Las ves andar por la arena, camino de un horizonte esmeralda, por un mar de aire y rutinas cuyo suelo, premeditadamente, ancla y demora los pasos, acaso por una de las fijaciones inconscientes, y ajenas, a los mundos, a los estados de la física, más en estas fronteras, en la proximidad de sus límites, donde sus sombras huyen hacia el consuelo de lo permanente, de lo invariable. Las ves andar hacia el Mediterráneo que parece saludarlas, llamarlas con cada una de sus olas que lamen la playa, postradas en una bienvenida que siempre será un recuerdo. Del mar se dice, del mar líquido y salado, que lo devuelve todo. Hoy, sin embargo, en este viernes indeciso y alentador, en Torremolinos, ellas, solícitas, andan para depositar en sus aguas, las aguas de las lágrimas de todas las melancolías, una esperanza, una ilusión, para esperar tras otra de las esquinas del tiempo no un recuerdo, sino su sustantividad, encarnada quizás en una hermosa concha, o en un guijarro refulgente de sol, una alegre realidad.
© F.J.Calvente.
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