"... ese recuerdo plástico, no ya tan sólo propio de la memoria,
sino corpóreo, de una persona amada que nos habla a todos los sentidos y que
está presente en todos los sentidos, de suerte que no podemos hacer nada sin
percibir a nuestro lado su presencia, muda e invisible"
Tibieza, ni frío ni calor, de
esta manera tan sensitiva estimaría este libro de pasajes ligeros y otros
agotadores, unos leíbles y otros pasables, sobrantes. Sopesando el peso del que
ha sido considerado como un clásico literario del siglo XX, “Las tribulaciones
del estudiante Törless” de Robert Musil (1906) (El País, 2003) no ha marcado mi
interés ni lo hará en mi memoria literaria; me ha desilusionado más que
entusiasmado, salvo por un uso de los adjetivos separados por unas audaces
comas, muy poco de la parte llamémosle psicológica, de hecho ésta se enmarca
entre las novelas de aprendizaje o de iniciación a la vida, y sin atractivo por
la parte biográfica del propio Musil tras su paso por una academia militar en
su juventud y que pudo inspirar el relato. Su peso contrario, su lastre, va a
significar que esta reseña no sea benévola. Considerándome, en momentos, un
lector atribulado por las escenas aceleradas de las tribulaciones del
estudiante Törless, ignoraba dónde conducían, hasta que son matizadas con una
pátina abstrusa de reflexión, de introspección, el esfuerzo de significar con
palabras estados emocionales o existenciales de su protagonista y en la extrapolación
en el devenir de su mundo. Hay esfuerzos inmerecidos por entender tantos
matices. Y a esto se añadiría la prosa nada fácil de Musil, compleja y afectada.
“Los verdaderos hombres son únicamente aquellos que pueden penetrar en
sí mismos, hombres cósmicos, que son capaces de sumergirse en el gran proceso
del mundo”
Esta es la historia de Törless, joven
sentimental y abstraído, en un centro de enseñanza para estudiantes adinerados.
Esta es la historia de la huella en el estudiante de una hipersensibilidad, de
un ramalazo filosófico, místico, o lo que sea y ajeno a la realidad, y que
marca, y complica, su visión y relación con el resto de sus ociosos compañeros,
más con los de su círculo íntimo. En este círculo íntimo surge el áspero acoso
y abuso de dos compañeros, Beineberg y Reinting, sobre otro, Basini, a quien
descubren robando y a través de quien aflora en Törless sus emociones
reprimidas o inéditas. Entre estas emociones, la atracción por Basini que
recorre un amplio espectro desde la ensimismamiento, pasando por una
sensualidad cohibida, y hasta finalizar con cierto matiz intelectual, hace que
Törless se sumerja en la perplejidad, en la turbación, en la exigencia de tomar
un nuevo asiento en el mundo, en la realidad, reaccionando ante una madurez
acelerada, también insólita, adolorida, y diferente. La madurez que despliega
no un conocimiento sensato o ajustado o profundo a cuanto rodea al joven
Törless, sino su incertidumbre absoluta, por todo.
“Sí, existen pensamientos muertos y pensamientos vivos. El pensamiento
que se mueve en la superficie alumbrada por los rayos del sol, que siempre
puede referirse al hilo de la causalidad, no tiene por qué estar vivo. […] Un
pensamiento que quizá ya había atravesado nuestro cerebro hace mucho tiempo
sólo cobra vida en el momento en que se le suma algo que ya no es pensamiento,
que ya no es lógico, de modo que sentimos su verdad más allá de toda
justificación […]. Un gran conocimiento sólo ocurre a medias en el círculo
luminoso del cerebro y es, sobre todo, un estado anímico, en cuya punta más
alta el pensamiento sólo está posado como una flor.
Törless únicamente había requerido una conmoción del alma para impulsar
ese último brote a las alturas”
Musil recrea un escenario oscuro,
insinuado tras ese lugar secreto, lúgubre y maloliente, bajo el tejado del
instituto, y en donde se llevan a cabo las perversiones y fanfarronadas que
hacen trastocar y cambiar la concepción psicológica de Törless; protagonizado
por personajes desacostumbrados en estos ambientes, ajenos a estereotipos y
conductas, tanto en la parte abstracta o metafísica o anímica o… como en el
comportamiento brutal de los abusos físicos y morales hacia otro compañero; sin
importarle al autor que la descripción del mismo resulte una tarea ardua para
el lector, e importándole solo, a Musil, la interpretación de esta aridez
reflexiva o sentimental, enrevesada, en boca del joven Törless, creando el
desconcierto, la confusión, como esa indefinición sexual en los protagonistas,
latente, o esa confusión de olores, ese aroma que desprende el corpiño de la
madre con el hedor a establo de la prostituta de Bozena para refutar
diferencias complicadas, y para lo que no sirve la excusa de la cita de
Maeterlinck que encabeza el libro, la de permitirse ciertas licencias en la
descripción o significado de aquello inefable, enigmático o inextricable. Decepcionado
por esta lectura.
“Y entre la vida que se vive y la vida que se siente, que se presiente,
que se ve desde lejos hay como una estrecha puerta que marca esa invisible
frontera y en la cual se agolpan las imágenes de los hechos para penetrar en
los hombres”
“En la soledad todo está permitido.
¿Hay una ley general según la cual en nosotros existe algo más fuerte,
más grande, más hermoso, más apasionado, más oscuro que nosotros mismos?”
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