“La vida era como un gran banquete en un cementerio, con la muerte
revoloteando sonriente entre nosotros”
Tenía mucha curiosidad por este “Déjame
en paz” (Kailas, 2014) de Murong Xuecun. Curiosidad por la literatura china
contemporánea y, contrariamente a lo que se espera de su economía tan poderosa
y emergente, una nación todavía de acérrima represión general y, en concreto, contra
la libertad de expresión. Luego, tras la lectura, la curiosidad ha persistido en
el descaro y audacia del autor en su papel de disidente al realizar esta
semblanza bizarra de la sociedad China, a pesar de la censura; pero cuya prosa
olvidaré tras 272 páginas que no me han dejado ninguna emoción, por la forma de
escribirla y por lo desmedido de su historia.
“Mi ventana daba a la calle, y cada mañana me despertaba el ruido de
coches en el exterior. La gente de las afueras venía a Chengdú con sus
esperanzas y sueños, mientras que yo, un nativo, vivía mis pesadillas al ritmo
de sus pisadas”
“Un retrato salvaje sobre las
presiones de la vida moderna en China, donde la riqueza y el sexo abundan...
pero no para todos. "Déjame en paz" es una radiografía fiel y
divertida sobre el amor y la vida en la China moderna. La novela narra la historia
de tres jóvenes, Chen Zhong, Li Liang y Cabezón Wang, y sus tragicómicos
intentos por prosperar en Chengdú la quinta ciudad más poblada de China. A
pesar de sus aspiraciones en la nueva China capitalista, las vidas del trío
están marcadas por trabajos sin futuro, deudas de juego, la bebida, las drogas
y la prostitución. El protagonista, Chen Zhong, está casado con Zhao Yue. A
pesar de que la ama le es infiel con otras mujeres. Pero no es hasta que Chen
Zhong descubre que Zhao Yue está teniendo una aventura extramatrimonial cuando
se da cuenta de lo mucho que puede llegar a perder.”
“El destino rara vez me escuchaba. En los momentos decisivos este
escuchaba a Dios”
Insisto en que esta novela de
Murong Xuecun guarda su significación, su estimación, por el retrato áspero y
violento de la China de vertiginoso impulso económico, por la crítica de una
sociedad carcomida por la corrupción, la competencia social, la coerción en
todos sus ambientes, un “capitalismo” asombroso y un culto al sexo igual de
pasmoso al que todos, da esa sensación, aspiran y no, precisamente, incitados por
los valores ideológicos, o comunistas, o colectivos; aquellos que, supongo, en
nuestra visión occidental, dábamos por hecho o de hecho. Tiene mérito el autor
por lanzarse a la desconformidad a través de las redes sociales o internet,
concretamente este “Déjame en paz” fue una novela por entregas en su blog que
llegó a tener más de ocho millones de seguidores hasta que las fuerzas
represoras lo cerraran.
“La política tiene como resultado la impotencia, mientras que la
literatura cura la impotencia”
Por lo que respecta a su
estilismo, da la impresión de que este se contagia del desparpajo, de la
causticidad de su historia, de una incontinencia inmoral que, aunque cómica en
ciertos aspectos, no llega o logra a que se estime su calidad literaria. Una
historia que transcurre por escenarios sombríos, descritos de manera sucinta, con
frases cortas, incisivas, sensoriales y por tanto confusas, desnudas pero no
bellas, saltando del pasado al presente de manera descontrolada, provocando en
el lector, en ocasiones, no saber dónde se encuentra, en cuál momento de su
trama. Del mismo modo, el sexo y el vicio, omnipresente a lo largo de toda la
novela, solo interesa por ser espejo de la prosperidad china, a lo que todos aspiran,
y no como fundamento literario. Todo vale, la parodia, la caricatura, la risa
amarga, hasta el propio disparate.
“Advertencias para la Vida: No entregues tu corazón a una prostituta.
No entregues tu vida a un eslogan. Si conoces a un líder, has de obedecerle un
tiempo. Si tienes problemas, pon primero el agua a hervir”
El disparate de una literatura
que para nada justifica o se justifica en el disparate de lo que narra, o en la
impunidad de atestiguar cuanto sucede, o aquello que debería suceder y no lo
hace, en un país represor y sin vistas, llamémosle así, de incitar la conciencia
personal y no la despótica suma de la conciencia colectiva; o de una nueva
generación a la que nada importa aquello que sometió inflexiblemente a sus
padres, que tampoco lucha contra eso, sino solo interesa la competitividad para
alcanzar las satisfacciones personales, dinero, sexo, posición, evasión, por
encima de los otros, en un nihilismo suspicaz, rotundo. “La vida era eso: solo necesitas la información básica, ver un par de
cosas claras. No tienes por qué saber todos los detalles, porque si no la vida
se vuelve aburrida y sin sentido” Una decadencia amarga de la conciencia,
de la conciencia china, tan rígida como nos la imaginábamos, bajo un matiz
divertido y de una crítica bastante corrosiva.
“Puedes vivir por mucha gente, pero solo puedes morir por uno”. Pero
esa noche ¿por quién estaba viviendo? ¿Por quién moriría?”
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