Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 8 de febrero de 2017

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El reinado de Witiza" de Francisco García Pavón

“Porque las letras bien hechas viven más que las gestas verdaderas de los hombres con huesos mortales”



Oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza”, esta frase, extraída de viejos manuales escolares de Historia junto a la retahíla de los Reyes Godos, da nombre a este libro y acopia la síntesis argumental, muchas veces referida en sus páginas, acerca de la extraña fatalidad acaecida en el pueblo de Tomelloso…

Grato mi descubrimiento de esta edición de la Editorial Rey Lear, 2013, de “El Reinado de Witiza: un nuevo caso de Plinio” de Francisco García Pavón, Premio de la Crítica en 1967. Una novela para la que valen, con igual satisfacción, las terminaciones en “isma”: divertidísima, agilísima, humanísima, correctísima, habilísima … Una gran novela contenida en pocas páginas (272) y suficientes para abarcar la grandeza de los pequeños detalles; con un estilo irónico, riguroso, intrigante y costumbrista, con ese sabor de la buena literatura.

Esta no es la primera entrega, ni será la última que lea… la que devore con sonrisa y delicia del simpar jefe de la GMT, (nombre rimbombante que no tiene el alarde de otras iniciales como CESID, FBI, etc, sino corresponden a las siglas de la Guardia Municipal de Tomelloso) Manuel González, alias Plinio. De este inolvidable personaje escribió su creador, Francisco García Pavón:

 “Desgraciadamente en mi pueblo nunca hubo un policía de talla, es natural. Pero sí hubo un cierto jefe de la Guardia Municipal, cuyo físico, ademanes, manera de mirar, de palparse el sable y el revólver, desde chico me hicieron mucha gracia. El hombre, claro está, no pasó en su larga vida de servir a los alcaldes que le cupieron en suerte y apresar rateros, gitanos y placeras. Pero yo, observándole en el Casino o en la puerta del Ayuntamiento, daba en imaginármelo en aventuras de mayor empeño y lucimiento.
Por fácil concatenación, hace pocos años se me ocurrió que mi «detective» podría ser aquel jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, que en seguida bauticé como Plinio, e intenté mi primera salida aplicándolo a desentrañar el famoso caso de las «Cuestas del hermano Diego», que me habían referido tantas veces camino de Manzanares, en cuyo «carreterín» se encuentran.”

No me cansaré de repetir que pocos serán los elogios de esta saga de novelas de García Pavón, y no por ser éste pionero del género policíaco de calidad en España, ni por su protagonista, Plinio, el primer personaje patrio, español, en esto de la detectivesca y aunque alejado de los manoseados paradigmas de los investigadores atormentados y esquivos de la novela negra extranjera, el único que puede enorgullecerse de ser profeta en su tierra, por su humanidad, vivacidad, humor, compañerismo y tranquilidad, incluso ni por ser antecedente del irrepetible Carvalho de Vázquez Montalbán, o el Guardia Civil Bevilacqua de Lorenzo Silva… que también, sino por la magistral prosa de su autor y por lo elaborado de su peculiar intriga. Y como muestra, esta sobresaliente aventura de Plinio con su fiel escudero el veterinario don Lotario:

“Un hecho insólito sacude Tomelloso. El nicho que Antonio El Faraón acondiciona en el cementerio para su suegra aparece una mañana cerrado y sellado. Denunciado el caso, el jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, Manuel González, alias Plinio, y su ayudante don Lotario descubren que dentro de la sepultura, y minuciosamente embalsamado, yace el cadáver de un hombre que se parece enormemente al monarca visigodo Witiza: «Oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza…». ¿Quién es realmente Witiza? ¿Quién lo metió en nicho ajeno? Francisco García Pavón ganó el Premio de la Crítica y quedó finalista del Nadal con esta novela policíaca en la que el humor y la imaginación no permiten al lector un solo momento de descanso. Considerada una de las tres grandes novelas de esta genial serie detectivesca, "El reinado de Witiza· fue también el primer bestseller de Plinio, y una de las novelas más curiosa, sugerente y divertida del género criminal español.”

Insisto. Grandioso y caracterizado su personaje principal, Manuel González, alias Plinio, Jefe de la Guarda Municipal de Tomelloso, “la flor de la detectivesca manchega”, quien junto a su escudero Don Lotario, el veterinario, siguiendo la clásica conexión de las grandes parejas de detectives (Sherlock Holmes-Watson, Hercules Poirot-Hastings, Bevilacqua-Chamorro…), resuelven una impropia e insólita casuística de criminalidad en la pequeña población de Ciudad Real. Plinio es un amante de su trabajo policial, artífice de una técnica llamémosle localista y fundamentada en sus “pálpitos”, en el sentido común más que en el deductivo, “Yo sólo soy un policía que usa el sentido común... y al que le dan siempre bastantico resultado las soluciones estilo pueblo”,  y del que mide su profesión, y por tanto existencia, por los casos a los que se enfrenta con muy poco empaque sensacionalista pero no por ello curiosos, en la población de Tomelloso, en un tiempo y en unas circunstancias concretas, en un municipio donde todos sus vecinos se conocen, a sus genios y a sus cuitas, y a
como el escritor lo hace por libros, el pintor por cuadros y el torero por corridas”. Plinio, al más puro estilo del Maigret de Simenon pero en La Mancha, fuma caldo de gallina en vez de tabaco de pipa, y café con churros en lo de la Rocío en vez de Jameson, cocaína u otros vicios característicos en los ínclitos personajes de la novela negra. Plinio, al igual que cualquier hijo de vecino de la mediana población manchega, además de insatisfecho, de ramalazos presuntuosos, práctico, intuitivo, prudente y astuto, es honesto y humilde. Uno de los personajes de la novela define así al protagonista principal:

“Manuel, es que usted debía haber nacido en Chicago, pongo por sitio perverso. Porque tener aficiones policíacas y ejercer en Tomelloso no tiene chiste. Aquí la gente es muy llana y de buen natural y no se mata más que en casos de mucha precisión.”

Meritorio, y no del todo reconocido, el trabajo de Francisco García Pavón en esta serie de Plinio en el preámbulo de la novela negra hispana, con un argumento peculiar, intenso, de investigación policíaca en un mundo rural donde la vida cotidiana y apacible se ve truncada por el mal. Un mal a partir de pintorescos crímenes, como no podía ser de otra manera, desarrollada en historias elaboradas, con una soberbia descripción ambiental y de la que no escapa, aun siendo exigua y por la censura de la época, la sutil crítica social con eficiente aire cervantino.

“- ¿Usted cree, y ya se lo he dicho alguna vez, que yo podía ser tan buen policía como ustedes dicen que soy, si sólo me basara en lo que veo y oigo? Hay otra cosa, amigo. Otra cosa. Algo parecido a lo que dicen que hace temblar el corazón de los artistas”

En definitiva, una novela que se lee de un tirón y sin abandonar en todo su grato tiempo la absorbente atención de los ojos en las letras y la sonrisa pintada en la cara. Lectura placentera y amena, distintiva de la buena literatura. De una intriga perfectamente construida, nada descuidada, de descripciones y diálogos muy vivos y en torno a unos personajes profundos y entrañables. Y gracias al talento, a un exigente virtuoso de nuestras letras, Francisco García Pavón, por la habilidad, ritmo y sentido de su prosa. Una novela, y la serie de Plinio, a tener en cuenta.


“Que Dios le da agua al que tiene viñas, que quien no las tiene ni se entera que llueve. Y da suerte al que sabe aprovecharla, porque el tonto o ciego de caletre no tiene suerte nunca, aunque le caigan los duros en los zapatos”

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