Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 28 de diciembre de 2016

CRÓNICA INOCENTE

Cuando en un diario digital, rondeño o extraño, no encuentras la media verdad acostumbrada, o la más entera de las mentiras, y miras el calendario para sopesar esta perplejidad en día señalado de los Santos Inocentes. En la grey de los ingenuos, o de los confiados, incluyámonos todos, vale que unos más que otros. Tal vez porque el hábito no hace al periodista y menos al “infor-mal”, al ímprobo. Y de lectores, de una manera u otra, valgamos todos de nuevo; o acaso aquellos que con la fe, o solo de oídas, creen a pie juntillas en lo que leen u oyen. Lectores y murmuradores, numerosos, los que, por no contrastar la información, la otra opinión, se dejan llevar por el eco de los intestinos, grueso, los ojos de despecho y las voces prestadas, por encontrar excusas a la propia excusa, en un miénteme puesto que me gusta.

Será por el día, aprieto, de un sereno frío que languidece como la luz de estos atardeceres de plomo, o el bronco levante que arroja palabras que se las lleva el viento, o cierta y porfiada incomunicación post y en pos de una morriña esquinada a la derecha o en el reverso de la página no escrita. Pero no esta luz, y decencia, la del compromiso y responsabilidad, la del sincero oficio, con la que nos ilustra Kapuscinski y que debería ser cabecera editorial de cualquier ejercicio periodístico o pseudo periodístico, gacetillero o de crónica paranormal:

“Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.


Hay inocentadas, no obstante, que perviven indefinidamente.


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