“La
propia vida no depende de los propios hechos, de lo que uno hace, sino de lo
que de uno se sabe, de lo que se sabe que ha hecho”
Un libro extraordinario.
Hay relecturas que superan con creces a la primera vez. A ello contribuye, como
es el caso, la sublime y peculiar pluma del escritor, aquí Javier Marías, uno
de los más grandes de la literatura mundial, y quien no deja indiferente a
nadie, a nadie que aborde con interés su escritura, sus historias, y más con
esta obra magistral e imprescindible, “Corazón tan blanco” (Círculo de Lectores/Anagrama,
1992), Premio de la Crítica en 1993. En esta interesante y difícil novela, muy
propia del autor por la complejidad y retórica de su verbo, por su estructura
no linear, nos encontramos con escenas o historias imbricadas que saltan de un
momento temporal a otro, (la del protagonista, Juan Ranz, otra según la del
padre, su matrimonio con Luisa, su amistad con Berta…, y sobre el secreto, el
secreto en las relaciones personales y de cómo éste puede cambiarlas, de ahí la
necesidad de conocerlo o evitarlo, o de lo que se conoce de aquel y se olvida o
aunque se quiera no puede olvidarse, del matrimonio o de sus valores), y escrita
con pericia, con elegancia, con pulso firme entre lo lírico y ensayístico, incluso
entrecruzando escenas de ingenio y humor, con la eficacia e inteligencia de
hacer de la digresión reflexiva o filosófica un puntal más importante que la
propia trama; de hecho la reflexión sustenta al argumento, y lo desarrolla, y lo
madura, desmenuzando una determinada concreción del comportamiento humano; es
decir, se estructuran cuestiones que proponen secuencias para hacer, entre
otros alicientes, amena la lectura. Me fascina la rica narrativa de Marías, paladear
sus palabras, siempre tan precisas, sus ideas, profundas, en frases largas, muy
largas, en las que recoge todo el espectro de las acciones o las posibles, de
las emociones, de los hechos; aunque sea, como alguien dijo, con sus
errabundias y retornillos, con su prosa alambicada, retorcida, exigiendo la concentración
necesaria para disfrutarla en su entera dimensión, en un estilo hipnótico, magnético,
que lleva al lector a donde el escritor quiere y más manteniendo la intriga, o
cierto suspense, sin fuegos artificiales ni otros alardes sensacionalistas, no
los necesita. Más tras el poderoso comienzo de Corazón tan blanco, este que
antecede a su sinopsis editorial:
“No
he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y
no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de
baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se
buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre...”
“Este es el ya legendario
comienzo de un clásico contemporáneo. Corazón tan blanco, la novela más
ambiciosa y más lograda de Javier Marías, es una historia de obsesión y
fatalidad imbricada en un inquietante juego de espejos múltiple. Un juego cuyos
fatídicos reflejos el narrador descubrirá muy a su pesar. Juan, traductor e
intérprete en congresos internacionales, acaba de casarse con Luisa y
presiente, a raíz de su boda, la inminencia de un desastre en su vida. El
motivo de este inexplicable malestar podría remontarse a sus propios orígenes,
pues Ranz, su padre, ha tenido que casarse tres veces para que él pudiera
nacer. Ranz, un experto en arte, prefiere no hablar de lso enigmáticos sucesos
del pasado. Y Juan prefiere no saber, no oír palabras que luego será muy
difícil olvidar. Sin embargo, su desasosiego se volverá abrumador cuando las
palabras, a través de personas y objetos, comiencen a urdir una inextricable
trama que amenaza su cada vez más inestable existencia. Ambientada en
escenarios cosmopolitas como Nueva York, Madrid y Ginebra, Corazón tan blanco
traza una vigorosa reflexión sobre el poder de las palabras, incesantes
instigadoras de acciones irreparables, depositarias de un conocimiento que
arrastra a los abismos de la culpa a quienes participan de él. Una magistral
novela sobre las oscuras fuerzas que signan el destino de los hombres y, en
particular sobre esos corazones tan blancos que poco a poco se van tiñendo y
acaban sabiendo lo que nunca quisieron saber.”
“El
respeto inhibe algunas conversaciones, que no se tienen nunca.”
Marías, al igual que en
otras de sus obras, extrae el título de Shakespeare, en este caso del discurso
de Lady Macbeth. Asimismo, insiste en la primera persona, en la identificación
de narrador y protagonista. Este, Juan Ranz, en el modelo o prototipo de otros personajes
de otras novelas suyas, es un joven treintañero, intérprete y traductor,
solvente económicamente, atento a cuanto pasa a su alrededor, a interpretar la
vida, a profundizarla, la propia y la ajena; no solo es alguien curioso, sino
detallista, perfeccionista, distante y desconfiado, hasta rozar la obsesión, “los oídos no tienen párpados”, incrédulo
salvo por la trascendencia que concede a las palabras, “existe lo que se dice”, y también una persona leal, fiel. El resto
de personajes son atractivos, para nada vulgares, (otros incluso aparecen en
obras posteriores) Luisa, la mujer, quizás sea uno de los personajes menos
precisos, no tan definidos, descrita más como un medio del marido para conocer
y dilucidar el secreto, o los secretos familiares, siempre alguien bajo la perspectiva
del otro. No es tan destacable como el del padre de Juan Ranz, elegante, culto,
jovial, casi un bandido de guante blanco, el poseedor de todos los secretos del
relato. En este momento me viene a la cabeza la fenomenal escena final de
confesiones con su nuera, con Luisa, mientras son espiados por… Otro personaje
interesante es Berta, soltera, solitaria, independiente, liberal, pero con
ansías tradicionalistas y sean en el amor, amiga de Ranz y además uno de sus
propios secretos… Y ahí quedan luego Custardoy, copista de arte, obsceno,
mujeriego, frío…
“Creemos
que vamos conociendo a quienes están cerca, pero el tiempo trae consigo mucho
más ignorado de lo que trae sabido, cada vez se conoce menos comparativamente,
cada vez hay más zona de sombra.”
Por otro lado, siendo los
diálogos un elemento narrativo fundamental para perfilar la caracterización de
los personajes, en Javier Marías son pocas las veces en las que el diálogo
entre éstos sea algo normal, consuetudinario, corriente; aquí, por ejemplo, la
mayoría son peroratas que siguen las digresiones del narrador, Juan Ranz, como
si fueran un subrayado del conjunto, de la línea argumental trazada, con lo que
la armonía expresiva, a pesar de esta supeditación, fluye en la idea y no
necesariamente en el hecho. Puede parecer que en ocasiones se pierda el hilo
argumental y se crea que el autor se adentra en derroteros imprecisos e
innecesarios; pero no es así, Marías extiende las perspectivas desde distintos
ángulos y alturas, nada es azaroso, nada sobra. Quizás se le pueda perdonar un
exceso de reflexión, en detrimento de la acción, de su exhibición, erudita y
densa, de acuerdo; mas todo guarda relación en la intención del relato. Todo.
“Nada
cansa tanto como la pena.”
Tiene que ser así, de
esta manera, para que en “Corazón tan blanco” Javier Marías diseccione ya no
solo el valor de la institución familiar del matrimonio, sino su extrapolación
hacia otros valores de la sociedad actual que se desmoronan para ofrecer nuevos
sentidos y paradigmas.
“Es más bien que
estar junto a alguien consiste en buena medida en pensar en voz alta, esto es,
en pensarlo todo dos veces en lugar de una, una con el pensamiento y otra con
el relato, el matrimonio es una institución narrativa.” A partir de un “¿Y ahora qué?” con el que Ranz se
cuestiona su pérdida de individualidad tras casarse con Luisa, o por otros, en
especial su padre que así se lo demanda, la libertad se somete a consideración
bajo la óptica, precisamente, del matrimonio; una nueva o impuesta o
consensuada libertad y en torno a miedos inminentes, a secretos, secretos que
no son más que recuerdos muertos, vivirían de ser compartidos. Este tema,
insisto, aparece en otras obras posteriores del autor y cuyas reseñas pueden verse
en mi blog: (“Los enamoramientos”: http://fjcalv.blogspot.com.es/2015/02/libros-que-voy-leyendo-los.html
y “Así empieza lo malo”: http://fjcalv.blogspot.com.es/2015/12/libros-que-voy-leyendo-asi-empieza-lo.html
). Con ello, con el amor, o con el amor resignado, o con el amor equilibrado,
en el matrimonio o no, o con el amor trágico, o con los secretos del amor…
Marías nos introduce en un suspense eficiente, en ese saber que va a ocurrir
algo y no saber qué. Sensacional la escena del comienzo en un balcón de La
Habana, con Juan Ranz mirando a una cubana, Miriam, en la calle, esperando a
alguien, a Guillermo, mientras Luisa, enferma, parece ser que duerme en la
cama…; la humillación, el servilismo, la decisión, el crimen… Un ejemplo más de
la lúcida exploración del autor en la complejidad de las relaciones
sentimentales, tanto por establecer el punto de inflexión o de significado o de
poder entre el silencio y la confianza, lo que se dice y lo que no, el secreto
o la confidencia.
“El
problema mayor y más común al comienzo de un matrimonio razonablemente
convencional es que, pese a lo frágiles que resultan en nuestro tiempo y a las
facilidades que tienen los contrayentes para desvincularse, por tradición es
inevitable experimentar una desagradable sensación de llegada, por consiguiente
de punto final, o, mejor dicho (puesto que los días se siguen sucediendo
impasibles y no hay final), de que ha venido el momento de dedicarse a otra
cosa.”
Y he aquí, pues, el
sentido de este libro, su mensaje, su engranaje: la comunicación, o su
ausencia, el poder de los secretos, de conocerlos u olvidarlos, de las certezas
o de las dudas. No es baladí, ni “casual” que el protagonista sea intérprete,
traductor, un comunicador en definitiva, tanto en él como de otros para que se
entiendan y tal vez comprendan. Esta metáfora se concreta, se desnuda hasta
límites sorprendentes en el relato, con maestría, a través de un ritmo
demorado, escrupuloso, riguroso, donde Marías indaga todas las posibilidades,
todas las resoluciones, incluso de las que quizás no tengan solución o
posibilidad alguna; y al igual acontece ante determinados secretos, los que no
pueden saberse, los que tienen que seguir así, ignorados, para seguir viviendo.
“Las
cosas difíciles parecen posibles en cuanto se las piensa un poco, pero se hacen
imposibles si se las piensa de más.”
Una historia extraordinaria
acerca de la inocencia, el engaño y el secreto. Una historia que jamás recogerá
las listas de best sellers, de los libros más vendidos; pero la que pervive
siempre en el recuerdo, en la conciencia. Y es que, así me sucedió a mí, cuando
Javier Marías logra conquistar al lector, sea con estos intrincados medios o
narrativas, ya lo tiene para siempre. Una novela y un autor indispensables.
“Escuchar
es lo más peligroso, es saber, es estar enterado y estar al tanto, los oídos
carecen de párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no
pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es
demasiado tarde”
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