Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 16 de diciembre de 2017

SOLO Y CALLADO



Espero. 
En el coche. 
A medio día. 
Sol. Frío. Un sol frío
Espejo. 
Solo.
Soledad rota. No es amarga. Tampoco desarraigada. Ni adolorida.
Estoy a gusto. O acaso tranquilo. 
Estoy solo y también estoy en el espejo. 
Siento contradecirlo maestro, maestro Borges. 
Una brazada de sol, sin embargo, veo que me amordaza.
Silencio. 
No son necesarias las palabras. 
Los soliloquios suelen ser mudos.
Algo más. En seguida...
Sonrío, aunque no hay reflejo de sonrisa, ni de ironía, en el azogue.
Me hace poderoso cierto mutismo elocuente. 
De acuerdo, Malraux, muy oportuno:
"La verdad de un hombre reside, sobre todo, en lo que calla."
Ahora ya no estoy solo.
No hay nadie en el espejo. 
Tengo que conducir. No sé dónde. 

(C) F.J. Calvente. 

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