Me encanta la niebla, más si es imprevista como esta al cruzar el Tajo, por la manera sutil en que se tiende difuminando la realidad, poniendo en duda las formas, trascendiendo los límites, susurrando, estremeciéndome con la inquietud sugerente de si, al retirarse, todo haya cambiado.
* F.J. Calvente
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