Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 4 de julio de 2017

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El talento de Mr. Ripley" de Patricia Highsmith

“Hasta dónde llegarías para volverte otra persona”



“El talento de Mr. Ripley” (El País, Serie Negra, 2004) es una de las más célebres novelas de Patricia Highsmith, reina del género de suspense, aunque siempre fue bastante reacia con dejarse encasillar dentro del género negro; posiblemente, más acertado, la creadora de esa fusión, tan perturbadora, entre lo policíaco y el suspense, de la intriga psicológica sagaz y precisa, y de la que esta novela, y su fantástico personaje, podrían considerarse su ejemplo categórico. Dicho esto, por otro lado, cogí esta novela al persuadirme un gesto de satisfacción tras su lectura de mi hija Inés, y por exigencia lectiva dentro del “planning” de la asignatura de Literatura en primero de bachillerato, (mi enhorabuena por incluir estas materias literarias en el catálogo pedagógico). Luego de una lectura por un argumento trepidante e interesante, la decepción surgió por el visionado de la versión cinematográfica de Anthony Minghella (1999) con un afamado elenco de actores (Matt Damon, Gwyneth Paltrow, Jude Law, Cate Blanchett, Philip Seymour Hoffman, Jack Davenport…) que destrozaron la historia y las agradables sensaciones deparadas por el libro.

“Mr. Greenleaf, un millonario americano, le pide a Tom Ripley que intente convencer a su hijo Dickie que está viviendo una bohemia dorada en Italia para que regrese al hogar. Tom acepta el encargo, y de paso pone tierra por medio a posibles problemas policiales, y encuentra a Dickie y a su amiga Marge, con quienes establece una turbia y compleja relación.” … Y poco más diré, o revelaré, de una historia salvo su enorme juego de apariencias y suplantaciones, de identidades, encerradas en crímenes, donde lo fundamental será la aproximación al delincuente, al asesino, no al crimen.

Esta es la primera de las cinco novelas en torno a este espléndido personaje, Tom Ripley, creado por Patricia Highsmith. Una novela estructurada en dos partes marcadas, de secuencia lineal con algún que otro “flashback” del protagonista para entender determinadas decisiones o emociones, escrita en tercera persona y según la perspectiva de aquel, de Ripley: una primera parte, pausada, lenta, que guarda la directriz de caracterizar a los personajes, la evolución de sus respectivos roles y relaciones en la historia; para dar paso a una segunda parte, más efectista, palpitante, inquieta… y de la que nada más descubriré. No veo necesario insistir en el estilo de Highsmith: conciso pero riguroso en su ambientación, con diálogos ágiles y meditaciones profundas, sin intervenir o sin enjuiciar sobre estos, solo el lector puedo hacerlo. Una prosa sencilla, templada, directa y pausada.

Tom Ripley es un personaje complejo, construido con rigurosa definición y habilidad. A lo largo del relato, otro logro de la autora, el lector irá familiarizándose, incluso empatizando, con la evolución o con el conocimiento de una personalidad arrolladora, neurótica o más en la incidencia de ese factor psicológico del que hablaba antes, o por su trasfondo emocional infeliz, y por el que el protagonista toma determinadas decisiones y actuaciones que al lector resulta incomprensiblemente convenientes. Según esta manera, conocemos a un Tom Ripley que al principio de la historia aparece como un joven insignificante, lleno de inseguridades, de escasas motivaciones, sin perspectivas, no fracasado, hundido en el maremagno de Nueva York, en un superviviente que toma la decisión, no se sabrá si errónea o no, da igual, de que para ascender, para ser alguien en esta sociedad, ser valorado, aceptado, tendrá, si no puede cambiar de actitud o si esta no es la adecuada, que aprovechar o asumir la identidad de otros. Aquí encontramos, pues, la grandeza de Patricia Highsmith y el valor de esta obra literaria, insisto, del estudio psicológico en torno a la personalidad de Tom Ripley, desde o con todas sus aspiraciones, ambigüedades, su ideal exquisito, ingenioso, soñador, intelectual, artístico, su escalofriante indiferencia, su pasmosa serenidad ante el crimen; alguien del que, asimismo, nos queda la duda de si verdaderamente se trata de un psicópata o solo un caradura inmoral, alguien que está por encima, o no es consciente, de la diferencia entre el bien y el mal, sin ninguna carga ética o asumida. Un héroe, sí, un héroe malvado, en una historia de deliciosa perversidad.

“Pero empezaba a comprender que eso no era posible, que siempre tendría que mantenerse alejado de la gente”

El resto de los personajes también están muy bien definidos, no con el rigor de Ripley, pero todos dentro de esa percepción de protección, de amparo, de empatía con el malvado, incluso las víctimas nos resultan insoportables. Patricia Highsmith juega y lleva al lector al más alto nivel de lo “policíacamente” incorrecto”, de afrenta a la moralidad consensuada o adoptada.  

“¿Por qué cuando dos hombres juegan, siempre juegan a matarse el uno al otro?”

La ambientación, sin abundar en descripciones
efectistas, está muy lograda. Además de New York, el contraste con el mundo mediterráneo, del italiano, Mongibello, de pequeños pueblos blancos junto al mar, de cielos azules y generosos, bucólicos, edénicos… o el europeo ostentoso de Paris, Palermo, lo cual contrasta con la atmósfera oscura, reducida, desconfiada de la novela negra. Tanto es así que aquí, además, en este escenario, en esta trama, el crimen constituye un factor muy secundario, siempre a remolque del interés sobre su personaje principal, de sus sueños u obsesiones. Personaje, Tom Ripley, del que tampoco guarda el papel desencantado o atormentado de los protagonistas del género de suspense, sino que nos resulta atractivo por una cierta seducción, indudablemente amoral, pero no por ello ignorante o trivial. Aquí se rompen todos los iconos del género clásico policíaco y nos hace amar su nueva y sorprendente expresión. Por otro lado, continuando con el ámbito de la novela, no es difícil captar y compartir cierta crítica hacia la sociedad de la época: sucumbida a las apariencias, materialista, hipócrita, homófoba…

“Tom se echó a reír al pensar en aquellas palabras: desviación sexual. "¿Dónde está el sexo?" Se preguntó. "¿Y dónde está la desviación?" Bajó la vista hacia Freddie y con voz baja y llena de resentimiento dijo: -Freddie Miles, has sido víctima de tu propia mente retorcida.”

Una novela muy recomendable.


“Tom le envidió intensamente, con un sentimiento mezcla de envidia y de piedad por sí mismo.”

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