“No he matado a un ser humano, sino un principio. Y el principio lo he
matado, pero el salto no lo he sabido dar. Me he quedado a la parte de aquí; lo
único que he sabido ha sido matar. Y ni siquiera esto lo he hecho bien del
todo, al parecer... Un principio...”
Lectura o más bien relectura de
este clásico fundamental de la literatura universal, “Crimen y Castigo” de Fiodor
Dostoievski. Un obscuro y magistral y profundo análisis psicológico, en torno a
una galería de actores secundarios muy ilustrativos y definidos, en especial de
su protagonista, el joven estudiante Rodion Raskolnikov, arrastrado a la maldad
por una creencia que le permitía en un primer momento justificar su crimen no
por la miseria en la que se encontraba y que impedía sus estudios de Derecho,
tampoco por un provecho económico, sino por fines humanitarios,… a ver que esto
exige de un alto y de una explicación, bien: Raskolnivov, al que en ningún
momento de las casi quinientas páginas del libro se cuestiona su bondad, no
asesina por crueldad, de hecho le preocupa, y bastante, el bienestar de los
demás, solo quiere demostrar que en la historia de la humanidad han existido
ciertas personas que se han diferenciado del resto y grueso de la población y
con las que el mundo ha logrado su progreso; según este principio inaugural,
para estas personas superiores está justificado cualquier acto ilícito, como el
asesinato, si con ello se obtiene un mayor y mejor desarrollo de la sociedad,
tal es el caso de los grandes líderes, como Napoleón y al que el propio
protagonista cita de ejemplo.
“Es la luna la que crea el silencio -pensó Raskolnikov- , la luna, que
se ocupa en descifrar enigmas”
“Uno contempla un amanecer aquí o allá, o la bahía de Nápoles, o el
mar, y se siente dominado por una profunda tristeza. Y lo peor es que uno
experimenta una verdadera nostalgia. No, se está mejor en casa. Aquí, al menos,
podemos acusar a los demás de todos los males y justificarnos a nuestros
propios ojos”
Esta lectura, decía tras este
obligado y extenso inciso, acompañó mis idas y venidas hacia mis menesteres personales
de fisioterapia por las calles de Ronda. Una hora diaria en la que he revivido
esta lectura de mis tiempos de bachillerato, con mayores matices, por supuesto,
absorbido de nuevo por su trama, por el doble homicidio de la vieja usurera y su
hermana perpetrado por el personaje principal, el sentimiento de culpabilidad y
justificación, la moralidad punzante, el orgullo, la soberbia, la locura, la
fiebre, la ternura…, la familia del protagonista: la visita de su madre y su
hermana Dunia, esta va a casarse con un hombre al que Raskolnikov
considera
poco menos que un impresentable y que hará todo lo posible por evitar ese
matrimonio de conveniencia, de sacrificio; la amistad sin fisuras, las
sospechas del juez de instrucción sobre el joven estudiante y al que intenta
que confiese su crimen con unos métodos aunque heterodoxos, irregulares y meritoriamente
relatados; todo a través del peculiar estilo y agudeza de Dostoievski: lúgubre,
febril, desentrañando, diseccionando minuciosamente las emociones de
Raskolnikov, la profundidad de sus contradicciones, la intensa lucha en su
conciencia, las pobres calles de San Petesburgo, sus pobres gentes, el ambiente
resignado, oscuro, amenazante, el embrión para nuevas ideas como el ateísmo, el
feminismo… que culminarán en la Revolución Rusa. Para, finalmente, la esperanza
en la felicidad que se abre tras el sufrimiento, una vez despojado de los embrollos
de la razón.
“… si lograba apresar un hecho, aunque fuera renunciando a todo lo
demás, obtendría el resultado que deseaba”
Una reflexión,
para mí, para ti que ahora lees esta reseña de “Crimen y Castigo” de
Dostoievski: ¿Estarías dispuesto a llevar a cabo cuanto consideres justo e
incluso legítimo y aunque con ello te aísles o te aíslen de los demás?
¿Estarías dispuesto a la malignidad, a la crueldad, si con ello garantizarías
un bien mayor? Esta imprescindible obra nos desvela la complejidad de la
respuesta.
“Esto no es más que humo, niebla, una cuerda que vibra entre brumas. Su
artículo es absurdo y fantástico, pero ¡respira tanta sinceridad! Rezuma un
insobornable y juvenil orgullo, y también osadía y desesperación”
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