Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 28 de junio de 2017

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El hombre que no era nadie" de Edgar Wallace

“- … Un hombre que lleva un traje no hecho a medida, es capaz de cometer un asesinato”



Tal vez "El hombre que no era nadie" (Serie Negra, El País, 2004) no sea la novela indicada para valorar o distinguir a Edgar Wallace, pero sí adecuada para reconocer su estilo narrativo y su habilidad y prolija producción literaria; ahí le avalan casi dos centenares de novelas, una veintena de obras de teatro, un millar de relatos y una infinidad de artículos periodísticos, abundante trabajo para quien ha sido considerado como el escritor inventor del thriller. Dicho esto, esta novela, insisto, reúne la estructura básica de las narraciones de suspense, no de aquellas en la que se presenta un acertijo detectivesco, incluso matemático, por resolver y como puedan ser los clásicos de Agatha Christie: un prolegómeno con los sucesos o hechos misteriosos o criminales, un desarrollo inquisitivo sin que intervenga policía o detective con un método determinado y característico, para dilucidarlos o para ir recomponiendo sus fragmentos hasta el mismo colofón final, cuando cae el “The End” y como si se tratara de la proyección de una película en blanco y negro.

"Marjorie conoce al misterioso Pretoria Smith y presencia su muerte, a manos de éste, de lord James Tynewood. Poco después la joven recibe un ultimátum: si no se casa con el socio de su tío, éste dejará de mandarles dinero a ella y a su madre. Cuando la joven descubre que el enigmático socio es Pretoria Smith, y que no le queda más remedio que casarse con él porque su madre está endeudada, el pánico se apodera de ella: debe contraer matrimonio con un sospechoso de asesinato, con un hombre de cuyo nombre e identidad duda... Marjorie deberá afinar sus dotes detectivescas si en algo valora su felicidad."

Una novela entretenida, sin grandes pretensiones, llana, placentera, con tal diversidad de ambientes que agiliza e imprime mayor interés a una trama lógica, solidaria: el Londres de clase media y el aristocrático, el rural de la campiña inglesa, África y las minas del Kalahari...
Así como un amplio abanico de personajes, nobles, trabajadores, aventureros… envueltos la mayoría en fatuas apariencias, o en una huida de la vacuidad de sus vidas; no muy definidos, quizás estereotipados, tanto que incluso el alusivo "hombre que no era nadie", Pretoria Smith, igual podría haberse llamado Periquito de los Palotes, todos y adecuados a la línea uniforme de la narración. Una narración con diálogos concisos, precisos, tópicos, del mismo modo exigidos en la arquitectura sencilla y ágil de la historia.


Ni decir tiene que para los puristas, los rigurosos de la novela negra, o de los que esperan descifrar, pistas de por medio, un enigma policíaco, no les satisfará este relato o pondrán una y mil excusas. Sin embargo, como es mi caso, encontramos en sus páginas, no llegan a las doscientas, una oportunidad para echar la tarde encima, más con estas calores sofocantes, una lectura entretenida, cómoda, y con ese encanto de los años veinte en películas en blanco y negro… Recomendable.

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