Siempre serán pocos los días para
vivir Lisboa. Pocos los días en esta primavera calurosa que no son, ni por
tanta melancolía con los que ya los rememoro, los de un otoño ocre o los de tal
vez ese invierno de Antonio Muñoz Molina, y con el que también aprecio, asiento en esta a la mejor estación para que la ciudad ofrezca su mayor alarde de
encanto y belleza.
“Soñamos la misma ciudad- le había
escrito Lucrecia- pero yo la llamo San Sebastián y tú Berlín”… Ahora la llamaba Lisboa. Tal vez fue en Lisboa
donde conoció esa temeraria y hermética felicidad… Recuerdo algo que me dijo
una vez: que Lisboa era la patria de su alma, la única patria posible de
quienes nacen extranjeros… Toda Lisboa, me dijo, hasta las estaciones, es un
dédalo de escalinatas que nunca acaban de llegar a los lugares más altos,
siempre queda sobre quien asciende una cúpula o una torre o una hilera de casas
amarillas que son inaccesibles”.
Siempre serán pocos los días para
expresar, experimentar las infinitas emociones dispuestas a sorprender al
visitante, pero suficientes para concretar un sueño. El sueño de mi hija a
través del rock, a través de una leyenda musical, en el reencuentro de la banda
épica, en la búsqueda y comunión con Axl Rose, Slash, Duff... Guns n' Roses.
Concierto en Lisboa. El sueño de un frágil pajarillo que por fin remonta su
vuelo de libertad y felicidad.
Y allá partimos, mi familia, hacia
la capital portuguesa. Llegamos a Lisboa el jueves 1 de junio, en coche,
cruzando sobrecogidos el puente 25 de Abril sobre el Tajo, con esa sensación de
estar sobrevolando las colinas de la ciudad con vértigo, el sonido infernal de
las rodadas, la atracción pavorosa en las profundidades del estuario del río.
Entretejia en mi mente, acaso como un sortilegio para apaciguar los miedos
atávicos, el caos circulatorio y los hierros suspendidos sobre los abismos del
imponente caudal, unos acordes musicales, del "November rain", del
"Sweet Child O' Mine", o tarareando "Yesterday", de los
GnR, ("El ayer no tiene nada para mí, Viejos retratos que siempre veré.
Algunas cosas podrían ser mejores En mi libro de recuerdos."), con unas
letras de la guía turística escrita por el genial poeta Fernando Pessoa a su
ciudad natal, "Lisboa: lo que el turista debe ver", en una sublimidad
de adjetivos, de historia, de emociones y confidencias a la luz oblicua del
atardecer, en ese mágico momento en el que las aguas del río se hacen cielo, o
al revés.
"Amo estas plazuelas
solitarias, intercaladas entre calles de poco tránsito, y sin más tránsito,
ellas mismas, que las calles. Son claros inútiles, cosas que esperan, entre
tumultos distantes. Son de aldea en la ciudad. Paso por ellas, subo a
cualquiera de las calles que afluyen a ellas, después bajo de nuevo esa calle,
para regresar a ellas. Vista desde el otro lado es diferente, pero la misma paz
deja dorarse de añoranza súbita -sol en el ocaso- el lado que no había visto a
la ida."
Han sido pocos los días para
acaparar un ramillete de admiraciones de entre la miríada de escenas y
sorpresas, sencillas, afables, que deparan esta hermosa ciudad de gente amable,
cercana, al visitante consciente, curioso, nostálgico como un fado en el que
parece sumergirse su ambiente pausado; y sin embargo días idóneos para un
perfecto maridaje entre el rock, el turismo, la historia y la esperanza
despierta, cierta, para que mi hija concretara su sueño más vital.
"Bien podría ser que Lisboa,
contrario de lo que parecía, no fuera ciudad, sino mujer, y la perdición solo
amorosa, si el restrictivo adverbio tiene cabida aquí, si no es ésa la única y
feliz perdición.", como también me susurraría Saramago en Alfama, en esa
Casa dos Bicos que alberga la fundación del Nobel de Literatura. Unos días
inolvidables.
Hasta pronto, Lisboa, obrigado.
Buen hotel, cómodo, tranquilo, de servicio eficiente y amable, con un desayuno magnífico... Holiday Inn Express Lisbon, Alfragide, en Rua Quinta do Pazinho 11, Carnaxide, Lisboa.
Y esa noche del jueves, un descanso tras las casi seis horas de viaje con una buena cerveza, Super Bock, y un Gin Tonic, en el bar del hotel.
Y el viernes 2 de Junio, por la mañana, comenzamos un poco de ruta turística. Lo primero, tras abandonar el autobús, fue El Monasterio de los Jerónimos de Santa María de Belém. Un antiguo monasterio de la Orden de San Jerónimo y que se ubica en el barrio de Belén.
Diseñado en estilo manuelino por el arquitecto Juan de Castillo, fue encargado por el rey Manuel I de Portugal para conmemorar el afortunado regreso de la India de Vasco de Gama. Se fundó en 1501 sobre el enclave de la Ermida do Restelo en lo que fue la playa de Restelo, ermita fundada por Enrique el Navegante, y en la cual, Vasco de Gama y sus hombres pasaron la noche en oración antes de partir hacia la India. La primera etapa constructiva de la iglesia nueva comenzó en 1514 y fue ampliándose y modificándose hasta el siglo XX. Se financió gracias al 5% de los impuestos obtenidos de las especias orientales, a excepción de los de la pimienta, la canela y el clavo, cuyas rentas iban directamente a la Corona.
El estilo manuelino se caracteriza por la mezcla de motivos arquitectónicos y decorativos del gótico tardío y del renacimiento. Destacan los portales principal y lateral, el interior de la iglesia y el magnífico claustro. Las capillas de la iglesia fueron remodeladas en puro estilo renacentista en la segunda mitad del siglo XVI y contienen las arcas funerarias de Manuel I y su familia, además de otros reyes de Portugal.
En los Jerónimos se hallan también las tumbas (neomanuelinas) del navegador Vasco da Gama y el poeta Luís de Camões. En una capilla del claustro descansan, desde 1985, los restos del escritor Fernando Pessoa.
En un anexo construido en 1850 se ubica el Museo Nacional de Arqueología, el Museu da Marinha se encuentra en el ala oeste.
El precio nos impidió entrar en el Monasterio, pero del que nos impresionó su arquitectura desde el exterior.
Aunque siempre en el exterior, en la calle, teníamos que tener cuidado con el paso de los tranvías, uno de los medios de transportes más famosos y pintorescos de Lisboa.
Y un poco más abajo, el Monumento a los Descubrimientos, en la plaza o mirador del mismo nombre. El Monumento a los Descubrimientos (en portugués, 'Monumento aos Descobrimentos'), popularmente conocido como Padrão dos Descobrimentos, es un monumento construido en 1960, en la margen del río, en Belém, Lisboa, para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante.
Fue encargado por el régimen de Salazar, tiene 52 metros de altura y celebra a los marineros, patrones reales y todos los que participaron en el desarrollo de la Era de los Descubrimientos. Los autores de la obra fueron el arquitecto José Ângelo Cottinelli Telmo y el escultor Leopoldo de Almeida.
Y al fondo, el imponente puente del 25 de Abril sobre el estuario del río Tajo.
Y caminando por un agradable paseo en una margen del río Tajo, llegamos a la célebre Torre de Belém. Patrimonio de la Humanidad en 1983, obra de Francisco de Arruda y Diogo de Boitaca, constituye uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura manuelina. Cuando dejó de servir como defensa de invasores en el estuario del río Tajo se utilizó como prisión, como faro y también como centro de recaudación de impuestos para ingresar a la ciudad.También es conocida como Torre de San Vicente, ya que fue erigida en honor a San Vicente Mártir, patrono de Lisboa. Su nombre original era Castelo de São Vicente a par de Belém.
El Monumento a los Combatientes en Ultramar apareció en nuestro paseo hacia el Paseo Marítimo de Algés y donde se celebraría en la tarde-noche el concierto de Guns n´Roses. Un monumento militar a los soldados portugueses muertos en el extranjero y cuyos nombres pueden leerse en las paredes del arco puntiagudo.
Llegamos al Passeio Maritimo de Algés en Oeiras pasadas las 12 del medio día, y ya había cola de fans esperando la entrada al recinto. Mi hija, por miedo y por ansiedad a no perder sitio, decidió quedarse en la fila de espera y yo, en mi papel de protector, la acompañé bajo un sol de justicia. A las 4 de la tarde accedimos al recinto que se llenó con algo más de 60.000 personas, esperando hasta que a las 7 de la tarde comenzaron a tocar los grupos teloneros, Tyler Bryant & The Shakedown y Mark Lanegan Band. Y a las 9 de la noche, sucumbimos a tres horas de un gran concierto de la banda Guns n´Roses. Sobrio y eficaz su bajista Duff, correcto Axl Rose y un virtuoso de la guitarra Slash, con un excelente acompañamiento y una puesta en escena impresionante, voltaica, emoción y energía a raudales desde "It's so easy" hasta la traca final con "Paradise city". Magnífico concierto. Luego una odisea salir del recinto y encontrar un taxi que nos llevara al hotel.
El Monumento a los Combatientes en Ultramar apareció en nuestro paseo hacia el Paseo Marítimo de Algés y donde se celebraría en la tarde-noche el concierto de Guns n´Roses. Un monumento militar a los soldados portugueses muertos en el extranjero y cuyos nombres pueden leerse en las paredes del arco puntiagudo.
Llegamos al Passeio Maritimo de Algés en Oeiras pasadas las 12 del medio día, y ya había cola de fans esperando la entrada al recinto. Mi hija, por miedo y por ansiedad a no perder sitio, decidió quedarse en la fila de espera y yo, en mi papel de protector, la acompañé bajo un sol de justicia. A las 4 de la tarde accedimos al recinto que se llenó con algo más de 60.000 personas, esperando hasta que a las 7 de la tarde comenzaron a tocar los grupos teloneros, Tyler Bryant & The Shakedown y Mark Lanegan Band. Y a las 9 de la noche, sucumbimos a tres horas de un gran concierto de la banda Guns n´Roses. Sobrio y eficaz su bajista Duff, correcto Axl Rose y un virtuoso de la guitarra Slash, con un excelente acompañamiento y una puesta en escena impresionante, voltaica, emoción y energía a raudales desde "It's so easy" hasta la traca final con "Paradise city". Magnífico concierto. Luego una odisea salir del recinto y encontrar un taxi que nos llevara al hotel.
Y a la mañana siguiente, no tan cansados como esperábamos, cogimos de nuevo el autobús y tras 36 paradas llegamos a la célebre Plaza del Comercio. Esta Praça do Comércio o Terreiro do Paço fue el terreno donde se asentó el Palacio Real de Lisboa durante más de 200 años. Es una de las más importantes plazas de Lisboa y, con una gran vista al estuario del Tajo, es el centro neurálgico de la ciudad. En 1511, D. Manuel I cambió su residencia desde el Castillo de San Jorge a este lugar al lado del Tajo. Este palacio y su biblioteca con más de setenta mil volúmenes fue destruido por el Terremoto de Lisboa. En la reconstrucción, la plaza se convirtió en elemento fundamental de los planes del Marqués de Pombal. Los nuevos edifícios, con arcadas rodeando la plaza están ocupados actualmente por ministerios.
Después de la Revolución de 1910 los edifícios fueron pintados de rosa, el color republicano, en contraposición al amarillo real en que estaban pintados. El lado sur, con sus dos torres cuadradas, está mirando al Tajo. Esa fue siempre la mejor entrada de Lisboa, donde llegaban los embajadores y la realeza. Para desembarcar utilizaban unos escalones de mármol. Todavía es posible ver esa entrada a Lisboa. Hoy lo que destaca de la plaza es el intenso tráfico de la avenida da Ribeira, que pasa entre la plaza y el río. En el centro de la plaza se puede ver la estatua ecuestre de D. José I, erigida en 1775 por Machado de Castro, el principal escultor portugués del siglo XVIII. Con el paso de los años, la estatua de bronce ha ido tornándose de color verde, siendo éste color el que presenta en la actualidad. En el lado norte de la plaza se encuentra el impresionante Arco Triunfal da Rua Augusta, que es la entrada a la Baixa.
El 1 de febrero de 1908, el rey D. Carlos y su hijo Luís Felipe fueron atacados cuando atravesaban la plaza. En 1974 la plaza fue el escenario de la Revolución de los Claveles, que derribó al gobierno de Marcelo Caetano en una revolución sin violencia. El área fue utilizada como aparcamiento durante muchos años, aunque hoy este vasto espacio es utilizado para eventos culturales y espectáculos.
Y en la misma Plaza del Comercio este lugar impresionante y bello, "Cais das Colunas".Cuando Portugal era un imperio marítimo, flotas de hasta quinientas naves partían o llegaban, a la vez o por turnos, en el puerto de Lisboa, que fue durante siglos uno de los más importantes del mundo. Ya entonces el Terreiro do Paço (actual Plaza del Comercio) les abría los brazos de la ciudad. Y a día de hoy, el “Muelle de las Columnas”/Cais das Colunas son las extremidades, casi diríamos los dedos, de ese abrazo a río, como niña que se lava las manos en las orillas del mismo. La designación de Muelle de las Columnas se debe a la existencia de dos pilares monolíticos erguidos en los extremos y que son parte integrante del proyecto de la Plaza del Comercio, autoría del arquitecto Eugénio de los Santos, para la reconstrucción de la ciudad después del terremoto de 1.755.
Obligado era, dentro de las arcadas de la propia Plaza del Comercio, acercarse al Museo de la Cerveza. Este Museu da Cerveja es un hito en la tradición cervecera de todos los países de lengua oficial portuguesa.
Aunque, bien es cierto, antes de entrar en el Museu da Ceveja ya había dado cuenta y sabor de los iconos cerveceros portugueses, SUPER BOCK, SAGRES, CUCA, BRAHMA o LAURENTINA, y es que hacía tanto calor que era indispensable estar hidratado.
Luego atravesamos el imponente Arco del Triunfo y penetramos en la arteria comercial de la Rua Augusta. La Rua Augusta es la calle principal del barrio de Baixa. Une la Praça do Comércio, a través del Arco Triunfal, a la Praça do Rossio. Es uno de los centros neurálgicos de la ciudad, dónde se encuentran algunas de las principales tiendas. Las calle del Oro y de la Plata son paralelas a ésta.
Y allí, en la Rua Augusta almorzamos. No nos podíamos ir de Lisboa, una vez saboreados los dulces de nata, sin probar el famoso plato de bacalao y una de sus tapas. Exquisito y a muy buen precio.
Y casi al lado, el Castillo de San Jorge. Este Castelo de São Jorge son las ruinas de un castillo en la colina de San Jorge en Lisboa, con una superficie de 6.000 m2. Primitivamente conocido como Castelo dos Mouros, se yergue en posición dominante sobre la más alta colina del centro histórico, proporcionando a los visitantes una de las más bellas vistas sobre la ciudad y sobre el estuario del río Tajo. El castillo defiende la antigua ciudadela árabe, o Alcázar, abriéndose en sus muros con almenas doce portones, siete de ellos por el lado de la iglesia de Santa Cruz do Castelo. Por el exterior, un paño de muralla da acceso a una torre barbacana. Dieciocho torres de sustentación refuerzan los muros. Por el Portal Sul, a través de la Rua de Santa Cruz do Castelo, se accede a la Plaza de Armas.
Y para terminar, buscando la parada del autobús que nos llevaría al hotel para coger nuestro coche y volver a Ronda, nos adentramos en el Barrio de Alfama, con la sorpresa de encontrarnos a La Casa dos Bicos o Casa de Brás de Albuquerque. Construida en 1523, con diseño de Francisco de Arruda, por orden de Brás de Albuquerque, hijo natural del conquistador de Ormuz, Afonso de Albuquerque, para servir de vivienda. Está situada al este de la Praça do Comércio, cerca de donde se encontraban la Alfândega, el "Tribunal das Sete Casas" y la "Ribeira Velha" (un mercado de pescado y productos de hortícolas, con lonjas de comida y vino).
Su fachada está revestida de piedras talladas en forma de punta de diamante, los llamados "bicos", siendo un ejemplo único de arquitectura civil residencial lisboeta en Lisboa. Los "bicos" demuestran una clara influencia del Renacimiento italiano. De hecho, el dueño de la casa, Brás de Albuquerque, la mandó construir después de un viaje por Italia, donde había visto el Palacio de los Diamantes de Ferrara y el Palacio Bevilacqua, en Bolonia. Las puertas y ventanas tienen una distribución y tamaños diversos, lo que concede al edificio cierto encanto, reforzado por el trazado de las ventanas de los pisos superiores, libremente inspiradas en los arcos trilobulados de la época.
En la planta inicial tenía dos fachadas de piedras cortadas en pirámide y colocadas de forma desencontrada, donde sobresalían dos puertas manuelinas, la central y la del extremo oriental, además de otros dos plantas nobles. La fachada menos importante se encontraba orientada hacia el río.
Tras el terremoto de Lisboa de 1755, todo el edificio quedó destruido y desaparecieron los dos últimos pisos. La familia Albuquerque vendió la casa en 1973, y fue utilizada durante un tiempo como almacén y como sede de comercio de bacalao.
En 1983, por iniciativa del comisariado de la XVII Exposición Europea de Arte, Ciencia y Cultura, fue reconstruida y devuelta a su configuración inicial, y sirvió como local de exposiciones. Hoy en día la Casa dos Bicos pertenece a la Cámara Municipal de Lisboa, quien ha cedido su total utilización a la Fundación José Saramago para fijar en el edificio su sede principal.
Desde 2012 la Fundación José Saramago está abierta al público en la Casa dos Bicos, donde ofrece a los visitantes una exposición permanente sobre la vida y obra del escritor José Saramago y donde celebra diferentes eventos de tipo cultural.
Y termino con Saramago:
"En el fondo, todos tenemos necesidad de decir quiénes somos y qué es lo que estamos haciendo, la necesidad de dejar algo hecho, porque esta vida no es eterna y dejar cosas hechas puede ser una forma de eternidad"
Thanks Guns, N´Roses
Obrigado, Lisboa.
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