“Aquella
noche soñé que regresaba al Cementerio de los Libros Olvidados…”
Sentimientos encontrados. “-No hay libros modestos sino ignorancias
soberbias”. Estimo que objetiva, por un lado, la exigencia de poner fin a
la saga del “Cementerio de los Libros Olvidados” de Carlos Ruiz Zafón, y para esperar
de éste a que nos sorprenda con otras narraciones e incluso desde otros
registros; y subjetiva, por otro, de echar muy en falta a una historia de
historias construida en torno a un escenario sugerente, en un tiempo difícil y
con unos personajes entrañables e inolvidables. “La cuarta entrega, virulentamente morrocotuda y especiada en los
perfumes de todas las anteriores, nos conduciría por fin al centro del misterio
y nos desvelaría todos los enigmas de la mano de mi ángel de las tinieblas
favorito, Alicia Gris. La saga contendría villanos y héroes, y mil túneles a
través de los cuales el lector podría explorar una trama caleidoscópica que
semejase aquel espejismo de perspectivas que había descubierto con mi padre en
el corazón del Cementerio de los Libros Olvidados” Esta llamémosle mi disensión
literaria, no solo ha estado presente a lo largo, y mucho que lo he pensado,
del tiempo en que me debatía por hacer, y en cómo, esta reseña, de hecho hace
ya más de una semana que finalice la novela y cuando acostumbro a escribirla
tras cerrar el libro, sino que ha estado durante toda la lectura, tan extensa,
de este “El Laberinto de los Espíritus” (Planeta, 2016). Sensaciones
contrariadas en torno a una novela que pone el desenlace a la serie, esta que mantiene
el nivel narrativo de su antecesora, “El Prisionero del Cielo”, pero no a
cuanto de magistral atesoraban “La Sombra del Viento” y “El Juego del Ángel”,
las dos primeras, y la que, con independencia de su construcción impecable, se
advierte de su interés manifiesto por ocupar un hueco en el mercado editorial,
exigido por supuesto. Una novela entretenida, ligera, a pesar de su intrincado
argumento y de sus casi mil páginas, y de la que en cambio me hubiera gustado
reseñar su excepcionalidad.
“-Malaventurados
sean aquellos cuyos sueños están forjados de papel y tinta, pues suyo será el
purgatorio de las vanidades y los desengaños”
Sea como fuere, los
amantes del universo Zafón, sigue aquí reconocible, podemos estar satisfechos
de la novela y del colofón de la historia; seguimos en la segunda mitad de los
años 50 y con flashbacks de otras décadas; de su escenografía, una Barcelona
fantasmagórica, gótica, de tenebrosas mansiones, sótanos infectos, ostentosos
cementerios, de una geografía atemporal, Madrid aparece también; de la
definición de sus personajes, tanto de los ya conocidos, la familia Sempere,
Bea, Valls, Isabella, Martín, el genial Fermín Romero de Torres…, como de los
nuevos, Fernandito, Martaix, Vargas, y en especial Alicia Gris, una heroína con
muchos y buenos guiños a la Lisbeth Salander de Millenium de Stieg Larsson,
Nikita de Luc Besson, o alguna de esas “femmes fatales” de la literatura o el
cine y de las que, en su escénico melodramatismo, recordamos; del argumento
costumbrista; de su magia entrelazada a los abundantes sueños donde el autor
despliega su potencial narrativo de fantasía y color; de sus ingeniosas dosis
de humor; de su serie de intrigas muy del género negro, con truculencias
incluidas, terroríficas, para un gran misterio que lo envuelve todo y que ahora
no deja cabos sueltos; siempre bajo una perspectiva cinematográfica, incluso de
sus arquetipos propios de la época como de una ficción de contextos oscuros y
misteriosos. En esta entrega, asimismo, para discutir a quienes han criticado
el escaso o nulo compromiso del autor con la época o con la historia, se hace
eco del asunto de los niños robados durante el franquismo, un tema hace tiempo de
viva actualidad, pero siempre trazado con su mirada peculiar y sorprendente.
“…
En este sainete de monas vestidas de seda que es el mundo, la falsedad es la
argamasa que mantiene unidas todas las piezas del pesebre. La gente, ya sea por
miedo, interés o papanatería, se acostumbra tanto a mentir y a repetir las
mentiras de los demás que acaba mintiendo hasta cuando cree que dice la verdad.
Es el mal de nuestro tiempo. La persona sincera y honesta es una especie en
vías de extinción, como el plesiosauro o la cupletera, si es que existió alguna
vez y no fue como el unicornio”
En estos momentos
agradezco a Carlos Ruiz Zafón el incluir algunas fotografías de Francesc Catalá-Roca,
magníficas escenas, un sutil aliciente para hacer más interesante la lectura de
un mundo pasado, triste y perdido.
“El
tiempo, comprendió, siempre fluye con velocidad inversa a la necesidad de quien
lo vive”
Otra circunstancia a
destacar, aparte de los tópicos o de las recurrencias argumentales, son sus
ecos descriptivos, precisamente, de lo ya leído antes, de todo aquello que o bien
repite de novelas anteriores o de llegar o a reconocer ciertos “déjà vu” que brotan
aquí y allá en la narración. Entiendo, y con sinceridad me convence, de que
esto forma parte inevitable del universo literario Zafón, lo cual verifica el
uso y estilo; incluso son elementos que tienen que estar ahí para cumplir
expectativas o formas de expresión que, insisto, seducen y se agradecen y
aunque algunos puedan considerar infames aestas repeticiones, aburridas, y nada
creativas. Zafón, pues, y a falta de nuevos registros en los que veamos la gran
magnitud de su prosa, en estado puro. Zafón al que del mismo modo se le perdona
su nulo uso de las elipsis, de instar por un narrador en tercera persona
omnisciente y en cada “representación” de sus personajes principales, del uso
de diarios o libros como un recurso fácil para zanjar o solventar vacíos o
lagunas de la trama.
“Escribir
es un oficio que se aprende, pero que nadie puede enseñar”
Me siguen gustando, y bastante,
sus diálogos, sobre todo los protagonizados por Fermín Romero de Torres y el
sarcasmo destilado en otros de Alicia Gris con Vargas u otros personajes. “-Es lo
que tiene el estar bien leído, que uno ya se sabe todos los versos y los trucos
del destino (le decía Virgilio, de la Biblioteca Nacional, a Alicia Gris)”…“-Uno cree en lo que puede, no en lo que
quiere. A menos que sea un cretino, en cuyo caso invierte esos términos.
(Decía Vargas el policía a Alicia Gris). Me gustan los diálogos por su ingenio,
de una lúcida sutileza, extraordinarios, que además de arrancar más de una
carcajada remueven la cabeza con sus sólidos pensamientos.
“-
No se avergüence, que así es la vida. El aprender a diferenciar entre el por
qué hace uno las cosas y por qué dice hacerlas es el primer paso para comenzar
a conocerse a uno mismo. Y de ahí a dejar de ser un cretino hay un trecho (…)
-Si
los libros hablasen no habría tanto sordo por ahí”
Carlos Ruiz Zafón logra
salvar con desenvoltura los problemas que plantea el cierre para esta y para
las historias de los tres libros anteriores, de una manera coherente, eficaz,
hilvanando con lógica una amalgama tan heterogénea de contenidos, con tantos
matices y situaciones y acciones, por lo que, necesariamente, merece el
reconocimiento a su habilidad creativa. Incluso me ha entusiasmado el epílogo, aun
mostrándome de acuerdo de su imposición, casi con calzador, y el que además hubiera
sido prescindible; sin embargo, para mí y reitero, me ha encantado por su
ejercicio metaliterario, por su calidad, por su inventiva al permitirme vivir
una historia más junto a Julián Carax, uno de los personajes fundamentales de “La
Sombra del Viento”.
“Se
bebe para recordar y se escribe para olvidar”
En definitiva, “El
Laberinto de los Espíritus” es un libro que me ha gustado, mucho, supongo que
le sobra presunción y adolece de esa honestidad necesaria, y para nada menospreciable,
de considerarlo de relato ligero; y aun así no me ha parecido excesivo ni por
su extensión ni por sus formas. Otro homenaje al género del folletín. Otro homenaje
a la literatura, a autores clásicos, a libros clásicos, a librerías de viejo, a
esos escritores malditos o “letraheridos” (no sé el origen de esta palabra,
pero suena bien) “-La literatura es una
amante cruel que olvida con facilidad” Novela entretenida, de fácil
lectura, de encantador dinamismo, tan visual, de la que vas pasando página tras
página sin importarte aquí y allá, en este minuto u otro, la extensión de lo
que queda por leer; y porque leemos lo que queríamos leer, nos emocionamos con
lo que deseábamos emocionarnos, encontramos lo que esperábamos encontrar,… de
acuerdo a que no con la sublimidad de sus dos novelas primeras. Un estupendo
remate para la serie del “Cementerio de los Libros Olvidados”, y por tanto a
como pueda desde este momento echarse de menos. Ahora toca esperar algo nuevo
de este grandísimo escritor; y no sé por qué, pero infiero que su personaje
Alicia Gris tendrá mucho que ver en esto. Adiós a una saga que me ha reportado,
según la expresión de su reclamo editorial, el gusto por la lectura.
“Una
leyenda es una mentira pergeñada para explicar una verdad universal”
Sinopsis editorial:
“Vuelve Carlos Ruiz Zafón
con el desenlace de la saga de La Sombra del Viento. Recordarás por qué te
gusta leer.
“En la Barcelona de
finales de los años 50, Daniel Sempere ya no es aquel niño que descubrió un
libro que habría de cambiarle la vida entre los pasadizos del Cementerio de los
Libros Olvidados. El misterio de la muerte de su madre Isabella ha abierto un
abismo en su alma del que su esposa Bea y su fiel amigo Fermín intentan
salvarle.
Justo cuando Daniel cree
que está a un paso de resolver el enigma, una conjura mucho más profunda y
oscura de lo que nunca podría haber imaginado despliega su red desde las
entrañas del Régimen. Es entonces cuando aparece Alicia Gris, un alma nacida de
las sombras de la guerra, para conducirlos al corazón de las tinieblas y
desvelar la historia secreta de la familia… aunque a un terrible precio.
El Laberinto de los
Espíritus es un relato electrizante de pasiones, intrigas y aventuras. A través
de sus páginas llegaremos al gran final de la saga iniciada con La Sombra del
Viento, que alcanza aquí toda su intensidad y calado, a la vez que dibuja un
gran homenaje al mundo de los libros, al arte de narrar historias y al vínculo
mágico entre la literatura y la vida.”
“Uno
no se da cuenta del vacío en el que ha dejado pasar el tiempo hasta que vive de
verdad. A veces la vida, no los días quemados, es solo un instante, un día, una
semana o un mes. Uno sabe que está vivo porque duele, porque de repente todo
importa y porque cuando ese breve momento se acaba, el resto de su existencia
se transforma en un recuerdo al que intenta regresar en vano mientras le queda
aliento en el cuerpo”
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