“Porque
las letras bien hechas viven más que las gestas verdaderas de los hombres con
huesos mortales”
“Oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza”, esta frase,
extraída de viejos manuales escolares de Historia junto a la retahíla de los Reyes
Godos, da nombre a este libro y acopia la síntesis argumental, muchas veces
referida en sus páginas, acerca de la extraña fatalidad acaecida en el pueblo
de Tomelloso…
Grato mi descubrimiento
de esta edición de la Editorial Rey Lear, 2013, de “El Reinado de Witiza: un
nuevo caso de Plinio” de Francisco García Pavón, Premio de la
Crítica en 1967. Una novela para la que valen, con igual satisfacción, las
terminaciones en “isma”: divertidísima, agilísima, humanísima, correctísima,
habilísima … Una gran novela contenida en pocas páginas (272) y suficientes para
abarcar la grandeza de los pequeños detalles; con un estilo irónico, riguroso,
intrigante y costumbrista, con ese sabor de la buena literatura.
Esta no es la primera entrega,
ni será la última que lea… la que devore con sonrisa y delicia del simpar jefe
de la GMT, (nombre rimbombante que no tiene el alarde de otras iniciales como
CESID, FBI, etc, sino corresponden a las siglas de la Guardia Municipal de
Tomelloso) Manuel González, alias Plinio. De este inolvidable personaje
escribió su creador, Francisco García Pavón:
“Desgraciadamente en mi pueblo nunca hubo un
policía de talla, es natural. Pero sí hubo un cierto jefe de la Guardia
Municipal, cuyo físico, ademanes, manera de mirar, de palparse el sable y el
revólver, desde chico me hicieron mucha gracia. El hombre, claro está, no pasó
en su larga vida de servir a los alcaldes que le cupieron en suerte y apresar
rateros, gitanos y placeras. Pero yo, observándole en el Casino o en la puerta
del Ayuntamiento, daba en imaginármelo en aventuras de mayor empeño y
lucimiento.
Por fácil concatenación,
hace pocos años se me ocurrió que mi «detective» podría ser aquel jefe de la
Guardia Municipal de Tomelloso, que en seguida bauticé como Plinio, e intenté
mi primera salida aplicándolo a desentrañar el famoso caso de las «Cuestas del
hermano Diego», que me habían referido tantas veces camino de Manzanares, en cuyo
«carreterín» se encuentran.”
No me cansaré de repetir
que pocos serán los elogios de esta saga de novelas de García Pavón, y no por
ser éste pionero del género policíaco de calidad en España, ni por su
protagonista, Plinio, el primer personaje patrio, español, en esto de la
detectivesca y aunque alejado de los manoseados paradigmas de los
investigadores atormentados y esquivos de la novela negra extranjera, el único
que puede enorgullecerse de ser profeta en su tierra, por su humanidad, vivacidad,
humor, compañerismo y tranquilidad, incluso ni por ser antecedente del
irrepetible Carvalho de Vázquez Montalbán, o el Guardia Civil Bevilacqua de
Lorenzo Silva… que también, sino por la magistral prosa de su autor y por lo
elaborado de su peculiar intriga. Y como muestra, esta sobresaliente aventura de
Plinio con su fiel escudero el veterinario don Lotario:
“Un hecho insólito sacude
Tomelloso. El nicho que Antonio El Faraón acondiciona en el cementerio para su
suegra aparece una mañana cerrado y sellado. Denunciado el caso, el jefe de la
Guardia Municipal de Tomelloso, Manuel González, alias Plinio, y su ayudante
don Lotario descubren que dentro de la sepultura, y minuciosamente embalsamado,
yace el cadáver de un hombre que se parece enormemente al monarca visigodo
Witiza: «Oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza…». ¿Quién es
realmente Witiza? ¿Quién lo metió en nicho ajeno? Francisco García Pavón ganó
el Premio de la Crítica y quedó finalista del Nadal con esta novela policíaca
en la que el humor y la imaginación no permiten al lector un solo momento de
descanso. Considerada una de las tres grandes novelas de esta genial serie
detectivesca, "El reinado de Witiza· fue también el primer bestseller de
Plinio, y una de las novelas más curiosa, sugerente y divertida del género
criminal español.”
Insisto. Grandioso y
caracterizado su personaje principal, Manuel González, alias Plinio, Jefe de la
Guarda Municipal de Tomelloso, “la flor
de la detectivesca manchega”, quien junto a su escudero Don Lotario, el
veterinario, siguiendo la clásica conexión de las grandes parejas de detectives
(Sherlock Holmes-Watson, Hercules Poirot-Hastings, Bevilacqua-Chamorro…),
resuelven una impropia e insólita casuística de criminalidad en la pequeña
población de Ciudad Real. Plinio es un amante de su trabajo policial, artífice
de una técnica llamémosle localista y fundamentada en sus “pálpitos”, en el sentido común más que en el deductivo, “Yo sólo soy un policía que usa el sentido
común... y al que le dan siempre bastantico resultado las soluciones estilo
pueblo”, y del que mide su profesión,
y por tanto existencia, por los casos a los que se enfrenta con muy poco empaque
sensacionalista pero no por ello curiosos, en la población de Tomelloso, en un
tiempo y en unas circunstancias concretas, en un municipio donde todos sus
vecinos se conocen, a sus genios y a sus cuitas, y a
“como el escritor lo hace por libros, el pintor por cuadros y el torero
por corridas”. Plinio, al más puro estilo del Maigret de Simenon pero en La
Mancha, fuma caldo de gallina en vez de tabaco de pipa, y café con churros en
lo de la Rocío en vez de Jameson, cocaína u otros vicios característicos en los
ínclitos personajes de la novela negra. Plinio, al igual que cualquier hijo de
vecino de la mediana población manchega, además de insatisfecho, de ramalazos
presuntuosos, práctico, intuitivo, prudente y astuto, es honesto y humilde. Uno
de los personajes de la novela define así al protagonista principal:
“Manuel,
es que usted debía haber nacido en Chicago, pongo por sitio perverso. Porque
tener aficiones policíacas y ejercer en Tomelloso no tiene chiste. Aquí la
gente es muy llana y de buen natural y no se mata más que en casos de mucha
precisión.”
Meritorio, y no del todo
reconocido, el trabajo de Francisco García Pavón en esta serie de Plinio en el
preámbulo de la novela negra hispana, con un argumento peculiar, intenso, de
investigación policíaca en un mundo rural donde la vida cotidiana y apacible se
ve truncada por el mal. Un mal a partir de pintorescos crímenes, como no podía
ser de otra manera, desarrollada en historias elaboradas, con una soberbia descripción
ambiental y de la que no escapa, aun siendo exigua y por la censura de la
época, la sutil crítica social con eficiente aire cervantino.
“-
¿Usted cree, y ya se lo he dicho alguna vez, que yo podía ser tan buen policía
como ustedes dicen que soy, si sólo me basara en lo que veo y oigo? Hay otra
cosa, amigo. Otra cosa. Algo parecido a lo que dicen que hace temblar el
corazón de los artistas”
En definitiva, una novela
que se lee de un tirón y sin abandonar en todo su grato tiempo la absorbente atención
de los ojos en las letras y la sonrisa pintada en la cara. Lectura placentera y
amena, distintiva de la buena literatura. De una intriga perfectamente construida,
nada descuidada, de descripciones y diálogos muy vivos y en torno a unos personajes
profundos y entrañables. Y gracias al talento, a un exigente virtuoso de
nuestras letras, Francisco García Pavón, por la habilidad, ritmo y sentido de
su prosa. Una novela, y la serie de Plinio, a tener en cuenta.
“Que
Dios le da agua al que tiene viñas, que quien no las tiene ni se entera que
llueve. Y da suerte al que sabe aprovecharla, porque el tonto o ciego de
caletre no tiene suerte nunca, aunque le caigan los duros en los zapatos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario