Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 29 de septiembre de 2016

SOLO AQUÍ, EN EL BARRIO

(Colaboración en el programa de la Real Feria y Fiestas del Barrio San Francisco de Ronda)




Solo aquí, en el Barrio, la llegada del otoño se celebra con una fiesta, con una Feria de las antiguas, de “Real” tildan las crónicas, legendaria, sincera, de hábitos ancestrales y afectos como la lealtad dorada de los ocasos y los amaneceres plácidos. Junto a San Francisco, el de Asís, lógico, y es que a cada santo le llega su día de fiesta; aunque éste, por amable deferencia, abandone su gravedad para asentar las sandalias en el suelo, arrimar el hombro y sonreírse con todos.

Solo aquí la Feria hace estremecer la tierra, única, con bullas y cantinelas para evitar los miedos de los silencios o de las preocupaciones, las insuficiencias del vivir.

Solo aquí la melancolía se conjuga con luces, cachivaches, coplas, algarabías, copas, devoción, ternura y pasión. Niños y mayores, adolescentes, reinas y príncipes, en cualquier edad, quimera y circunstancia. El ánimo siempre denso, contento.

Solo aquí la feria es conciencia, ensueño, de la sublimidad en el trato de sus vecinos, en el trato con los demás, descubriendo las manos abiertas sin nada pero invitando a mucho, para abrir la ventana de la esperanza con la que contrariar la tristeza de las almas; o acaso era la puerta, la Puerta de Almocábar, pues al franquearla se trastoca su significado: hacia el envés de una nueva vida, sea esta recogida, sujeta al amparo de la costumbre, como una prórroga mayor a la inmortalidad del estío, aquella de las hojas o pentagramas de los árboles de la plaza cuya caída, cada vez más tarde, añoramos tanto.

Solo aquí la feria del ganado, con sus reminiscencias de mito otoñal, de jaleos entre animales hoy ausentes, permanece en el carácter, en refranes que interpretan los nuevos arrieros como aquel de bestia buena, se vende sin ir a la feria. Bienvenidos a la Tradición. Herencias que humedecen los ojos, curvan las bocas con una sonrisa delicada.

Solo aquí si cierras los ojos, sentado o no en los poyetes o en el pretil del pilar, todavía puedes sentir muy adentro los recuerdos de la infancia, de la mocedad, de sus casas y armonías, los relatos de las cosas lejanas, de los compromisos, ya que al abrirlos dejan de tener pasado, pero retienen el presente según cada cual hable de la feria, según le va en ella.

Solo aquí, en este Barrio que no deja indiferente a nadie, donde todo es ficticio salvo el argumento, y porque jamás podrá inventarse, imaginarse un escenario como éste de calles amables, zaguanes francos y atenciones propia, la Feria, con su derroche generoso, se enciende como los fanales rutilantes en un desfile de los tiempos, para ilustrarnos de lo importante, para evitar que olvidemos tantas cosas, más de nuestros recuerdos; para maravillarnos de la maravilla a los que aquí nos ha tocado vivir, inconscientes casi en todo momento del hecho, y de acoger a tantos como sienten y quieren sentirse por vivirla, de vivirlo.

Solo aquí, en estas fechas medianeras, en esta Feria como extensión de la imaginación y la memoria, tan asombrosa por no variar ni ensombrecer su esencia, permite del mismo modo ser una extensión de nosotros mismos, ceporreros e invitados, de asomar y compartir, sin prejuicios, nuestra autenticidad.

Solo aquí la feria, esta Feria de San Francisco, no quiere figurantes, quiere amantes. Gente para hallarse en ella, vivir con ella.


Solo aquí, en el Barrio.

F.J.CALVENTE


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