“Míranos en cambio a nosotras, pobres mujeres, obligadas a escribir a
escondidas, a publicar bajo seudónimos, a ocultar todo este fuego dentro de
nosotras, disimulando como si fuéramos ladrones el anhelo y la furia”
Una vez más Ángeles Caso me ha
atrapado con su bella y poderosa prosa, con la pasión y entretenimiento de su
narrativa, volviendo a dejarme el problema, o la insatisfacción mejor, de que
sus obras, tengan el número de páginas que tengan, siempre me resultan cortas.
En “Todo ese fuego” (Planeta, 2015), una novela biográfica o una biografía
novelada, o ni una ni otra, la escritora investiga de manera rigurosa, arma
todo un rompecabezas de piezas sueltas, conocidas, desconocidas y sugeridas,
para recrear la vida real de las hermanas Brontë, en un ambiente rural frío,
gris y rudo del XIX inglés. A pesar de una educación y cultura muy superiores a
la media de la época y promovidas por el padre de ellas, el reverendo Patrick
Brontë, inaudito en una época donde a la mujer se la mortificaba en un papel
muy secundario de la sociedad y uncida al hombre, y de los escritos de las
jóvenes basados en experiencias amorosas no correspondidas, tuvieron una
existencia desdichada en las que la lectura y la escritura se convirtieron en
el fuego que las mantuvo vivas, en el fuego de la salvación. ¿Quiénes eran
estas hermanas Brontë? No eran unas mujeres pueblerinas, de resignado espíritu
victoriano, ignorantes, y como una de ellas, Charlotte, dio la impresión en el
prólogo de su novela más universal, no. Las hermanas Brontë fueron, ni más ni
menos, que Anne Brontë, autora de “Agnes Grey”, la aludida Charlotte Brontë,
creadora de “Jane Eyre”, y Emily Brontë que escribió “Cumbres borrascosas”.
“16 de julio de 1846. En la casa parroquial del pueblecito inglés de
Haworth, las tres hijas del pastor comienzan la jornada ocupándose de las
tareas domésticas mientras esperan que llegue la tarde, cuando puedan sentarse
juntas para dedicarse a escribir a escondidas las novelas que ansían publicar.
Son las hermanas Brontë, tres mujeres solteras de alrededor de treinta años
que, desde la infancia, gracias a la literatura, han sobrevivido a las
tragedias familiares, la falta de recursos económicos y el aislamiento.
Durante ese verano, Charlotte escribe Jane Eyre. Emily se dedica a
Cumbres borrascosas. Y Anne se concentra en Agnes Grey. Ignorando el
extraordinario destino que espera a sus obras literarias, las tres vierten en
ellas sus sueños, sus frustraciones y sus pasiones ocultas, convirtiendo
aquella casa oscura y vulgar, atravesada por las muertes tempranas de muchos de
sus habitantes, en un espacio lleno de luz.
Todo ese fuego es una novela exquisita que bucea en la vida de tres
asombrosas mujeres llenas de talento, que consiguieron rebelarse contra las
crueles normas de la sociedad victoriana y convertirse en grandes escritoras en
un mundo reservado a los hombres”
Las Brontë y las adversidades concurrieron
en una. Hijas de un reverendo pobre y de madre que murió joven dejando seis hijos,
el mayor de 6 y el menor de 1, todas mujeres, salvo el cuarto, Branwell, al que,
de acuerdo a las normas y costumbres impuestas en la obtusa sociedad
victoriana, se plegaron, sacrificando sus propios sueños para hacer del varón
un escritor de renombre.
Pronto las dos hermanas mayores murieron de
tuberculosis. Mi primera sorpresa al leer este libro fue, en un mundo que
arrinconaba a la mujer, el padre, recordemos que reverendo, inculcara a sus hijas
a la lectura, a la reflexión sobre política y otros temas solo permitidos a los
hombres, y a escribir. Las jóvenes, aunque llevaban todo el peso de las labores
domésticas, al final de las mismas encontraban su tiempo necesario para, en la
apartada rectoría donde vivían, al calor de la chimenea, acomodadas a la mesa,
leyeran y, sobre todo, escribieran. Las desdichas, sin embargo, tiraban: En sus
ocasionales trabajos como institutrices, trabajos humillantes que las alejaban
de sus encuentros e ilusiones, o cómo su hermano fracasaba en todas las
expectativas, borracho y drogadicto, hasta que murió. Charlotte, de las tres
hermanas, era la más entusiasta, la que pergeñaba un destino que les garantizara
estar juntas y continuar en ese universo paralelo de escritura y lectura. “La mala suerte suele ser una gran excusa
para muchas de las frustraciones comunes de la vida. Charlotte Brontë sabía muy
bien que la vida parece estar dotada de una especial perseverancia para la
crueldad”. Tras unas iniciativas que no llegaron a buen puerto, tras
descubrir unos sublimes poemas de Emily, Charlotte propone a sus hermanas
publicar un poemario conjunto, luego esta propuesta se incrementó con que cada
una escribiera una novela. Y entonces, en 1846, bajo pseudónimos masculinos,
Currer, Ellis y Acton Bell, (no estaba bien visto que las mujeres escribieran) dilataron
la historia de la literatura con:
“Jane Eyre”, el espejo del amor
no correspondido que Charlotte vive en Bruselas con su profesor de francés, un
hombre casado.
En “Cumbres borrascosas” Emily relata
la historia desesperada de Heathcliff y Cathy, reflejo de su probable amor
adolescente con Robert Clayton, un muchacho pobre y asilvestrado con quien
jugaba en los páramos de Haworth.
“Agnes Grey”, o la recreación de
las vivencias de Anne en diferentes trabajos, junto con su factible relación
con William Weightman, coadjutor de su padre, fallecido pronto.
Insisto en este detalle, porque
es notorio en Ángeles Caso que subraye la importancia de estas experiencias
amorosas, tal vez no correspondidas, ya que influyeron en la creación de sus notables
obras. El éxito, en 1847, de “Jane Eyre” fue extraordinario, no tanto o ínfimo
con las novelas de sus dos hermanas. Emily, de hecho, no quiso publicar más y
Anne, junto con Charlotte, insistieron. En 1849, con 30 y 29 años, Emily y Anne
mueren. Charlotte revela la verdad de quién está tras las obras reseñadas.
“Somos indiferentes a la sonoridad vulgar del mundo. Al cabo de una
vida, nuestros oídos escuchan millones de ruidos distintos. Hemos evolucionado
de tal manera que el cerebro apenas los distingue ni los registra. Si
prestáramos atención a cada uno de los sonidos que nos rodean, nos volveríamos
locos…”
“Todo ese fuego”. Las hermanas
Brontë. Tres vidas sublimadas del anonimato, el fuego del deseo para que todo
fuera diferente, y que dejaron la incongruencia, el absurdo, de la desigualdad
social y de género. Ángeles Caso, en una narración viva y precisa, deleita
magistralmente este universo de las tres hermanas Brontë, permite con sus
letras que conozcamos a las mujeres o geniales escritoras de una manera muy
cercana, de ver incluso en la profundidad de sus ojos, de verlas correr por los
páramos, de compartir su emoción en la cascada del río, la desolación del
cementerio, el crudo paisaje, de recogernos con ella en la cocina de la
rectoral, frente al hogar, escuchando incluso el garrapateo de la pluma en el
papel que aprovechaban al máximo, el palpitar de sus corazones por la pasión,
el color de sus sueños, incrementando estas sensaciones, enalteciéndolas, con
poemas, con textos de sus propias historias clásicas. “La vida es furia y hielo” Emociona y atrapa lo que vamos leyendo,
como si estuviéramos asistiendo a una historia que nos compete, muy personal,
muy próxima, junto con las tres hermanas. Una novela, o una biografía novelada,
inmensa, extraordinaria.
“Escribir era sin duda un acto egoísta, un ansia que llegaba a
convertirse en una obsesión, emponzoñando el resto del tiempo, esparciendo el
veneno de su totalitario anhelo sobre todas las horas que las obligaciones de
la casa, las necesidades comunes o la responsabilidad hacia los demás les
robaban a los momentos de la creación, tan intensos para cada una de ellas, tan
aislados del mundo y llenos de placer y dolor, como el éxtasis de una mística”
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