Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 29 de diciembre de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Crimen y castigo" de Fiodor Dostoievski

“No he matado a un ser humano, sino un principio. Y el principio lo he matado, pero el salto no lo he sabido dar. Me he quedado a la parte de aquí; lo único que he sabido ha sido matar. Y ni siquiera esto lo he hecho bien del todo, al parecer... Un principio...”



Lectura o más bien relectura de este clásico fundamental de la literatura universal, “Crimen y Castigo” de Fiodor Dostoievski. Un obscuro y magistral y profundo análisis psicológico, en torno a una galería de actores secundarios muy ilustrativos y definidos, en especial de su protagonista, el joven estudiante Rodion Raskolnikov, arrastrado a la maldad por una creencia que le permitía en un primer momento justificar su crimen no por la miseria en la que se encontraba y que impedía sus estudios de Derecho, tampoco por un provecho económico, sino por fines humanitarios,… a ver que esto exige de un alto y de una explicación, bien: Raskolnivov, al que en ningún momento de las casi quinientas páginas del libro se cuestiona su bondad, no asesina por crueldad, de hecho le preocupa, y bastante, el bienestar de los demás, solo quiere demostrar que en la historia de la humanidad han existido ciertas personas que se han diferenciado del resto y grueso de la población y con las que el mundo ha logrado su progreso; según este principio inaugural, para estas personas superiores está justificado cualquier acto ilícito, como el asesinato, si con ello se obtiene un mayor y mejor desarrollo de la sociedad, tal es el caso de los grandes líderes, como Napoleón y al que el propio protagonista cita de ejemplo.

“Es la luna la que crea el silencio -pensó Raskolnikov- , la luna, que se ocupa en descifrar enigmas”

“Uno contempla un amanecer aquí o allá, o la bahía de Nápoles, o el mar, y se siente dominado por una profunda tristeza. Y lo peor es que uno experimenta una verdadera nostalgia. No, se está mejor en casa. Aquí, al menos, podemos acusar a los demás de todos los males y justificarnos a nuestros propios ojos”

Esta lectura, decía tras este obligado y extenso inciso, acompañó mis idas y venidas hacia mis menesteres personales de fisioterapia por las calles de Ronda. Una hora diaria en la que he revivido esta lectura de mis tiempos de bachillerato, con mayores matices, por supuesto, absorbido de nuevo por su trama, por el doble homicidio de la vieja usurera y su hermana perpetrado por el personaje principal, el sentimiento de culpabilidad y justificación, la moralidad punzante, el orgullo, la soberbia, la locura, la fiebre, la ternura…, la familia del protagonista: la visita de su madre y su hermana Dunia, esta va a casarse con un hombre al que Raskolnikov
considera poco menos que un impresentable y que hará todo lo posible por evitar ese matrimonio de conveniencia, de sacrificio; la amistad sin fisuras, las sospechas del juez de instrucción sobre el joven estudiante y al que intenta que confiese su crimen con unos métodos aunque heterodoxos, irregulares y meritoriamente relatados; todo a través del peculiar estilo y agudeza de Dostoievski: lúgubre, febril, desentrañando, diseccionando minuciosamente las emociones de Raskolnikov, la profundidad de sus contradicciones, la intensa lucha en su conciencia, las pobres calles de San Petesburgo, sus pobres gentes, el ambiente resignado, oscuro, amenazante, el embrión para nuevas ideas como el ateísmo, el feminismo… que culminarán en la Revolución Rusa. Para, finalmente, la esperanza en la felicidad que se abre tras el sufrimiento, una vez despojado de los embrollos de la razón.

“… si lograba apresar un hecho, aunque fuera renunciando a todo lo demás, obtendría el resultado que deseaba”
Una reflexión, para mí, para ti que ahora lees esta reseña de “Crimen y Castigo” de Dostoievski: ¿Estarías dispuesto a llevar a cabo cuanto consideres justo e incluso legítimo y aunque con ello te aísles o te aíslen de los demás? ¿Estarías dispuesto a la malignidad, a la crueldad, si con ello garantizarías un bien mayor? Esta imprescindible obra nos desvela la complejidad de la respuesta.

“Esto no es más que humo, niebla, una cuerda que vibra entre brumas. Su artículo es absurdo y fantástico, pero ¡respira tanta sinceridad! Rezuma un insobornable y juvenil orgullo, y también osadía y desesperación”


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