“`Así empieza lo malo y lo peor queda atrás´, eso es lo que dice la
cita de Shakespeare que Muriel había parafraseado para referirse al beneficio o
la conveniencia, al perjuicio comparativamente menor, de renunciar a saber lo
que no se puede saber... Sólo después de asentir y de encogernos de hombros, en
verdad lo peor queda atrás, porque al menos ya es pasado. Y así empieza sólo lo
malo, que es lo que aún no ha llegado”
“Así empieza lo malo” de Javier
Marías (Alfaguara, 2014) ha sido mi última lectura de este año malo de 2015. No
sé si en alguna de mis reseñas indiqué que son los propios libros y no yo quien
decide el momento de su lectura; y no ha sido excepción esta obra de Marías y
de quien, no voy a ocultar a estas alturas ser uno de mis autores predilectos,
sigue siendo impecable en su creación, con independencia de que pueda gustarte
o no, y que sin duda alguna será (es) un clásico de la literatura. “Así empieza
lo malo” fue mi auto regalo por Navidad en el 2014, y ya entonces sabía que
sería el último libro que leería en este año malo de 2015. Por otro lado, según
altas instancias de la crítica literaria, esta novela se consideró la mejor de
las publicadas en 2014, y de lo que ahora, en mi modesto juicio, entender o
apreciación, tengo que afirmar la consideración. Y dicho esto, y porque tenía
que decirlo, transcribo la sinopsis más formal que encuentro en la
contraportada:
“No hace demasiado tiempo que ocurrió aquella historia, y sin embargo
hoy sería imposible. Me refiero a lo que les pasó a ellos, a Eduardo Muriel y a
su mujer, Beatriz Noguera, cuando eran jóvenes, y no tanto a lo que me pasó a
mí con ellos cuando yo era el joven y su matrimonio una larga e indisoluble
desdicha”
Este es el arranque de Así empieza lo malo, “una historia tenue de la
vida íntima, de las que no suelen contarse o sólo en susurros”, evocada por
quien en su juventud fue testigo y partícipe, Juan de Vere, mientras estuvo al
servicio de un antaño exitoso director de cine. Ese trabajo le permitió asistir
al extraño, desequilibrado presente del matrimonio, así como asomarse a sus
misteriosos agravios pretéritos.
En el Madrid excitado de 1980, Muriel encarga al joven de Vere que
investigue y sonsaque a un amigo suyo de media vida, el Doctor Jorge Van
Vechten, de cuyo indecente comportamiento en el pasado le han llegado rumores.
Pero Juan no se limitará a eso y tomará dudosas iniciativas, porque, como él
mismo reconoce desde su edad madura, “los jóvenes tienen el alma y la
conciencia aplazadas”.
Así descubrirá que no hay justicia desinteresada, sino que está siempre
contaminada por el rencor personal, y que todo perdón o castigo son
arbitrarios, los individuales y los colectivos. Con su prosa inteligente y
profunda, Javier Marías nos da también una novela sobre el deseo, que a menudo
se impone a todo escrúpulo, lealtad o respeto, y sobre nuestra imperfecta
contemplación de los hechos, siempre tuerta; a veces por fuerza, a veces por
entera decisión nuestra”
A Javier Marías, haga lo que
haga, no le va a faltar la crítica, buena o sobre todo mala, ya un tópico, una
maldición o consagración y, por buscar cierto ramalazo de creatividad en la detracción
contraria, un instrumento necesario con el que tomarse el tiempo y el intento
de así plasmarla, otra grandeza del escritor. Indudablemente no soy yo quienes
piensan que Marías, desde “Los enamoramientos”, entró en barrena, en desnivel,
un descenso de su calidad literaria, y que ha continuado en caída libre con
este “Así empieza lo malo” que, como en “Corazón tan blanco”, aprovecha una
cita de Shakespeare de Hamlet: “Así empieza lo malo y lo peor queda atrás” No,
Marías sigue siendo Marías, no aburre, ni cansa, ni es monótono o tedioso o
reiterativo, por favor, que por el hecho de usar en este presente volumen una
trama acaso vulgar, por cotidiana, la sublima en un gran artificio literario,
tanto en la historia principal como en sus ramificaciones. Igual sucede con sus
personajes, ahí sigue su ineludible y jamás manido Francisco Rico, totalmente
creíbles, sugerentes, insólitos y de temperamento muy conseguido. Texto hipnótico,
imposible no enamorarse de su prosa densa, la que te atrapa en su cadencia y no
te deja salir; más con su tono enérgico, sí, también privado, ensoñado,
susurrado; me llega en estos momentos la memorable la escena de ese encuentro
del narrador con el cuerpo apetecible de la protagonista femenina, Beatriz. Esta
novela de Marías probablemente cuente con la trama más compacta de su
bibliografía, lo cual es destacable, tanto que incluso la remata con un epílogo
que recapitula y remata la historia. Tampoco quiero que mi posicionamiento se
entienda absoluto en su favor, no, pues entiendo que las críticas, las críticas
desacordes, contienen alguna parte cierta, una parte de razón: De hecho hay
momentos, pocos, en que se pierde el enlace entre el sentido y el ambiente o
contexto, descubierto en la intensidad de su parrafeo que parece perderse en los
giros propios, pocas las veces, o en algunos de los largos diálogos con todas
sus rutinas y explicaciones; en la mediación de la novela, justo con el alarde
cinéfilo del autor, el guión pierde, o más bien se resiente, entre lo que
veníamos leyendo desde el principio con lo de después, en ese casi agobiante
remolino sobre la verdad y lo justo, lo formal y necesario, el engaño y el
deseo, aunque sea tras la reivindicación de un alivio, de un consuelo, entre
tanto rencor, odio, menosprecio o disimulo de la verdad en la historia
fracasada del matrimonio y de una sociedad empeñada en silenciar su pasado
reciente. Minucias.
Minucias, sí, porque leer a
Javier Marías sigue siendo una experiencia muy gratificante, por la
construcción de su trama envolvente, por su lenguaje preciso y elegante,
rítmico y sonoro, por la dosificación del suspense con reflexiones tan
diáfanas, por sus personajes llenos de sordideces y reivindicaciones. Sus magistrales
suspensiones narrativas que dejan sin aliento, cuando nada sucede, pero todo
está pasando. Además, Marías no abandona su dura denuncia, la reivindicación y
legitimidad de los tiempos, contra quienes siguen disfrutando de sus prebendas
de vencedores tras la fatídica dictadura franquista y ahora pasan por
menesterosos defensores de la democracia y la libertad. Y, en definitiva, la
construcción de una historia en torno a secretos inconfesables, aquellos que el
narrador, el joven Juan de Vere, se empeñará en dilucidar.
Éste, Juan de Vere, de 23 años,
encuentra en 1980 su primer empleo como secretario o asistente del otrora
famoso director de cine Eduardo Muriel, y como narrador reflexivo, egoísta
incluso, ya adulto porque la narración la efectúa mucho tiempo después y casado
con…, entonces Muriel le encarga que se acerque a uno de sus amigos íntimos, el
doctor Jorge Van Vechten, para confirmar o desmentir unos detestables rumores
en torno a su persona cuya naturaleza no especifica. Pero hay más, más enigmas:
el desdichado matrimonio de un rencoroso Muriel y su suplicante y desesperada
esposa, Beatriz, empeñada en recuperarlo, y cuyo desencuentro descansa sobre un
agravio desconocido del pasado. Estas incógnitas sostienen la tensión de un relato
sujeto por la cinefilia del autor, nunca encubierta pero aquí con un derroche
inesperado: referencias al fértil director Jesús Franco o en el libro Jess
Frank, tío de Marías, o la presencia de algunos actores secundarios venidos a
menos, Palance... Y sin olvidar otra de las filias del escritor: su abrumadora
erudición bibliográfica. Todo ello en el encaje en una vida mediatizada por un
engaño. La vida, la del matrimonio y la del propio narrador, que podría haber
sido mejor si el secreto hubiera seguido siendo secreto y no desvelado. Todos estos
misterios penden en torno a la cita de Shakespeare que da título a la novela:
“Así empieza lo malo y lo peor queda atrás”, o el sacrificio necesario por los
secretos para evitar males mayores con los desvelos.
“Roy debía de tener una vida tan vacía y era tan entusiasta que el
maestro le permitía llenarla un poco con las sobras de la suya, recogidas por
Roy con avaricia”
Nos encontramos ante otra
exhibición magistral de observación y definición del alma humana, de las
conductas y quietismos, pensamientos y vacíos, propósitos y despropósitos,
pasiones y vicios, anhelos y resignaciones, esperanzas y miedos, pasiones
abiertas y encubiertas, verdades francas y escondidas, de sus personajes, y en
torno a una verdad que de la misma manera que puede abrir puentes o luz,
también puede destruir sus vidas.
Antes he aludido someramente a lo
que en estos momentos insisto en destacar de la novela, la crítica de Javier
Marías, aprovechando la singular historia de desdicha del matrimonio de Muriel
y Beatriz, en la extensión hacia lo colectivo de una España que, recién salida
de la dictadura, 1980, existió un consenso general de tenerla muy lejana, y en
el que se da el caso, y el silencio, por una serie de flamantes biografías,
aceleradamente reconvertidas y reconvenidas, ligadas al franquismo y desligadas
de este con un cinismo pasmoso. No se dan nombres, pero sí alusiones sobre
médicos, abogados, profesores, escritores… Amparados en ese silencio tácito de
lo pasado, las mentiras consentidas, y como fue el espíritu engañoso de la
Transición. La novela no respalda este lamentable silencio, desentierra la
esencia de aquel espíritu fraudulento, abre la verdad, abre los ojos, quizás
imprime el recuerdo de aquello en la conciencia colectiva española; no juzga,
solo despierta todos los prejuicios, los intereses adulterados. Luego, el
lector, reflexionará y actuará.
“Haz lo que te vaya a causar menos tormento, aquello con lo que más
puedas vivir. Pero entonces no nos recuerdes, a ti y a mí. Nunca nos recuerdes
juntos si no quieres lamentarte día tras día y todavía más noche tras noche. Ni
siquiera nos recuerdes separados, porque al final, al recordar siempre se
junta”
Un disfrute “Así empieza lo
malo”, un gustazo de prosa poderosa, cadenciosa, reflexiva, de uno de nuestros
más grandes literatos, Javier Marías. Su novela, entiendo, más sintética, más
directa, de estructura más definida, más definitiva, quizás más lineal, más
provocadora y porque dejará en fuera de juego (o tal vez alivie) a sus
empecinados detractores, y desafiará a sus más y empecinados afectos y los que hubieran
(hubiéramos) preferido mayor e intensidad de sus decursos reflexivos en torno a
una trama en la que el secreto, el rumor, el olvido y la verdad, altera la
existencia de sus protagonistas y de nosotros mismos que nos miramos en ellos,
en sus miradas y perspectivas más imprevistas e insólitas, valga de ejemplo la
postura tendida de Muriel en sus cuitas con el joven de Vere.
Termino este año malo de 2015 con
la mejor novela de 2014. Una historia seductora, hipnótica, adictiva, llena de
hallazgos, de encuentros y desencuentros, de muchos y diáfanos visos,
intrigante e inquieta, extraordinaria. Una novela de Javier Marías que algunos
pondrán su congratulación y otros el reproche. Yo me inclino con los primeros.
“Cuando uno renuncia a eso, cuando uno renuncia a saber lo que no se
puede saber, quizá entonces, parafraseando a Shakespeare, quizá entonces
empieza lo malo, pero a cambio lo peor queda atrás”
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