“Al
imaginar su muerte, la paz la dejaba vivir un poco más”
Seis
meses después del suceso e investigación criminal relatados en “No soy un
monstruo” (véase http://fjcalv.blogspot.com/2017/12/libros-que-voy-leyendo-no-soy-un.html) la televisiva y aquí excelente escritora de
novela negra, Carme Chaparro, sitúa a la inspectora jefa Ana Arén, sin aplazamiento,
en un nuevo y complejo caso en “La química del odio” (Espasa, 2018). El odio. “El odio es un animal hermoso,
imposible de encerrar, con sed de sangre. El odio se despereza, se extiende y
te atrapa. Se alimenta de tu rabia. Y al final vuelves a odiar. Porque es
fácil. Porque lo necesitas”. Tras la
memorable opera prima “No soy un monstruo”, (Premio Primavera de Novela 2017), parecía
imposible que una nueva entrega, una nueva novela tramada con casi idénticos
mimbres, pudiera superarla. De hecho, confirmando la premisa, esta segunda
historia, de la que en verdad esperaba más, no digo o escribo que me haya
decepcionado, no ha llegado al grado de intriga, interés y composición de su
antecesora. Sea como sea, este relato sí que ha venido a certificar, junto al
anterior, de la garantía y valor de Carme Chaparro en el género negro y alguien
a quien seguir necesariamente.
“La
rabia empezó a alimentar mi odio. El odio tomó el control. Me ha hecho todos
los asesinos que he sido. Y todos a los que he sobrevivido”.
Sinopsis
editorial de “La química del odio”:
“¿QUÉ
HARÍAS SI, TRAS HABER SOBREVIVIDO A LA QUE CREÍSTE QUE ERA LA PRUEBA MÁS DURA
QUE PODÍAS SOPORTAR, EL DESTINO TE LLEVARA OTRA VEZ AL LÍMITE?
Para
la inspectora jefa Ana Arén no hay tregua: después de que resolviera el caso
que prácticamente acabó con ella, debe enfrentarse a un reto endiablado, el
asesinato de una de las mujeres más famosas de España.
Siempre
cuestionada por su superior, al frente de un equipo que aún no confía en ella y
con el foco mediático sobre la investigación, Ana se ve de nuevo ante un crimen
aparentemente irresoluble en el que el tiempo y el pasado se empeñan en jugar
en su contra.
Tras
el éxito de No soy un monstruo, traducida a varias lenguas y que será llevada a
la pantalla, Carme Chaparro se consolida con La química del odio, su segunda
novela, como una de las autoras más interesantes y arriesgadas del thriller en
español.”
“-
Somos el único ser vivo de este planeta que se llega a odiar tanto que es capaz
incluso de devorarse a sí mismo hasta destruirse del todo”
Aunque
no sea justo, resulta difícil obviar la comparación de esta “La química del
odio” con su predecesora “No soy un monstruo”, porque las diferencias,
evidentes, entre otros aspectos, marcan la excepcionalidad de la primera obra y
al reconocido axioma de que “segundas partes nunca fueron buenas” o, en este
caso, por criterio y responsabilidad, mejores. “No
es fácil cuando tu primer libro ha sido uno de los más vendidos, ¿sabes? Tienes
que estar a la altura con el segundo. Tenía una reputación que mantener. Si no,
todo podía irse a la mierda”.
En primer lugar, hay en esta una mayor simplicidad en los personajes; y a lo
que no ayuda la inclusión de un elenco de secundarios que, por su implicación,
por su escaso testimonio, genera cierta confusión o distracción o demora
innecesaria en la narración, no voy a afirmar si de manera premeditada o no por
la autora, quizá para hacer aquella más intrépida y atrayente. Además, entre
los protagonistas principales, a la jefa Ana Arén le sumamos Neri, Joan, Charo,
Laura e incluso con los nuevos, el juez PéBé y la forense Paloma Marco, se da
una semblanza reiterada de puntos de vista que intenta, supongo, tapar o
aminorar el efecto de la información técnica en aspectos de la investigación
criminal; y por otro lado, un ensanchamiento de la historia hacia derroteros
que, al final, crean o incrementan una sensación de vacilación o destiempo y
forzamiento. Un efecto engrosado, llamémosle con estas técnicas dilatorias, al
camuflar la dilucidación del caso o de desviarla, de extender el argumento con
pistas, más o menos relevantes,
hacia límites más o menos superfluos, más o
menos desconcertantes; añadiéndosele los saltos temporales en la existencia de
la protagonista principal, pensamientos, opiniones… extemporáneos al ritmo y
secuencia argumental. Más, y más centrado en el aspecto interpretativo o estilo
narrativo, con esos clichés propios del género, esas cuitas expresivas o
recursos para subir el interés de una historia que verdaderamente no los
necesita, insisto; conforme a esto, no me ha gustado el empleo por la autora de
unas inventivas, de atención dramática, sobre la inminencia de un
acontecimiento importante para el que luego, o en la mayoría de las
situaciones, no termina de revelarse y se aplaza inoportunamente.
“No
quieras a quien puedas perder”
Con
todo, o pese a estas fallas o modos si no inapropiados lo son chirriantes,
formales o descriptivos, pese a lo magnífico de la novela predecesora, también,
“La química del odio” es una novela entretenida, que resuelve muy bien la complejidad
de su argumento entre tantas subtramas, personajes y situaciones, escrita con
agilidad y capacidad, con acierto. Una autora y una obra a tener en cuenta.
“Lo
que de verdad nos mata nos pilla desprevenidos porque está en las pequeñas
cosas del día a día a las que no les damos importancia, esas que ni siquiera
vemos”
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