Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



lunes, 14 de noviembre de 2016

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Corazón tan blanco" de Javier Marías

“La propia vida no depende de los propios hechos, de lo que uno hace, sino de lo que de uno se sabe, de lo que se sabe que ha hecho”



Un libro extraordinario. Hay relecturas que superan con creces a la primera vez. A ello contribuye, como es el caso, la sublime y peculiar pluma del escritor, aquí Javier Marías, uno de los más grandes de la literatura mundial, y quien no deja indiferente a nadie, a nadie que aborde con interés su escritura, sus historias, y más con esta obra magistral e imprescindible, “Corazón tan blanco” (Círculo de Lectores/Anagrama, 1992), Premio de la Crítica en 1993. En esta interesante y difícil novela, muy propia del autor por la complejidad y retórica de su verbo, por su estructura no linear, nos encontramos con escenas o historias imbricadas que saltan de un momento temporal a otro, (la del protagonista, Juan Ranz, otra según la del padre, su matrimonio con Luisa, su amistad con Berta…, y sobre el secreto, el secreto en las relaciones personales y de cómo éste puede cambiarlas, de ahí la necesidad de conocerlo o evitarlo, o de lo que se conoce de aquel y se olvida o aunque se quiera no puede olvidarse, del matrimonio o de sus valores), y escrita con pericia, con elegancia, con pulso firme entre lo lírico y ensayístico, incluso entrecruzando escenas de ingenio y humor, con la eficacia e inteligencia de hacer de la digresión reflexiva o filosófica un puntal más importante que la propia trama; de hecho la reflexión sustenta al argumento, y lo desarrolla, y lo madura, desmenuzando una determinada concreción del comportamiento humano; es decir, se estructuran cuestiones que proponen secuencias para hacer, entre otros alicientes, amena la lectura. Me fascina la rica narrativa de Marías, paladear sus palabras, siempre tan precisas, sus ideas, profundas, en frases largas, muy largas, en las que recoge todo el espectro de las acciones o las posibles, de las emociones, de los hechos; aunque sea, como alguien dijo, con sus errabundias y retornillos, con su prosa alambicada, retorcida, exigiendo la concentración necesaria para disfrutarla en su entera dimensión, en un estilo hipnótico, magnético, que lleva al lector a donde el escritor quiere y más manteniendo la intriga, o cierto suspense, sin fuegos artificiales ni otros alardes sensacionalistas, no los necesita. Más tras el poderoso comienzo de Corazón tan blanco, este que antecede a su sinopsis editorial:

“No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre...”

“Este es el ya legendario comienzo de un clásico contemporáneo. Corazón tan blanco, la novela más ambiciosa y más lograda de Javier Marías, es una historia de obsesión y fatalidad imbricada en un inquietante juego de espejos múltiple. Un juego cuyos fatídicos reflejos el narrador descubrirá muy a su pesar. Juan, traductor e intérprete en congresos internacionales, acaba de casarse con Luisa y presiente, a raíz de su boda, la inminencia de un desastre en su vida. El motivo de este inexplicable malestar podría remontarse a sus propios orígenes, pues Ranz, su padre, ha tenido que casarse tres veces para que él pudiera nacer. Ranz, un experto en arte, prefiere no hablar de lso enigmáticos sucesos del pasado. Y Juan prefiere no saber, no oír palabras que luego será muy difícil olvidar. Sin embargo, su desasosiego se volverá abrumador cuando las palabras, a través de personas y objetos, comiencen a urdir una inextricable trama que amenaza su cada vez más inestable existencia. Ambientada en escenarios cosmopolitas como Nueva York, Madrid y Ginebra, Corazón tan blanco traza una vigorosa reflexión sobre el poder de las palabras, incesantes instigadoras de acciones irreparables, depositarias de un conocimiento que arrastra a los abismos de la culpa a quienes participan de él. Una magistral novela sobre las oscuras fuerzas que signan el destino de los hombres y, en particular sobre esos corazones tan blancos que poco a poco se van tiñendo y acaban sabiendo lo que nunca quisieron saber.”

“El respeto inhibe algunas conversaciones, que no se tienen nunca.”

Marías, al igual que en otras de sus obras, extrae el título de Shakespeare, en este caso del discurso de Lady Macbeth. Asimismo, insiste en la primera persona, en la identificación de narrador y protagonista. Este, Juan Ranz, en el modelo o prototipo de otros personajes de otras novelas suyas, es un joven treintañero, intérprete y traductor, solvente económicamente, atento a cuanto pasa a su alrededor, a interpretar la vida, a profundizarla, la propia y la ajena; no solo es alguien curioso, sino detallista, perfeccionista, distante y desconfiado, hasta rozar la obsesión, “los oídos no tienen párpados”, incrédulo salvo por la trascendencia que concede a las palabras, “existe lo que se dice”, y también una persona leal, fiel. El resto de personajes son atractivos, para nada vulgares, (otros incluso aparecen en obras posteriores) Luisa, la mujer, quizás sea uno de los personajes menos precisos, no tan definidos, descrita más como un medio del marido para conocer y dilucidar el secreto, o los secretos familiares, siempre alguien bajo la perspectiva del otro. No es tan destacable como el del padre de Juan Ranz, elegante, culto, jovial, casi un bandido de guante blanco, el poseedor de todos los secretos del relato. En este momento me viene a la cabeza la fenomenal escena final de confesiones con su nuera, con Luisa, mientras son espiados por… Otro personaje interesante es Berta, soltera, solitaria, independiente, liberal, pero con ansías tradicionalistas y sean en el amor, amiga de Ranz y además uno de sus propios secretos… Y ahí quedan luego Custardoy, copista de arte, obsceno, mujeriego, frío…

“Creemos que vamos conociendo a quienes están cerca, pero el tiempo trae consigo mucho más ignorado de lo que trae sabido, cada vez se conoce menos comparativamente, cada vez hay más zona de sombra.”

Por otro lado, siendo los diálogos un elemento narrativo fundamental para perfilar la caracterización de los personajes, en Javier Marías son pocas las veces en las que el diálogo entre éstos sea algo normal, consuetudinario, corriente; aquí, por ejemplo, la mayoría son peroratas que siguen las digresiones del narrador, Juan Ranz, como si fueran un subrayado del conjunto, de la línea argumental trazada, con lo que la armonía expresiva, a pesar de esta supeditación, fluye en la idea y no necesariamente en el hecho. Puede parecer que en ocasiones se pierda el hilo argumental y se crea que el autor se adentra en derroteros imprecisos e innecesarios; pero no es así, Marías extiende las perspectivas desde distintos ángulos y alturas, nada es azaroso, nada sobra. Quizás se le pueda perdonar un exceso de reflexión, en detrimento de la acción, de su exhibición, erudita y densa, de acuerdo; mas todo guarda relación en la intención del relato. Todo.

“Nada cansa tanto como la pena.”

Tiene que ser así, de esta manera, para que en “Corazón tan blanco” Javier Marías diseccione ya no solo el valor de la institución familiar del matrimonio, sino su extrapolación hacia otros valores de la sociedad actual que se desmoronan para ofrecer nuevos sentidos y paradigmas.
“Es más bien que estar junto a alguien consiste en buena medida en pensar en voz alta, esto es, en pensarlo todo dos veces en lugar de una, una con el pensamiento y otra con el relato, el matrimonio es una institución narrativa.” A partir de un “¿Y ahora qué?” con el que Ranz se cuestiona su pérdida de individualidad tras casarse con Luisa, o por otros, en especial su padre que así se lo demanda, la libertad se somete a consideración bajo la óptica, precisamente, del matrimonio; una nueva o impuesta o consensuada libertad y en torno a miedos inminentes, a secretos, secretos que no son más que recuerdos muertos, vivirían de ser compartidos. Este tema, insisto, aparece en otras obras posteriores del autor y cuyas reseñas pueden verse en mi blog: (“Los enamoramientos”: http://fjcalv.blogspot.com.es/2015/02/libros-que-voy-leyendo-los.html y “Así empieza lo malo”: http://fjcalv.blogspot.com.es/2015/12/libros-que-voy-leyendo-asi-empieza-lo.html ). Con ello, con el amor, o con el amor resignado, o con el amor equilibrado, en el matrimonio o no, o con el amor trágico, o con los secretos del amor… Marías nos introduce en un suspense eficiente, en ese saber que va a ocurrir algo y no saber qué. Sensacional la escena del comienzo en un balcón de La Habana, con Juan Ranz mirando a una cubana, Miriam, en la calle, esperando a alguien, a Guillermo, mientras Luisa, enferma, parece ser que duerme en la cama…; la humillación, el servilismo, la decisión, el crimen… Un ejemplo más de la lúcida exploración del autor en la complejidad de las relaciones sentimentales, tanto por establecer el punto de inflexión o de significado o de poder entre el silencio y la confianza, lo que se dice y lo que no, el secreto o la confidencia.

“El problema mayor y más común al comienzo de un matrimonio razonablemente convencional es que, pese a lo frágiles que resultan en nuestro tiempo y a las facilidades que tienen los contrayentes para desvincularse, por tradición es inevitable experimentar una desagradable sensación de llegada, por consiguiente de punto final, o, mejor dicho (puesto que los días se siguen sucediendo impasibles y no hay final), de que ha venido el momento de dedicarse a otra cosa.”

Y he aquí, pues, el sentido de este libro, su mensaje, su engranaje: la comunicación, o su ausencia, el poder de los secretos, de conocerlos u olvidarlos, de las certezas o de las dudas. No es baladí, ni “casual” que el protagonista sea intérprete, traductor, un comunicador en definitiva, tanto en él como de otros para que se entiendan y tal vez comprendan. Esta metáfora se concreta, se desnuda hasta límites sorprendentes en el relato, con maestría, a través de un ritmo demorado, escrupuloso, riguroso, donde Marías indaga todas las posibilidades, todas las resoluciones, incluso de las que quizás no tengan solución o posibilidad alguna; y al igual acontece ante determinados secretos, los que no pueden saberse, los que tienen que seguir así, ignorados, para seguir viviendo.

“Las cosas difíciles parecen posibles en cuanto se las piensa un poco, pero se hacen imposibles si se las piensa de más.”

Una historia extraordinaria acerca de la inocencia, el engaño y el secreto. Una historia que jamás recogerá las listas de best sellers, de los libros más vendidos; pero la que pervive siempre en el recuerdo, en la conciencia. Y es que, así me sucedió a mí, cuando Javier Marías logra conquistar al lector, sea con estos intrincados medios o narrativas, ya lo tiene para siempre. Una novela y un autor indispensables.  


“Escuchar es lo más peligroso, es saber, es estar enterado y estar al tanto, los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado tarde”

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