“Hay personas que tienen la habilidad de determinar el futuro de los
demás y el suyo propio y hay otras, como Eulalia, para las que ese futuro
siempre está en la cuerda floja”
Novela que se lee fácil, sí, que
es entretenida, sí, ágil, sí. Salvo matices, en este libro de Elvira Lindo, “Algo
más inesperado que la muerte” (Alfaguara, 2007), no vamos a encontrar su
registro crítico e irónico al que nos tiene acostumbrado en su columna semanal
en El País, o por el mal llamado género menor de la serie “Manolito Gafotas”.
Tal vez sea este, el registro, dramático en estas páginas, por el propio
argumento y por la enorme solvencia y atractivo de una de sus subtramas. La
sinopsis editorial hace justicia a los inicios de la novela, por supuesto, no
al resto o a sus extensas semblanzas entreveradas: “¿Y si lo supiese todo el
mundo, menos tú? Eulalia tiene muy claro lo que quiere. Está casada con un
escritor consagrado que tiene treinta años más que ella. Ambos forman parte de
ese hilo de personas del que, si uno tirara, sacaría una por una a todas las
celebridades de este mundo. A través de la protagonista, y a partir de una
llamada telefónica de consecuencias imprevisibles, conoceremos la galaxia, no
siempre nítida, que rodea a la gloria literaria: de las ambiciones y frustraciones
de quienes necesitan ser admirados a las peripecias de los que buscan compartir
su fama. Un mundo en el que, como en todos, lo más importante es sobrevivir. Y
el sexo no es la peor arma para conseguirlo. Los años en que este país cambió
su aspecto de manera radical son el contexto en el que todos, tanto los
personajes principales como aquellos con los que se entrelazan sus vidas, van a
encontrar alguna inquietante sorpresa. Narrada con una ironía y una lucidez
capaces de deshacer cualquier lugar común, esta novela abre nuevos y asombrosos
caminos en la brillante trayectoria creativa de Elvira Lindo”.
Sea como fuere, a excepción de
cuanto denomino de despuntes en los hilos de su trama, es un relato sólido,
sincero, estimable, ciertamente interesante, nada más. Considero esta novela,
no obstante, como una historia que contiene muchas otras historias en sí y que
merecerían éstas otras historias, otros libros, en especial el asunto de Gaspar
y al que luego me refiera con mayor detenimiento.
El tejido trenzado entre los
distintos personajes, que salta de forma autónoma de aquí a allá, que crea
confusión, hasta converger en un final aunque predecible, sorprendente, no me
ha reportado otras emociones a las de la propia y mecánica lectura, otras
sensaciones en el perfil y actitud de sus protagonistas, ni entre el matrimonio
del escritor célebre y su mujer, periodista, treinta años más joven, ni por los
otros protagonistas que gravitan en torno a ellos: la madre de Eulalia tan extravagante
para los tiempos, exagerada, o la ambigua “chacha” que resulta ser muy precisa
en romper, para sí misma, todo este cuadro del mundo de las apariencias que
tilda el libro.
En algo más de 300 páginas, todo
este nudo y revuelo biográfico de sus personajes, aun reserva un importante
hueco para el contexto, los escenarios del ayer concretados en dos épocas: la
primera, correspondiente al gobierno socialista en España de los años 80, y con
el que la autora se muestra beligerantemente crítica; y la otra, destacable, de
las peripecias del padrastro de Eulalia, Gaspar, durante la Guerra Civil y
postguerra. Esta parte, para mí, lo mejor de la novela, por la propia historia
en sí, por rescatar mimbres de nuestra memoria histórica, nuestras raíces
colectivas, por su palabra sencilla, firme, poética incluso, lúcida… Un relato
interpolado que por sí mismo merecería otra novela y no ser eso, una anécdota,
una parte esencial en esa intención de la escritora de llenar páginas con
material de relleno a la trama principal que, a pesar de su recurso de
folletín, resulta interesante, engancha con ese misterio que surge tras la
inaplazable llamada de la asistente a Eulalia y que se resuelve,
inesperadamente, también de manera satisfactoria, con una escena de diálogo
vivo, violento, teatral casi, entre señora y asistente. Un libro entretenido,
bien escrito.
“Los adalides de la sinceridad nunca han recibido ninguna crítica porque
su espíritu incisivo les sirve de escudo protector contra cualquier ataque”
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