Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 17 de diciembre de 2020

"UN LUGAR ROTO"

 


El mundo nos rompe a todos, más después, algunos se vuelven fuertes en los lugares rotos.” Con esta idea de Ernest Hemingway, hoy he vuelto a ver este panorama con los ojos del alma, con los de un instinto inaugural o con los de esta escritura retorcida de sentimiento. Ahí está la imagen para que ahora vosotros seáis partícipes, para que advirtáis a qué se conoce, o qué se siente, por afinidad, raíz, origen, el espejo que descubre quienes no somos y donde nos vemos y sobre todo nos ven día a día los demás con alivio y contento. Vean: Se llama unión, comunión, integración, o solo desleimiento, con esto, con todo. Y para mí, al mismo tiempo, es un espacio liberador, porque aquí, lo demás y malo sobra. Un lugar sorprendente, primario, de hondas y quebradas cañadas, de tajos cósmicos, recluido, en la miscelánea cromática del paso tímido del otoño con sus ocres al invierno con sus hielos, sigiloso. Blancos de cal y sinceros en sosiegos, unos más que otros, los pueblos como puntadas de vértigo: A un lado, y próximo, Parauta, con su inocente asomo; solo un testimonio en el otro lado, inapreciable en la instantánea, de Cartajima, unas casas deslavazadas, al abrigo del laberinto lítico; y al fondo Pujerra, la posibilidad, como un ánade remontando el vuelo de un légamo cárdeno de hojas muertas y turbios rocíos, en un ensayo de las montañas sedientas de aquellos cielos recónditos. Un lugar roto, este valle del Genal, el Alto Genal, pero con las cisuras o fracturas que nos hacen, si no fuertes, valientes por devolver, sin remordimientos, el soborno de la existencia a cambio de indiferencia, molicie, de ruido al silencio, el saldo de la contrariedad, como recurso, para no afectarnos un andar, un desarraigo de solitario sin serlo, y herido, cuando en verdad no sabemos con quién estamos cuando estamos en soledad, cuando es la herida la que nos cura, la que nos salva; de un “quien no te conozca, que te compre”, con las treinta monedas rumorosas en los bolsillos, sí, con la dádiva de una comodidad sin esfuerzos y somnolencia atenta en un mañana que fue ayer. La visión, siempre, de un lugar roto que nos forja, por suerte, fuertes en nuestra fragilidad, grandes donde no imperan los límites. Un paisaje roto, pero no tan roto como el mundo nos rompe a todos. Un horizonte teñido de redención.

 

 

UN LUGAR ROTO

F.J. Calvente ©

 

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