Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 1 de julio de 2017

JULIO...

Comienza y comienzo el mes de julio con una sensación extraña. Una sensación sin causa, aparente, solo con un efecto incómodo. Como si tras pasar una "noche en blanco", precisamente, exija un trazo de color, de intención, que quiebre la resignación abúlica, la mediocridad de algunas rutinas; como para quien espera le tuerza el dolor de su espera; como esos ojos, esa mirada, la sonrisa estremecedora perdida en la necesidad de un recuerdo y quizás ya jamás recurrente; como la inquietud retórica en la quietud del otoño; o como las ilusiones que guardamos en sueños para evitar que la realidad las emborrone.... o como un mareante y sugestivo transitar por la espiral de estas escaleras del campanario de la iglesia del Espíritu Santo. La sensación que da la frívola bienvenida a julio, incluso terrorífica, "en algo muy parecido a una posesión", de acordarme ahora de unas letras de Raúl Argemí, "si alguien (tal vez yo) tiene el mal gusto de creer en demonios ajenos a la normalidad de los humanos" 

© F.J. Calvente.


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