“El arte del engaño consiste en hacer creer, no en engañar”
No tan trepidante a la anterior y
primera entrega, “Memento mori”, el desafío narrativo de César Pérez Gellida en
“Dies irae” (Suma de Letras, 2013) se hace más sofisticado, más retorcido y para
conseguir una construcción de mayor solidez, muy bien trenzada, visualmente
única, y notable en su narración. En esta segunda parte de la trilogía “Versos,
canciones y trocitos de carne”, nuestro Jo Nesbo hispánico (aunque si las
comparaciones son odiosas mejor situarlas en su justa medida e invertir los
elementos del símil; es decir, los nórdicos tienen en Jo Nesbo a nuestro César
Pérez Gellida) continúa explotando y renovando el género negro en una novela para
ver, oír, estremecer y comprender; en excepción a la regla de que segundas
partes nunca fueron buenas. Más cuando comienza con un sobrecogedor prólogo de
Jon Sistiaga, “La mirada de las 200 yardas”, que ya constituye por sí mismo el
mejor aviso de lo que vamos a encontrar en las siguientes y turbadoras 568
páginas.
¡OJO! Antes de exponer las consideraciones
obvias acerca del estilismo y argumento, prevengo al lector de esta reseña que
pase de puntillas por la misma, o mejor no la lea si no ha leído la novela antecesora
“Memento mori”. Y si aún no lo han hecho, háganlo, de ninguna de las maneras se
sentirán defraudados.
“La acción de este thriller
implacable arranca en la peculiar ciudad italiana de Trieste, frontera entre
dos mundos. Augusto Ledesma elige el que fuera hogar de James Joyce como primer
escenario para continuar su siniestra obra, que alimenta del aliento de sus
víctimas y de la humillación de sus perseguidores. Hasta allí se trasladará el
inspector Ramiro Sancho en su frenética y obsesiva persecución de un asesino en
serie que parece haber acentuado su voracidad. Entretanto, al otro lado de la
frontera, el psicólogo criminalista y exagente del KGB Armando Lopategui,
«Carapocha», recorrerá las calles de Belgrado junto a su hija y ahora discípula
con el propósito de zanjar cuentas con un pasado despiadado del que no logra
despojarse. En otra vuelta de tuerca, a través de fugaces viajes en el tiempo,
descubriremos cómo se fraguó la relación entre Pílades y Orestes y asistiremos
a su sorprendente desenlace.
Tras el rotundo éxito de Memento
mori, primera parte de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, César
Pérez Gellida nos conduce de nuevo por los complejos laberintos que conforman
la mente criminal desde los ojos de sus protagonistas, ya sean víctimas,
asesinos en serie, genocidas o quienes les persiguen. El inesperado desarrollo
de los acontecimientos obligará al lector a pasar páginas en una ineludible
búsqueda de respuestas.”
Decía que el autor sigue haciendo
buenos aquellos elementos que en la anterior entrega significaron los muchos
elogios de la crítica y los lectores; asimismo éste se hace más osado,
valiente, al introducir ciertas novedades, no diferencias, que mantienen la
originalidad e interés por su obra. De hecho, también en “Dies irae”, como el
propio título, los latines siguen apareciendo de manos del culto asesino en
serie, Augusto Ledesma, “Orestes”, quien sigue siendo el “malo” desde el
comienzo de la historia, y al igual que la recurrencia en sus poemas oscuros
con los que firma sus crímenes; o los refranes, menos en esta parte, del inspector
vallisoletano Ramiro Sancho; o los minuciosos apuntes de psicología criminal
por parte de “Carapocha”… Y es que, reitero, es una narración para ver, porque
es una prosa muy visual, cinematográfica; para oír, ya que seguimos disfrutando
de una particular “banda sonora”, con homenaje de nuevo al “maestro” Enrique
Bunbury; para estremecerse con un ritmo adictivo y con un suspense sostenido a
través de los mismos y precisos personajes, con todo su peso o carga personal y
profesional, en el pasado y en el presente, de las circunstancias que imprimen
su fuerza, su carácter, y lo cual dota de mayor atractivo a la trama. Por
ejemplo, en este volumen sabemos más del “experimento” psicológico que hizo se
conocieran y “entendieran” dos de los protagonistas principales, Armando
Lopategui, “Carapocha”, y Augusto Ledesma, en una meritoria profundización de
sus psiques excepcionales; del mismo modo, la relación y motivación del
psicólogo criminal, Armando Lopategui, “Carapocha”, en la actualidad y en un
antecedente íntimo, y doloroso, sucedido durante la guerra de los Balcanes.
“Dies irae”, además, aporta novedades
importantes que amarran aún más al lector a la trama. En primer lugar, abandona
la ciudad natal del autor, Valladolid, escenario de “Memento mori”, para
llevarnos por un recorrido descriptivo fiel de Trieste en Italia y Belgrado. Aunque
a mi juicio, cuanto en verdad justifica la novedad en esta entrega, lo que del
mismo modo recalca la valentía de César Pérez Gellida, es esa parte fundamental
en su argumento acerca del conflicto de los Balcanes, la cruenta guerra que
desmembró a la antigua Yugoslavia y con la exposición, dura y veraz, de unas
atrocidades que no llegaron a exponerse como realmente sucedieron entre
bosnios, serbios, croatas… El escritor, exhaustivamente documentado, nos ofrece
una sinopsis amena y completa de las causas del conflicto, de su desarrollo y, principalmente,
de las crueldades allí perpetradas. Y es que si Augusto Ledesma, “Orestes”, es
un asesino en serie ficticio (aunque en esta y en la anterior entrega el autor
nos aporta bastantes ejemplos de criminales que en la realidad, en la historia,
incluso superan a la ficción) ciertos protagonistas, y aciagos, del conflicto
bélico de los Balcanes son o fueron muy reales. De entre todos destaca Ratko
Mldic, responsable en 1995 del genocidio de Srebenica, donde fueron asesinados
a sangre fría unos 8.000 musulmanes y a pesar de estar el emplazamiento
protegido por los “cascos azules” holandeses.
“El ser humano está convencido de que destruir la cultura de otros
pueblos es el camino más fácil hacia su dominación. Lo llevamos haciendo
durante siglos”
La narración sigue siendo en
tercera persona, a excepción de los capítulos donde el asesino en serie,
Augusto Ledesma, toma las riendas, incitando al lector casi en una admiración
sombría por la docta, compleja y enferma mente del “serial killer”… Una exposición
fluida, marcando perfectamente los cambios de ritmo, los giros en su trama, tan
importantes hasta el definitivo, en un final sorprendente e impactante. Una
lectura que se hace rápida, intensa, entretenida.
En definitiva, concluyo esta
reseña con ganas de leer la tercera y última entrega, “Consumatum est”, lo que
da una perfecta idea de esta trilogía de César Pérez Gellida. Muy visual, la tildé
de cinematográfica, que se toca, se oye, se siente…; con personajes definidos con
esmero, sugestivos, inclusive con los nuevos como la hija de Carapocha; y es a
través de ellos donde admiramos la genialidad de su autor, su poderosa
construcción narrativa, a la hora de plasmar la complejidad de alguno de los
personajes y situarlos en escenarios tan diáfanos, tan percibidos. Una novela,
y trilogía, muy recomendable.
“-Fíate de tu intuición incluso cuando creas que estás en lo cierto,
solo las mujeres tienen la virtud de interpretar esta gran verdad”
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