“-
No se cambia leyendo. Hay que vivir”
A
estas alturas no voy a esconder mi predilección por la inteligente literatura
de Amélie Nothomb. Y, por tanto, “El crimen del conde
Neville” (Anagrama, 2017) no ha sido una excepción en su repercusión y en
mi satisfacción por una escritora singular, perversa, osada, desenfadada, culta
y divertida; no hay nada simple, superficial, anodino, en cuanto escribe, sino
sorprendente, ingenioso y atractivo.
De
qué va:
“El
conde Neville acude a la casa de una vidente para recoger a su hija menor. La
vidente se la encontró la noche anterior en pleno bosque, en posición fetal y
tiritando de frío. Al parecer la adolescente, que responde al singular nombre
de Sérieuse, se había fugado del castillo familiar. Pero, antes de llevar al
aristocrático progenitor ante su hija, la vidente le toma la mano y le anuncia:
«Pronto dará usted una gran fiesta en su casa. Durante esa recepción, usted
matará a un invitado.»
En
efecto, los Neville, excéntrica familia de alcurnia, van a celebrar en breve su
fastuosa fiesta anual, a la que invitan a lo más selecto de la sociedad. Esa
garden party es una tradición irrenunciable, pese a que los Neville pasan por
serios apuros económicos y el conde incluso ha tenido que plantearse vender el
castillo y el bosque que lo rodea. Con toda probabilidad ésta será la última
gran fiesta que organicen allí. ¿Acabará, tal como anuncia la predicción de la
vidente, con un asesinato?”
“…
crecer la fatigaba”
Aquí,
con “El crimen del conde Neville”, Amélie Nothomb, como si se tratase de un
juego narrativo fresco y desenvuelto, construye una novela breve de o en un
guiño al genial Oscar Wilde en su relato “El crimen de Lord Arthur Saville”. Existe,
pues, un encuentro en el argumento de ambas historias, o un reconocimiento de
esta a la de aquel: En una y en otra, a
ambos personajes, Saville y Neville, le pronostican, un vidente, un quiromante,
que van a cometer un asesinato; en ambos, además, el desarrollo de una atroz
obsesión por la funesta predicción; y con estos elementos, se monta una
narrativa de sagaz crítica, una denuncia de la moralidad, o mejor de la
inmoralidad clasista, aristocrática, la de una parte de la sociedad, en este
caso belga, frívola e indecorosa; malvada en el caso de Nothomb al incluir en
la trama a la adolescente Sérieuse, hija del conde Neville, en el extenso
diálogo, casi teatral, entre uno y otra, enmarcado en unas situaciones
intensas, incómodas, expectantes, incrementadas por palabras, reflexiones, por
emociones que atraviesan al lector, y permanecen, entre divertidas y mordaces,
entre dolorosas y trascendentes, inquietantes… hasta alcanzar un final… mejor aquí
lo dejo, en un suspense de si el conde Neville lleva a cabo el crimen predicho,
tras su melodrama perturbador.
“-
La premeditación no se puede ocultar. Nunca se mata igual cuando premeditas.
Nunca resulta más fácil de probar que la premeditación”
Una
novela breve, una fábula quizás, un cuento siempre, poco más de cien páginas, sencilla
pero intensa, compleja, sabia, magnífica en el vínculo entre el realismo y lo
fantástico, entre el humor y el sufrimiento, que rezuma emociones, agudas sensaciones,
por su ingenio, por su sátira, por sus giros desenfrenados e inteligentes, con
todo el rigor de unos diálogos colosales que la hacen muy amena, de lectura trepidante
y corta, pues se espera más… Amélie Nothomb y su magia con las letras.
“…
el insomnio consistía en un prolongado encarcelamiento con tu peor enemigo, que
no es sino la parte maldita de ti mismo. No todo el mundo la tiene: así que no
todo el mundo sabía lo que era el insomnio”
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