Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



viernes, 19 de abril de 2019

"Viernes de Entierro Santo"


Los Viernes Santo son siempre un regreso a la nostalgia y un impulso hacia lo venidero. A esa recogida hora, las siete de la tarde, que derrama el intenso cromatismo del crepúsculo en el Barrio, de San Francisco, en las húmedas retinas de emoción de todos los ayer apiñados en el antiguo atrio del colegio o ahora arriba de calle Empedrada. Luego los pasos desharán las sombras de la noche en su penitente itinerario por una Ronda sola y enlutada, para volver después a su casa, elegantes y soberbios, medidos y cautivos, por el emocionante y frío desarraigo del trayecto de Las Imágenes, atrapando la fascinación en los pálidos fulgores de las murallas que asemejan derretirse para moldear el catafalco dorado del supremo Entierro; allí, donde el silencio es más cerrado y la soledad más desolada, donde pueden oírse a los tronos hablar con sus crujidos sentenciosos, viejos suspiros y susurros de lágrimas entre parpadeos de bambalinas. Un regreso y otro paso adelante. Otro Viernes Santo de reencuentros, y estos de comunión con el Cristo Yacente y su Madre en Soledad. Otro Viernes Santo de regreso al Origen, a la raíz, a la identidad de esta tierra a través de uno de sus símbolos y señal, custodiado por la Real Hermandad del Santo Entierro de Cristo y Nuestra Señora de la Soledad, Cristo Resucitado y Nuestra Señora de Loreto, el de la manifestación de vida en torno a la alegoría más imponente sobre la muerte. Hoy también, con un cielo picado de nubes y alientos de agua que impiden la penitencia en los horizontes de las calles, declamo como una vez lo hice ante Ellos: ¡... vuelvo a confirmar los vínculos de unión, de afecto, el rito y el reconocimiento, el apego a esta Hermandad y al Barrio entero!

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