Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 29 de marzo de 2017

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Secretos Imperfectos" de Hjorth y Rosenfeldt.

“En las fantasías somos poderosos. Pero muy pocos las hacen realidad. Esos pocos han encontrado la clave. La clave es el riesgo. El riesgo de ser descubierto. De atreverse a hacer lo innombrable”.



Si algunos de los que me leen en estos momentos me solicitaran un título de novela negra, no lo dudaría, y, no por haber sido mi última lectura, les recomendaría este sensacional “Secretos imperfectos” (Planeta, 2016) de los suecos Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt. El primer libro de la llamada “serie Bergman”. Antes de nada, siendo sincero, la buena publicidad que traía la novela me hizo dudar de si leerla o rechazarla por otra, tan esquivo como soy a los denominados Best Sellers o a los productos inflados y sobrevalorados por la prensa: “la fuerza de Larsson, el atractivo de House y la intriga de Twin Peaks”, aseguraban de esta, “Una trama criminal emocionante con un montón de giros y más giros... Lo mejor que ha exportado el género negro sueco este año.” según Die Welt, también. Obvié este pormenor y decidí, más por sugerencia cercana que por los anteriores reclamos, por el buen gusto de la novela negra nórdica, la llamada “nordiks-thriller”, y en especial por el recuerdo entre otros de Larsson y Mankell, concederle mi interés; y es que todavía no me desaliento por el hecho del escaso factor sorpresa que ya depara este género literario, pensé al repasar su sinopsis: “Un joven de dieciséis años ha sido brutalmente asesinado. Un brillante equipo policial, dirigido por el experto criminólogo Torkel Höglund y el eminente psiquiatra criminal Sebastian Bergman, sigue la pista al asesino. Todo son callejones sin salida y secretos por todas partes. Un misterio de difícil resolución y una trama adictiva hasta el insomnio.” Y comencé a leer la primera página…

“Con tiempo de sobra para pensar. En lo que había sido. En lo que acabó siendo. Pero el orgullo había sido más fuerte que la nostalgia. El miedo al rechazo, más poderoso que el amor”.

Y con la primera página, con la primera frase, la sorpresa, y con esta, tan impactante, la atención, casi obsesiva, y absorbente, para quedar prendado y prendido del resto de las 528 páginas hasta el mismo final y con ganas de más: Un hombre que dice no ser un asesino pero que arrastra el cadáver mutilado de un joven de 16 años, Roger Eriksson, salvajemente acuchillado y sin corazón, arrancado, para arrojarlo a una ciénaga en la localidad sueca de Vasteras. A continuación, sin pausas, sin dilaciones, la puesta en marcha de la investigación policial donde nada es lo que parece y donde todos tienen algo que ocultar; un desarrollo sin artificios, inteligente, perfectamente desplegado, adictivo, con acertada habilidad de los autores para dosificar los secretos, los misterios, las sorpresas, los datos, poco a poco, consiguiendo confundir al lector en las veces que cree dilucidar el caso o en cómo saber encajar las piezas; con unos personajes convincentes, definidos: el Jefe de la Unidad de Homicidios Torkel Höglund, Vanja, Ursula, Billy… incluso los secundarios Haraldsson, Hanser…, hasta el asesino del que se dice, para mayor misterio y expectación, “el hombre que no era un asesino". Y, en especial, rompiendo los moldes, la excepción, y aunque no lo sea tanto por esa preferencia del mejor género de apuntalar la acción en torno a protagonistas atormentados, complejos, sagaces, cínicos, autodestructivos, … y por lo demás mujeriego, prepotente, insensible… como es el psicólogo criminal Sebastian Bergman; y con el que, a pesar de todo, el propio relato nos subyuga a conocerlo, a entenderlo, a empatizarnos con sus miserias, a ser cómplice de su inaudita personalidad. Tan errante se le presenta, tan desapegado, que incluso su incursión en la investigación policial tenga que ver por un asunto personal y diametralmente opuesto al caso. Sin embargo, como no podía ser de otra manera, su intervención alcanza una importancia primordial, en sostener los giros inesperados, a sortear los callejones sin salida, en interpretar los indicios, y en el consiguiente avance de la investigación, en una perfecta sintonía entre los pormenores del asunto criminal con su vida personal o con sus propios fantasmas.

“Ningún ser humano normal habría ignorado el tono cortante de su voz, pero cuando Sebastian le tendió la mano a Valdemar con una sonrisa, Vanja se dio cuenta de que había olvidado algo: Sebastian no era un ser humano normal”

La conexión entre los distintos hilos de la trama es perfecta. Notable. Y no por ello menos importante, o fundamental en la novela negra, con un final implacable, acertado, honesto; es decir, los autores, como suele ocurrir cada vez más y malogradamente, no aportan a última hora un suceso o un dato esencial con el que por arte de birlibirloque se dilucida al culpable, o la trampa, el juego de artificio, sino que las pistas, desperdigadas aquí y allá en la narración, han estado en todo momento, han surgido en idéntico instante que para los protagonistas, y las que exigían, pues, su aplicación adecuada para aclarar el misterio. Al mismo tiempo, el final reserva una última y sorprendente sorpresa para esperar con cierta ansiedad otra entrega de la serie… y aquí lo dejo.

“Para un asesino en serie hay sólo dos estímulos: la fantasía y el riesgo. La fantasía es el motor que funciona constantemente, siempre listo, pero en punto muerto”

Esta tensión, tan conseguida intriga, indudablemente solo se consigue con una narración o con una manera de escribir estructurada, adecuada, detallista y visual. Con seguridad esta técnica narrativa tenga mucho que ver por el hecho de que ambos autores sean guionistas, y guionistas de cierto prestigio, (no en vano uno de ellos lo es de una famosa serie de suspense); elegantes y sencillos en la descripción, en la soltura de los diálogos, en los matices de los perfiles psicológicos de sus protagonistas y en su perfecta conjunción con los características de la trama criminal o de investigación policial; construyendo un relato fluido a través de capítulos cortos y descrito por un narrador omnisciente, en tercera persona, en favor o priorizando los diálogos, lo cual da la sensación al lector de estar visionando unas escenas cinematográficas. Ya he comentado lo caracterizado de sus personajes, en su ambigüedad y complejidad, más con Bergman, por supuesto, y con una ambientación, lugares y procedimientos policíacos, cabal y proporcionada.

“Estaban en el lugar donde el chico de dieciséis años había sido asesinado, el punto donde todo había terminado y a la vez había comenzado”

Asimismo, a destacar, y propio del trasfondo llamémosle de concienciación social de las novelas policíacas, encontramos aquí la crítica o el planteamiento sobre el acoso escolar, la realidad de las apariencias, los prejuicios homosexuales, de la autoestima, la incomunicación padres e hijos…

“Muchas veces la solución estaba en los pequeños detalles”

En conclusión, si desean leer un adictivo thriller, de trama afinadamente estructurada o hilada, de muchos e inesperados giros, de oscuros secretos, con la que mantenerse absorto y enganchado, como si “leyeras” una película por su conseguida característica visual, con un protagonista principal atractivo e incluso divertido, entonces, lean este “Secretos Imperfectos”.  Me lo agradecerán.


“Los asesinos son criminales. Son mala gente. Las tinieblas les han devorado el alma y ellos, por diferentes razones, han abrazado la oscuridad y la han hecho suya, de espaldas a la luz. Él no era malo. Al contrario”.

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