“No fue tanto el descubrimiento de una única pista como la conexión
entre muchos pequeños detalles. Ese momento en que el sol cambia de ángulo y
una telaraña, antes invisible, comienza a brillar como plata finamente hilada”
No me ha defraudado esta nueva
novela, “El último adiós” (Editorial Suma, 2015), de Kate Morton; al contrario,
buenos ratos que me han amenizado sus 576 páginas. Kate Morton es una garantía escriba
lo que escriba, sea porque repite la fórmula que tanto éxito, desde el “Jardín
olvidado”, le ha reportado, y si algo funciona… para qué cambiarlo, ¿verdad? Y
no es fácil mantener el nivel novela tras novela. Y en esta última, por tanto,
nos encontramos con otra saga familiar estructurada en diversos hilos
temporales, combinando misterios y secretos familiares con una historia de amor
que los justifica; engancha desde las primeras páginas hasta el final, con
sorprendentes giros argumentales que elevan sonoras, literales en mi caso,
interjecciones de sorpresa. Transcribo la sinopsis editorial del libro y luego os
comento:
“Una historia de misterio
orquestada por personajes pintorescos y ambientada entre los años treinta y la
actualidad. Una novela absorbente como solo Kate Morton, autora de El jardín
olvidado, sabe hacerlo. Todas las familias tienen secretos. Y, para algunas,
basta solo un acontecimiento para cambiarlo todo. Un niño desaparecido... Junio
de 1933: en Loanneth, la mansión en el campo de la familia Edevane, todo está
limpio y reluciente, listo para la tan esperada fiesta de solsticio de verano.
Alice Edevane, de dieciséis años y escritora en ciernes, está especialmente
ilusionada. No solo ha encontrado el giro argumental perfecto para su novela,
también se ha enamorado perdidamente de quien no debería. Pero para cuando
llegue la media noche y los fuegos artificiales iluminen el cielo estival, la
familia Edevane habrá sufrido una pérdida tan grande que tendrá que abandonar
Loanneth para siempre... Una casa abandonada. Setenta años más tarde: después
de un caso especialmente complicado, Sadie Sparrow, investigadora en Scotland
Yard, está cumpliendo un permiso forzoso en su trabajo. Refugiada en la casa de
su abuelo en Cornualles, pronto comprueba que estar ociosa le resulta
complicado. Hasta que un día llega por casualidad a una vieja casa abandonada
rodeada de jardines salvajes y espesos bosques y descubre la historia de un
niñito desaparecido sin dejar rastro... Un misterio sin resolver. Mientras
tanto, en el ático de una elegante casa en Hampstead, la formidable Alice
Edevane, ya anciana, lleva una vida tan cuidadosamente planeada como las
novelas policíacas que escribe. Hasta que una joven detective empieza a hacer
preguntas sobre su pasado familiar en un intento por desenterrar la intrincada
maraña de secretos de los que Alice ha pasado toda su vida tratando de escapar.
La crítica ha dicho... «La escritora superventas Kate Morton sobresale una vez
más con esta novela de misterio con la Inglaterra de la década de 1930 como
sugerente telón de fondo. La trama es impecable y los personajes, modelados con
habilidad y reunidos al final del libro como resultado de la investigación de
Sparrow, quedan tan sorprendidos como los lectores por el inesperado
desenlace.» Publishers Weekly «Morton es la mejor creando misterios
absorbentes.» PEOPLE «Morton escribe con maestría novelas con aroma a otra
época y llenas de atmósfera, con tramas suficientes para llenar el ático del
castillo de Milderhurst.»”
“El último adiós” está distribuido
en treinta y cinco capítulos en los que se estructura y alternan sus dos líneas
argumentales, el comienzo de cada uno de ellos indica lugar y fecha pertinente.
Si la trama desarrollada en Londres y Cornualles en el año 2003 mantiene una
pauta lineal, la correspondiente al pasado salta a diferentes momentos: Cornualles
en 1914, con episodios en 1923, Londres a principios de los años 30,
imprescindibles para la comprensión y ajustes de las distintas piezas del asunto
o, en este caso, del enigma en torno a la desaparición del niño Theo. La autora
usa el narrador omnisciente para relatar la historia, figura oportuna para
llegar y dinamizar con soltura todas y cada una de las perspectivas a las que
se abre la narración, empleando una prosa sencilla, de fácil lectura, esmerada en
el detalle. El ritmo, insisto, mantiene su constancia desde el principio,
logrando atrapar la atención con las interrogantes y giros en la acción,
dosificando poco a poco y con maestría la información para ir situando pieza a
pieza en la resolución final del secreto e historia.
No me gusta el título que han
puesto en España a la novela, dicho sea de paso. Me parece mucho más adecuado
el que tiene en su versión original: “La casa del lago”, (“The lake house”),
más explicativo de la historia narrada. Ni mucho menos apruebo la portada, el
niño que aparece en ella no tiene ningún antecedente en la narración, y,
evidentemente, ni es ésta ilustrativa ni sugerente.
“A veces amar de lejos era todo a lo que podíamos aspirar. Y era mejor,
sin duda, que no haber amado”
Los personajes están muy bien
definidos, pletóricos de matices, con personalidades propias y atractivas por
su fuerza y carácter. La saga familiar: “Todas
las familias eran un cúmulo de historias, pero al parecer la suya contenía más
capas de cuentos y versiones que la mayoría. Eran muchos, para empezar, y a
todos les gustaba hablar y escribir y hacerse preguntas” Como es habitual
en las obras de Kate Morton, las mujeres son las protagonistas principales. Y en
esta novela no va a ser la excepción, ni mucho menos, aunque resulte complicado
elegir a una de entre Sadie, Alice o Eleanor. Alice quizás sea el personaje más
complejo, la que se nos presenta en el pasado como una adolescente con una
interesante vocación de escritora de novelas negras, y luego, en la actualidad,
ya anciana, convertida en una autora famosa y consagrada, conviviendo con los
demonios negros de los secretos del ayer y que la definieron en la mujer que es
en 2003. Un personaje esencial para la comprensión y articulación de la trama
secreta:
“Los libros de Alice eran
misterios típicamente ingleses, pero no tenían nada de amables. Eran novelas
negras que los críticos gustaban de describir como “pisológicamente tensas” Y
“moralmente ambiguas”, más interesadas en el por qué y el cómo que en el quién.
Como ella misma había dicho en una entrevista célebre para la BBC, el asesinato
en sí mismo no le interesaba; lo que le fascinaba era la voluntad de matar, el
factor humano, el fervor y la furia que motivaban ese acto atroz” Secretos asimismo
guarda, probablemente más certeros, Eleanor, la madre de Alice, y a mi gusto el
mejor personaje del libro, por su carácter, biografía, y decisión: “Su rostro era una máscara agradable que no
expresaba nada, uno de esos rostros que nadie mira mucho tiempo. La mujer del
cristal era todo lo que ella se había jurado no llegar a ser Sin duda, no era
la persona en la que Eleanor la Aventurera había deseado convertirse. A veces
pensaba en su álter ego de la infancia, esa niña de mirada salvaje y curiosa,
cabello rebelde y poderoso espíritu aventurero. Que no había desaparecido en su
interior, sino que se había transformado en perla y le había alejado rodando.
Que aguardaba en algún lugar a que las hadas la encontraran y el bosque le
devolviera la vida” Y por último Sadie Sparrow, la detective, el personaje bisagra
que conecta pasado y presente al interesarse por los hechos ocurridos con la
desaparición del niño Edevane e iniciar la investigación. Considero, por otra
parte, incongruente, innecesario, como un relleno improductivo que ha
ralentizado la historia principal, el caso policial en el que está Sadie implicada
y que posibilitó su forzoso descanso en Cornualles para dedicarse a los menesteres
más afines al guion.
Junto a estas tres mujeres
aparecen los otros personajes secundarios, masculinos, aunque de relevante concurso
en los hechos y, no por ello, Morton ha descuidado su caracterización, al
contrario: el abuelo de Alice, Bertie, Anthony, marido de Eleanor, y Ben, un
empleado jardinero en torno al que… ¡suspense!
La ambientación es otro de los
puntos fuertes de Kate Morton. En “El último adiós” nos ofrece cuidadas y esmeradas
descripciones de los escenarios en los que se desarrolla su argumento o sus
historias. Cornualles es el lugar. Un lugar de encanto, mágico, en especial la residencia
familiar de los Edevane, Loeanneth, una casa rodeada de jardines y aledaña a un
lago, solariega en un claro del bosque. Vemos con todo detalle el espacio, como
si estuviéramos allí. “Por un capricho de
la geografía, la gente no llegaba inesperadamente a Loeanneth. La finca se
hallaba en una hondonada, rodeada de una densa maraña de bosques, al igual que
las casas de los cuentos y hadas. (Y de las pesadillas, aunque por entonces
Alice no tenía motivos para pensar algo así)”
“El último adiós”, en definitiva,
ha sido un libro que me ha entretenido y por su especial habilidad de
engancharme desde el comienzo en torno al misterio suscitado por la oscura desaparición
del niño Theo Edevane. Insistiré en lo aludido al principio de esta reseña, con
toda su carga anecdótica pero consecuente con la pericia de la autora de
atrapar al lector, cómo me iba sorprendiendo, acentuando la sorpresa con exclamaciones
bastante sonadoras, con cada descubrimiento, con cada giro argumental, con
todas y cada una de las teorías, de las hipótesis, todas y cada una que emergían
para después caer en la perplejidad, con las que trataba de desvelar el
desenlace de la narración. Magnífico acierto de la autora. La clave de la
novela, de hecho, se encontraría en algo que Alice Edevane indica acerca de la
construcción de la novela perfecta… Y es que Kate Morton no solo juega
continuamente con nosotros, con los lectores, sino que la dejamos y nos
complace que lo haga, conduciéndonos o dejándonos llevar por unos derroteros
que van cayendo uno tras otro en un callejón sin salida, en la irresolución que
solo se resuelve con una vuelta al origen, a comenzar de nuevo. Muy hábil la
escritora. “La clave de la novela
perfecta, había decidido Alice, era hacer girar la historia alrededor de la
solución a un crimen y al mismo tiempo engañar al lector dándole la impresión
de estar haciendo una cosa cuando en realidad hacía otra muy diferente”
“No deja de ser uno de esos rompecabezas con los que disfrutaba Alice de
pequeña, aunque combina el interés no sólo el saber el por qué, sino el cómo:
Hoy día el por qué prevalecía sobre el cómo, pero por aquel entonces, Alice no
había dado importancia a la sugerencia de tratar el fascinante tema de por qué
una persona común y corriente puede llegar a cometer un crimen; solo le habían
interesado los trucos y los rompecabezas”
Y en sus últimas páginas, al
final de la historia, ensamblados todos los fragmentos del puzzle, tengo que
reconocer la existencia de detalles, o de una parte de la trama que no me ha
gustado su dilucidación, que me ha resultado un tanto forzada y que, por no
arriesgarme en cometer espoiler, dejaré en la opinión particular de los que
hayan o así decidan leer este “El último adiós”. Y no es desmerecer la enorme
capacidad de Kate Morton en sorprendernos, en tendernos trampas en las que
gustosamente deseamos caer y caemos, de dar no una sino unas cuantas vueltas de
tuerca al misterio hasta su desenlace como en las clásicas novelas negras.
Pero, insisto, está ese componente, esa aclaración, que no resulta, por su
coincidencia, creíble, por no estar lo suficiente y previamente acordada, un
apresuramiento notorio y que desluce, no mucho, cierto, la interesante y amena
historia.
“-¿Qué extraño, ¿no?, desenterrar los secretos de quienes ya no están
con nosotros. No es como tus casos normales, donde el fin es detener y castigar
al culpable, En este caso no queda nadie a quien castigar”
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