Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



domingo, 29 de enero de 2017

IMÁGENES CON LETRA: "Invierno 10"

Dentro… Porque todo estaba ahí fuera. Hoy el día con sus aspiraciones de primavera, con el cielo muy azul y terso, de sol más amarillo que blanco y repartiendo con sus destellos caricias templadas, agradables, salvo en las sombras a las que no llegaba por cierto acuerdo tácito en los sentidos del universo, las que severas se abrazaban, tan celosas, al invierno, la noche no admitía concesiones, con su convicción amena esparcida por las calles, por la alameda, simulaba un paréntesis al mundo viejo que tenía que terminar para, en esta orfandad del tiempo, con sus absortos quietismos, acomodar a cuanto verdaderamente llegaría a su momento y no ahora con este espejismo primaveral en enero. Sigue siendo invierno. Al menos por un día, pues hubo un día en el que, siquiera acentuando la rigurosidad, lo absoluto de este lapso gélido, una intensa nevada destrozó nuestros recelos y las vendas de las ficciones, de los anhelos. Antes, en otras postales, reiteraba o exigía la vida que trajo estos yermos blancos y sigilosos. La explosión de vida, la catarsis de escarcha que vino a congelar, a suspender los postulados o cartularios de las estaciones, y más en esta por su esencia plana, reflexiva, dormida. Y en este domingo, la mañana que, justamente, cerraba su escaparate de invierno, quiero hoy enaltecer la imagen, legitimarla. Así tenga que llevarle la contraria a Marwan, quizás por su pecado de aparecer en el momento y en la reflexión equivocados, y a como podía haber sucedido con cualquier otro u otra, cualquier azogue o dicho o reminiscencia literaria con la que sustentar la oposición a la tradición o mi reivindicación del estrenado paño blanco, tal si en él pudieran borronearse los sueños que sólo de esta manera lograrían concretarse; como esas siluetas recortadas de un ángel que veíamos o intentábamos ejecutar a niños y mayores tumbados en el suelo blando y agitando las piernas y los brazos. Un ángel blanco caído, en la nieve. A colación de este cantautor y poeta, para corazón helado el de una sublime novela de Almudena Grandes, o el de tanta miseria intelectual, mentes abstrusas, y egoísmos ilimitados. Día helado en el que los corazones ardían de contento, de optimismo, de pasión. No fue una jornada que por ser la más invernal posible, también tenía que identificarse con la de los momentos malos, entre otras sensaciones o emociones oscuras, sino el propio frío ambiental constituía la premisa fundamental para esmaltar de brillo nuestros recreos, los solaces en los espacios de la nevisca. Se invertían sus “Apuntes sobre Mi Paso por el Invierno”, y bastante que lo sentía y porque no podía soslayarse el sentimiento, ni ganas, la confianza en que todo podía y de hecho transcurrió bueno, encantador. La voluntad de aparcar por unos minutos, unas horas, siempre allá, en la perpetuidad de la memoria mientras se la trajera con deseo, al dolor, lejanía, soledad, angustia… a estos y a otros protervos reflejos del invierno. No era posible el olvido. “Olvidarte es convertir una herida en un recuerdo, el concepto del amor va cambiando con el tiempo”. No, visto lo visto y disfrutado de cuanto se pudo, era inadmisible la omisión o los negros humores referidos o lacrados a la estación. En los centelleos húmedos de un sinfín de ojos, en la luz tórrida de infinitas sonrisas en bocas ateridas por el frío, los múltiples gestos, los numerosos juegos, en los asombros y admiraciones o de tantas emociones que con su frialdad obraban el contrasentido de los milagros y más en este que calentaba el alma y la juventud eterna. Maravillas en torno a la nieve que no podían dejarse entre renglones. No olvidaremos este invierno, en absoluto. Solo nos basta con ver e invocar el paisaje nevado, las ansias, como las páginas en blanco de nuestra existencia en las que poder escribir la aventura de vivir. INVIERNO 10. Alameda del Barrio San Francisco. Ronda.


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