Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 25 de febrero de 2016

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "La perla" de John Steinbeck

“Una fuerza eléctrica le había invadido en el momento de descubrir la derrota de los horizontes”



Basada en una leyenda mejicana, John Steinbeck, Nobel en 1962, escribe esta magnífica novela, “La perla”, (Ediciones Orbis y Editorial Origen, Barcelona, 1982), un libro que no tiene que ser extenso para ser excelente. Narra las peripecias de un pobre pescador indígena que, tras encontrar “la perla del mundo”, es víctima de la falsedad y la persecución de una sociedad materialista y deshumanizada, tan distinta a la suya. El pescador Kino no renuncia a una nueva realidad de ilusiones y comodidades que sólo el dinero y la sociedad del mal llamado “primer mundo”, de los blancos, pueden proporcionarle, y tal paradoja provoca el conflicto interior del protagonista. Narrado con un profundo lirismo, preciosista, esta historia conmovedora, de estudiada simplicidad, tiene un instructivo sentido figurativo: la sabiduría conlleva la pérdida de la inocencia y, como la misma perla, se gesta en el sufrimiento.

Un libro tremendo sobre el abuso de poder y la indefensión de los que menos tienen. Un libro incendiario, para abrir conciencias, y en el objetivo, como el propio Steinbeck afirma, de: “Trasladar su obra a la realidad de su época”, convertirse en “el perro guardián de la sociedad […] y satirizar su estupidez, atacar sus injusticias, estigmatizar sus lacras”

“El sol […]. Levantó la humedad del estuario […] y la dejó colgada en el aire en una suerte de capas trémulas, de tal modo que el aire vibraba ofreciendo una visión inconsistente”

En la síntesis del realismo naturalista y el periodismo, el autor infunde una carga de emotividad y simbolismo humanista importantes en el argumento; de hecho, su prosa es alegórica, casi espiritual, “Los ojos oscuros de la mujer reflejaban las estrellitas del cielo”, en la defensa, casi épica, de los desfavorecidos. No en vano ciertos críticos lo apodaron como el “novelista proletario”, quizás por su postura hacia, curioso e interesante concepto, un socialismo redentor.

Una dura crítica social de la pobreza y la miseria humana y, por lucida imposición del Nobel, sin que éste juzgue u opine en su papel de narrador de esta desigualdad, el abuso de poder o la mezquindad de los más poderosos.
Ahí está, en sus páginas, el enfrentamiento, o más bien el antagonismo, de dos mundos, seguro que sintetizados tras el recurso metafórico de la “Canción del Mal” en contraposición a la “Canción de la familia”. La desesperación del ser humano cuando, a través del descubrimiento fortuito de la riqueza, la perla, de una fortuna material, toma otra y falsa consciencia de su desgracia, la de sus ansías de ser como uno más de los del otro mundo. No obstante, la perla, en vez de ser un medio para la consecución de una nueva vida, significa la derrota definitiva de su realidad abocada hasta el fondo de la pobreza, material y emocional. La terrible, e implacable, lucha de los protagonistas, o la de Kino, contra el fracaso, en la necesidad, vital, de, a través de ese medio, la perla, vencer a los acomodados, hacer justicia con la educación y cultura que aquellos usurpan:

“En la perla veía a Coyotito sentado en un pupitre de la escuela, exactamente igual al que Kino había visto una vez por el resquicio de una puerta. Y Coyotito llevaba puesta una chaqueta, una camisa blanca y una corbata ancha de seda […] Mi hijo abrirá los libros y los leerá. Y mi hijo sabrá escribir y escribirá. Y mi hijo sabrá de números. Y esto nos hará libres porque sabrá y, como él sabrá, nosotros aprenderemos de él”

Prevalece un mensaje de resignación pavorosa, los pobres siempre serán pobres, sin que valga nada este encuentro con la fortuna, puntual y anecdótica; pues esta, en vez de arrojar la miseria de sus vidas, traerá su destrucción. Un final de la novela inesperado, terrible, desesperanzador…

Una gran historia que merece ser leída.


“Había perdido todo un mundo y no había ganado otro. Y ahora Kino tenía miedo”.

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