Cascadas de colores derramadas por
la cal de las paredes. Estallidos cromáticos que iluminan los rincones, los
balcones, los abiertos patios, la amabilidad de las puertas de entrada.
Espacios atemporales donde ellas, las mujeres de Pujerra, cuidan, miman, hablan
a sus flores con nombres superiores a todo nombre. Delante de este derroche de
color, y de fragancias, no se puede ser indiferente, ante el cual se doblan las
rodillas, cualquier preocupación, elástico incluso a las salvajadas
urbanísticas a las que nos tiene acostumbrados esta abúlica política que
permite o mira para otro lado a lo que debe ser ejemplo de sensatez, de
armonía, que ablanda las voluntades más obstinadas, más mediocres, y curva las
sonrisas. Flores. La fascinación entorna los ojos, abre el corazón, atrapándolos,
y en el regalo de las retinas, busca el encuentro, la participación, el dejarse
llevar en el milagro de una naturaleza domesticada que confraterna con un
extraño sosiego, con un peso cordial del ambiente y a pesar de estar el pueblo
en Fiestas, la Feria de Pujerra en honor a su patrón, San Antonio de Padua, del
que hoy es su onomástica. Felicidades a mis Antonias y Antonios. Escenarios quiméricos,
tornasolados, en los que no hace falta invocarlos para dulcificar las más
ásperas tentaciones, las más anodinas rutinas, inexplicables. Y así, a lo largo
de un paseo que tiene que ser pausado, no hay prisas en el lugar, paras,
observas o abres los ojos, respiras, sugestionado y agradecido a esas mujeres
pujerreñas, sorprendentemente en su sacerdocio a través de un luto de siglos,
por mantener el dispendioso prodigio de matices y sonrojos, de esencias
florales que compiten con el amargo hedor de los castaños en flor. De ahí que
en nombre de San Antonio de Padua, al que agradezco su inspiración, sea esta
más profana, vea, piense, quiera y comparta esta posibilidad capturada en unas
imágenes que no hacen honor a su belleza, para que a todos nos ilumine la
inteligencia, y de leer su mensaje, su leyenda, nos alimente el corazón. Flores
que parecen ornar, irisar al paso de San Antonio, la procesión que, por segunda
vez, hoy recorrerá sus tortuosas calles, y las que entonarán, acaso, estas
letras como un prisma donde la luz blanca se desparrama en tinturas que huelen
y lagrimean: “Prefieran más ser amados
que temidos. El amor dulcifica lo amargo y aligera el peso insoportable. El
temor, al contrario, nos hace intolerables hasta las cosas más insignificantes”.
Esto es Pujerra: una sorpresa colorista, exuberante, germinada de un retraído
silencio que no se oye, se ve.
(c)F.J. Calvente.
Es precioso tu pueblo, en Verano como en Invierno.
ResponderEliminarMuy bonito. Gracias
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