Naves de procedencia
desconocida surcaban la madrugada de Ronda. O eso insinuaba el cielo de esta invernal
mañana de martes. La sutileza de unas formas nubosas e insólitas en un desfile procedente
del horizonte herido, donde la alborada saludaba o suplicaba los buenos días tras
un incendio conmovedor. Con una cadencia traspuesta, etérea, las aeronaves disfrazadas
de nubes o nubes camufladas de deletéreos platillos volantes, de violáceos
fuselajes rotos en su diámetro por una línea refulgente del mismo alba, la
esencia carmesí, o acaso esos ovnis se nutrían del sangrado de las primeras
luces en la energía indispensable para desplazarse por un fondo acerado y frío,
parecían atraídos por las viejas farolas del Puente Nuevo, iguales los arabescos
de sus hierros a los pajizos vapores desgajados por la escarcha, como si actuasen
de luminosas balizas en su silencioso y misterioso sobrevuelo del abismo, el
Tajo, todavía oscuro y tramado de hechicerías. Será por la delicadeza, por la
liviandad de los ingenios espaciales que no provocaba en el observador
consciente de su prodigio temor o al menos preocupación, únicamente el hermoso
espectáculo de una acuarela futurista en un escenario legendario y añoso, jamás
lejano. Quizás otra de las mágicas sorpresas desveladas o arrancadas del sueño
de esta ciudad soñada y antes de que el fuego de la aurora se extinguiera tras
un prolongado bostezo del vacío, de la garganta que exhalaba las cenizas del
invierno y su imperio indiscutible y bárbaro. No. No era otra versión que
escribiera H.G. Wells de su “Guerra de los Mundos”, o que interpretara un personaje
famoso y reconocido por nuestra historia local, Orson Welles, en la adaptación
radiofónica de la obra y del que llegaban algunas palabras desde su monumento en
Blas Infante, sonriente Hemingway al lado: “Señoras
y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado... ¡Espera un minuto!
Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien... o algo. Puedo ver
escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos... ¿Son ojos? Puede que
sean una cara. Puede que sea...” Solo un amanecer de Ronda, uno de tantos y
sobrecogedores por su fascinante belleza. ¿O tal vez naves de otros mundos que
están en este, aquí en la ciudad, con nosotros?.
F.J. CALVENTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario