“En
las fantasías somos poderosos. Pero muy pocos las hacen realidad. Esos pocos
han encontrado la clave. La clave es el riesgo. El riesgo de ser descubierto.
De atreverse a hacer lo innombrable”.
Si algunos de los que me
leen en estos momentos me solicitaran un título de novela negra, no lo dudaría,
y, no por haber sido mi última lectura, les recomendaría este sensacional
“Secretos imperfectos” (Planeta, 2016) de los suecos Michael Hjorth y Hans
Rosenfeldt. El primer libro de la llamada “serie Bergman”. Antes de nada,
siendo sincero, la buena publicidad que traía la novela me hizo dudar de si leerla
o rechazarla por otra, tan esquivo como soy a los denominados Best Sellers o a
los productos inflados y sobrevalorados por la prensa: “la fuerza de Larsson,
el atractivo de House y la intriga de Twin Peaks”, aseguraban de esta, “Una
trama criminal emocionante con un montón de giros y más giros... Lo mejor que
ha exportado el género negro sueco este año.” según Die Welt, también. Obvié
este pormenor y decidí, más por sugerencia cercana que por los anteriores
reclamos, por el buen gusto de la novela negra nórdica, la llamada “nordiks-thriller”,
y en especial por el recuerdo entre otros de Larsson y Mankell, concederle mi
interés; y es que todavía no me desaliento por el hecho del escaso factor
sorpresa que ya depara este género literario, pensé al repasar su sinopsis: “Un
joven de dieciséis años ha sido brutalmente asesinado. Un brillante equipo
policial, dirigido por el experto criminólogo Torkel Höglund y el eminente psiquiatra
criminal Sebastian Bergman, sigue la pista al asesino. Todo son callejones sin
salida y secretos por todas partes. Un misterio de difícil resolución y una trama
adictiva hasta el insomnio.” Y comencé a leer la primera página…
“Con
tiempo de sobra para pensar. En lo que había sido. En lo que acabó siendo. Pero
el orgullo había sido más fuerte que la nostalgia. El miedo al rechazo, más
poderoso que el amor”.
Y con la primera página,
con la primera frase, la sorpresa, y con esta, tan impactante, la atención,
casi obsesiva, y absorbente, para quedar prendado y prendido del resto de las
528 páginas hasta el mismo final y con ganas de más: Un hombre que dice no ser
un asesino pero que arrastra el cadáver mutilado de un joven de 16 años, Roger
Eriksson, salvajemente acuchillado y sin corazón, arrancado, para arrojarlo a
una ciénaga en la localidad sueca de Vasteras. A continuación, sin pausas, sin
dilaciones, la puesta en marcha de la investigación policial donde nada es lo
que parece y donde todos tienen algo que ocultar; un desarrollo sin artificios,
inteligente, perfectamente desplegado, adictivo, con acertada habilidad de los
autores para dosificar los secretos, los misterios, las sorpresas, los datos,
poco a poco, consiguiendo confundir al lector en las veces que cree dilucidar
el caso o en cómo saber encajar las piezas; con unos personajes convincentes,
definidos: el Jefe de la Unidad de Homicidios Torkel Höglund, Vanja, Ursula,
Billy… incluso los secundarios Haraldsson, Hanser…, hasta el asesino del que se
dice, para mayor misterio y expectación, “el hombre que no era un
asesino". Y, en especial, rompiendo los moldes, la excepción, y aunque no
lo sea tanto por esa preferencia del mejor género de apuntalar la acción en
torno a protagonistas atormentados, complejos, sagaces, cínicos, autodestructivos,
… y por lo demás mujeriego, prepotente, insensible… como es el psicólogo
criminal Sebastian Bergman; y con el que, a pesar de todo, el propio relato nos
subyuga a conocerlo, a entenderlo, a empatizarnos con sus miserias, a ser
cómplice de su inaudita personalidad. Tan errante se le presenta, tan
desapegado, que incluso su incursión en la investigación policial tenga que ver
por un asunto personal y diametralmente opuesto al caso. Sin embargo, como no
podía ser de otra manera, su intervención alcanza una importancia primordial,
en sostener los giros inesperados, a sortear los callejones sin salida, en
interpretar los indicios, y en el consiguiente avance de la investigación, en
una perfecta sintonía entre los pormenores del asunto criminal con su vida
personal o con sus propios fantasmas.
“Ningún
ser humano normal habría ignorado el tono cortante de su voz, pero cuando
Sebastian le tendió la mano a Valdemar con una sonrisa, Vanja se dio cuenta de
que había olvidado algo: Sebastian no era un ser humano normal”
La conexión entre los
distintos hilos de la trama es perfecta. Notable. Y no por ello menos
importante, o fundamental en la novela negra, con un final implacable, acertado,
honesto; es decir, los autores, como suele ocurrir cada vez más y
malogradamente, no aportan a última hora un suceso o un dato esencial con el
que por arte de birlibirloque se dilucida al culpable, o la trampa, el juego de
artificio, sino que las pistas, desperdigadas aquí y allá en la narración, han
estado en todo momento, han surgido en idéntico instante que para los
protagonistas, y las que exigían, pues, su aplicación adecuada para aclarar el
misterio. Al mismo tiempo, el final reserva una última y sorprendente sorpresa
para esperar con cierta ansiedad otra entrega de la serie… y aquí lo dejo.
“Para
un asesino en serie hay sólo dos estímulos: la fantasía y el riesgo. La
fantasía es el motor que funciona constantemente, siempre listo, pero en punto
muerto”
Esta tensión, tan
conseguida intriga, indudablemente solo se consigue con una narración o con una
manera de escribir estructurada, adecuada, detallista y visual. Con seguridad esta
técnica narrativa tenga mucho que ver por el hecho de que ambos autores sean
guionistas, y guionistas de cierto prestigio, (no en vano uno de ellos lo es de
una famosa serie de suspense); elegantes y sencillos en la descripción, en la
soltura de los diálogos, en los matices de los perfiles psicológicos de sus
protagonistas y en su perfecta conjunción con los características de la trama
criminal o de investigación policial; construyendo un relato fluido a través de
capítulos cortos y descrito por un narrador omnisciente, en tercera persona, en
favor o priorizando los diálogos, lo cual da la sensación al lector de estar
visionando unas escenas cinematográficas. Ya he comentado lo caracterizado de sus
personajes, en su ambigüedad y complejidad, más con Bergman, por supuesto, y
con una ambientación, lugares y procedimientos policíacos, cabal y
proporcionada.
“Estaban
en el lugar donde el chico de dieciséis años había sido asesinado, el punto
donde todo había terminado y a la vez había comenzado”
Asimismo, a destacar, y
propio del trasfondo llamémosle de concienciación social de las novelas
policíacas, encontramos aquí la crítica o el planteamiento sobre el acoso
escolar, la realidad de las apariencias, los prejuicios homosexuales, de la
autoestima, la incomunicación padres e hijos…
“Muchas
veces la solución estaba en los pequeños detalles”
En conclusión, si desean
leer un adictivo thriller, de trama afinadamente estructurada o hilada, de
muchos e inesperados giros, de oscuros secretos, con la que mantenerse absorto
y enganchado, como si “leyeras” una película por su conseguida característica
visual, con un protagonista principal atractivo e incluso divertido, entonces,
lean este “Secretos Imperfectos”. Me lo
agradecerán.
“Los
asesinos son criminales. Son mala gente. Las tinieblas les han devorado el alma
y ellos, por diferentes razones, han abrazado la oscuridad y la han hecho suya,
de espaldas a la luz. Él no era malo. Al contrario”.
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