanza de sus dueños para después…

“´´Vivimos como si sintiésemos nostalgia de un paraíso perdido´´, pensó”

La novela se despliega con maestría a través de la investigación del crimen: testigos, toma de declaraciones, búsqueda de pistas, trabajo en equipo, deducciones, corazonadas... Muy a la vieja usanza, de acuerdo, no en vano es un libro de 1991, pero con detalle, solvencia, sin interrupciones en el relato y consigue atrapar al lector, a que no se pierda ante lo fundamental. De hecho, me sorprendió en un primer momento cómo se llevaba a efecto la  investigación policial, acostumbrado en la actualidad a una sociedad de la información tan rigurosa, de redes sociales, móvil, internet…, me resultó chocante, casi inconcebible, leer a los policías buscar cabinas telefónicas para informar de sus pesquisas, la tardanza en las pruebas periciales, etc. Motivo que, consciente de la fecha del volumen, me pareció interesante, revelador, por tener una visión de cómo se llevaba a cabo una investigación criminal veinticinco años atrás.

“´´Una brecha´´, pensó. En todas las investigaciones de los crímenes que se solucionan hay un punto en que atravesamos la pared. No sabemos exactamente lo que vamos a ver. Pero en algún lugar estará la solución”

Por otro lado, Mankell pone también los puntos sobre las íes en su crítica social, aquí los problemas de la inmigración ilegal y xenofobia, importantes en la trama de la novela, además de un leve pero suficiente apunte sobre la situación y protección de los mayores. El problema de la inmigración tan actual en estos momentos y de consecuencias fatídicas al ver en cada informativo las muertes de personas que huyen de la miseria, de la guerra, de la desesperación.

“Nadie prohíbe los secretos –respondió Kurt Wallander lentamente- Pero mientras haya homicidios tendremos que buscar a los culpables. Por eso es nuestro deber hacer preguntas. Y necesitamos obtener respuestas”

En conclusión, “Asesinos sin rostro” es un buen acercamiento a Henning Mankell y a Kurt Wallander, luego vendrán títulos mejores, un ejemplar con el que está garantizado el disfrute ante un tipo de novela negra, reitero, donde lo importante es el tema esencialmente policíaco, y ejecutado por un personaje donde su imperfección lo hace interesante y afín. Recomendable.

“No existe lo que llamamos la cara del asesino. Uno se imagina algo, un perfil, el tipo de pelo, la posición de los dientes. Pero nunca encaja”


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