“Dejar
de sufrir es una decisión”
De no ser por el éxito de
la Trilogía del Baztán, muy merecido, Dolores Redondo no habría ganado esta 65ª
edición del Premio Planeta con “Todo esto te daré” (Planeta, 2016), presentado
con el seudónimo Jim Hawkins y con el título “Sol de Tebas”, curiosamente el
mismo nombre de la novela que al principio escribe su protagonista. Tal vez de
esta manera la editorial se garantiza el éxito comercial y amortización del desembolso
de los 601.000 euros del galardón. Por otro lado, y sin desmerecer la habilidad
de la escritora en estas intrigas policíacas, este “codiciado” premio literario
(por su cuantía económica) sigue en su misma y discreta línea o corto nivel
literario; cuestionándome ahora (obviando las remuneraciones al efecto) la
competencia de las célebres plumas del jurado (Juan Eslava Galán, Emili
Rosales, Fernando Delgado, Alberto Blecua, Carmen Posadas, Rosa Regás y Pere
Gimferrer) en su decisión de designar al ganador, y aun cuando su asistencia podría
obviarse, es decir, dar el premio a quien el propio consejo editorial designe a
dedo y según un provecho mercantil específico e indudable o como así vendría
sucediendo sin fingimientos absurdos, sin necesidad de este escaparate
grandilocuente, sin esa solvente apariencia enmascarada tras un jurado que, sin
atender al valor de su prestigio, refleja y contradice en su aptitud el fallo y
dada la calidad literaria presuntamente estimada. Con todo, insisto en no
rebajar el mérito de Dolores Redondo en esta novela amena, correcta, con todos
los ingredientes propios que le granjearon el éxito con sus novelas
precedentes: misterio, tensión, suspense, crímenes, investigación; aunque, a mi
gusto, eche en falta sus característicos matices sobrenaturales. Una novela
sobre la inmunidad de la nobleza, todavía muy actual, sobre la codicia y sus infames
manejos; también sobre el amor, la amistad, y de cómo los secretos los afectan
o remueven.
“…escribir
surge de la necesidad humana, de la penuria del alma, de un hambre y un frío
por dentro que sólo se calma, temporalmente, escribiendo”
Sinopsis, como no, de la
editorial:
“En el escenario
majestuoso de la Ribeira Sacra, Álvaro sufre un accidente que acabará con su
vida. Cuando Manuel, su marido, llega a Galicia para reconocer el cadáver,
descubre que la investigación sobre el caso se ha cerrado con demasiada
rapidez. El rechazo de su poderosa familia política, los Muñiz de Dávila, le
impulsa a huir pero le retiene el alegato contra la impunidad que Nogueira, un
guardia civil jubilado, esgrime contra la familia de Álvaro, nobles mecidos en
sus privilegios, y la sospecha de que ésa no es la primera muerte de su entorno
que se ha enmascarado como accidental. Lucas, un sacerdote amigo de la infancia
de Álvaro, se une a Manuel y a Nogueira en la reconstrucción de la vida secreta
de quien creían conocer bien.
La inesperada amistad de
estos tres hombres sin ninguna afinidad aparente ayuda a Manuel a navegar entre
el amor por quien fue su marido y el tormento de haber vivido de espaldas a la
realidad, blindado tras la quimera de su mundo de escritor. Empezará así la
búsqueda de la verdad, en un lugar de fuertes creencias y arraigadas costumbres
en el que la lógica nunca termina de atar todos los cabos”
“Todo esto te daré” es
una novela negra que recuerda el ambiente sombrío y linajudo de Kate Morton y
la arquitectura narrativa de Agatha Christie; con una parte de investigación policíaca
más viva y atractiva a otra donde se despliega la intimidad, concerniente o no
con el misterio, de los protagonistas, y además extensible a una galería descriptiva
de lugares como si el libro fuese una guía turística para retóricos. Una
historia escrita con amabilidad, quizás excesiva, acentuando el propósito por
hacer a los malos muy malos y a los buenos muy buenos. Si bien, respetando una
omnisciente determinación femenina que impregna todo el relato escrito en
tercera persona, resulta poco creíble la caracterización de personajes que
gravitan en los extremos del espectro humano: ni tan nefandos como “el cuervo”,
ni tan melosos como Samuel, el sobrino pequeño del difunto esposo de Manuel
Ortigosa, o incluso atañería esta consideración a cierta fatuidad de la
escritora en el reconocimiento y admiración argumental sobre aquel, en su
personaje cardinal, por parte de una población rural, raro, muy lectora y en
especial de sus libros. Ante esto, y junto a los numerosos clichés que bullen
por su trama, la autora no se arredra, no los desprecia, por supuesto que meritoria
su soltura, sino los adapta y encaja con habilidad y sin que resulten
cargantes, permitiendo una lectura fluida, concentrada; pero desafortunadamente
elude el empleo de otros acicates o exhibiciones que enganchen e interesen más
al lector y como puede ser la propia dilucidación del asesino según el canon
clásico, por ejemplo.
“Miró
a la noche cegado por el panorama de desolación interior que se revelaba ante
él: finalmente entendía que el lugar donde se había escondido hasta ese momento
ya no le daría cobijo; con sus propias manos había destruido el reducto que le
había servido como refugio. Fue él quien renunció a la falsedad del consuelo
que se había fabricado hacía sólo unas horas, cuando juraba no volver a
mentirse y, sin embargo, como un adolescente que se niega a ver los fallos de
su amada, salía huyendo ante la crudeza de la verdad. ¿Acaso la verdad sólo lo
es cuando nos muestra aquello que esperábamos ver?, ¿cuando su revelación nos
trae alivio frente el avance de la corrosiva incertidumbre? ¿Y si, en lugar de
bálsamo en la herida, la verdad es un nuevo ácido más virulento todavía?”
Novela de 640 páginas a
las que casi sobra la mitad. Ya desde el comienzo se hace notorio, y
fastidioso, los retruécanos de la escritora, las vueltas y vueltas, las frases
sobre frases, los finales que se unen a los principios en torno a cuestiones
simples y muy concretas que no reclaman tanta palabrería. Estos “rellenos” que
hinchan sin necesidad el relato se hacen más demorados en las disquisiciones o
reflexiones de corte intimista, de un sentimentalismo recargado, sobre todo en el
protagonista principal, como si la autora se empeñara en una obligación por
hacer de los tópicos cuestiones sublimes o trascendentales, restando agilidad y
alcance a la historia.
Esta distensión narrativa contribuye a que no exista una
conciliación adecuada entre la trama principal con sus subtramas, reitero en que
algunas de éstas prescindibles y otras que incluso desaparecen o se olvidan en
un lapso del argumento, ayudado por esas 600 páginas en las que se diluye
cualquier cosa por superflua que al final sea (todavía no sé a qué vienen las
vicisitudes del pasado del protagonista junto a su hermana, el papel de Daniel
el enólogo, de Mei la secretaría del difunto Álvaro, de la propia familia del
teniente jubilado de la Guardia Civil, Nogueira,… o la duplicación literal de fragmentos,
algunos casi capítulos enteros, del libro que, a la sazón, comienza a escribir
el protagonista, o los ya comentados itinerarios o descripciones turísticas de
la Ribeira Sacra, de la vendimia, u otras opiniones personales intercaladas por
la autora).
“La
certeza es alivio momentáneo, porque la verdad es siempre excesiva”
No se entiende, inaudito dado
el prestigio del premio y de la editorial, la falta de revisión de esta novela
ganadora: reiteraciones, fallas en el estilo, en usos verbales, faltas de
ortografía incluidas…
“No
llores, cuando eras niño, entonces no me dejabas dormir, ahora no me dejarás
descansar”
Una novela interesante, animada,
reitero, por la trama policial, el misterio y la investigación de los crímenes,
más en su parte final, lo cual nos devuelve la admiración por la Dolores Redondo
de la Trilogía del Baztán, por captar la tensión del lector en el manejo de su
intriga.
“…
los hijos son una decepción; la mayoría de la gente jamás lo admitiría, claro
está, imagino que porque siente que en el fracaso de sus hijos reside el suyo
propio”
En definitiva, otro
Premio Planeta en su misma y parca línea literaria. Una novela de investigación
policial sobre la inmunidad de una familia noble con muchos secretos, aunque al
final no sean tan trascendentes, de sentimentalismo a borbotones, colmada de
tópicos, de amplias reseñas turísticas de un bello escenario gallego, con dispendio
innecesario de páginas… y sin embargo una narración entretenida que cumplirá
con las expectativas de los seguidores de Dolores Redondo o a quienes nos
encandiló con su Trilogía del Baztán.
“…
la escritura nace de la pura miseria, del dolor inconfesable, de los secretos
que morirán con nosotros, porque la magia consistía en insinuarlos sin mostrarlos
jamás, sin dejar que la desnudez del alma se convirtiese en pornografía de las
emociones”
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