“Una fuerza eléctrica le había
invadido en el momento de descubrir la derrota de los horizontes”
Basada
en una leyenda mejicana, John Steinbeck, Nobel en 1962, escribe esta magnífica
novela, “La perla”, (Ediciones Orbis y Editorial Origen, Barcelona, 1982), un
libro que no tiene que ser extenso para ser excelente. Narra las peripecias de
un pobre pescador indígena que, tras encontrar “la perla del mundo”, es víctima
de la falsedad y la persecución de una sociedad materialista y deshumanizada,
tan distinta a la suya. El pescador Kino no renuncia a una nueva realidad de
ilusiones y comodidades que sólo el dinero y la sociedad del mal llamado
“primer mundo”, de los blancos, pueden proporcionarle, y tal paradoja provoca
el conflicto interior del protagonista. Narrado con un profundo lirismo, preciosista,
esta historia conmovedora, de estudiada simplicidad, tiene un instructivo
sentido figurativo: la sabiduría conlleva la pérdida de la inocencia y, como la
misma perla, se gesta en el sufrimiento.
Un
libro tremendo sobre el abuso de poder y la indefensión de los que menos
tienen. Un libro incendiario, para abrir conciencias, y en el objetivo, como el
propio Steinbeck afirma, de: “Trasladar su obra a la realidad de su época”,
convertirse en “el perro guardián de la sociedad […] y satirizar su estupidez,
atacar sus injusticias, estigmatizar sus lacras”
“El sol […]. Levantó la humedad
del estuario […] y la dejó colgada en el aire en una suerte de capas trémulas,
de tal modo que el aire vibraba ofreciendo una visión inconsistente”
En
la síntesis del realismo naturalista y el periodismo, el autor infunde una
carga de emotividad y simbolismo humanista importantes en el argumento; de
hecho, su prosa es alegórica, casi espiritual, “Los ojos oscuros de la mujer reflejaban las estrellitas del cielo”,
en la defensa, casi épica, de los desfavorecidos. No en vano ciertos críticos
lo apodaron como el “novelista proletario”, quizás por su postura hacia,
curioso e interesante concepto, un socialismo redentor.
Una
dura crítica social de la pobreza y la miseria humana y, por lucida imposición del
Nobel, sin que éste juzgue u opine en su papel de narrador de esta desigualdad,
el abuso de poder o la mezquindad de los más poderosos.
Ahí está, en sus
páginas, el enfrentamiento, o más bien el antagonismo, de dos mundos, seguro
que sintetizados tras el recurso metafórico de la “Canción del Mal” en
contraposición a la “Canción de la familia”. La desesperación del ser humano
cuando, a través del descubrimiento fortuito de la riqueza, la perla, de una fortuna
material, toma otra y falsa consciencia de su desgracia, la de sus ansías de
ser como uno más de los del otro mundo. No obstante, la perla, en vez de ser un
medio para la consecución de una nueva vida, significa la derrota definitiva de
su realidad abocada hasta el fondo de la pobreza, material y emocional. La
terrible, e implacable, lucha de los protagonistas, o la de Kino, contra el
fracaso, en la necesidad, vital, de, a través de ese medio, la perla, vencer a
los acomodados, hacer justicia con la educación y cultura que aquellos usurpan:
“En la perla veía a Coyotito
sentado en un pupitre de la escuela, exactamente igual al que Kino había visto
una vez por el resquicio de una puerta. Y Coyotito llevaba puesta una chaqueta,
una camisa blanca y una corbata ancha de seda […] Mi hijo abrirá los libros y
los leerá. Y mi hijo sabrá escribir y escribirá. Y mi hijo sabrá de números. Y
esto nos hará libres porque sabrá y, como él sabrá, nosotros aprenderemos de
él”
Prevalece
un mensaje de resignación pavorosa, los pobres siempre serán pobres, sin que
valga nada este encuentro con la fortuna, puntual y anecdótica; pues esta, en
vez de arrojar la miseria de sus vidas, traerá su destrucción. Un final de la
novela inesperado, terrible, desesperanzador…
Una
gran historia que merece ser leída.
“Había perdido todo un mundo y
no había ganado otro. Y ahora Kino tenía miedo”.
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