No sé si he sido bueno, malo
seguro que no, o no he tenido consciencia de haberlo sido, no, malo, no. De
cualquier manera, me resulta difícil esta Carta a las Reyes Magos siendo
agnóstico en determinados aspectos y supuestos, y republicano en todos y con
convicción. Con todo, a estas alturas, en serio, o no tanto y como a
continuación se verá, para el día de Reyes, mañana, hoy, me basta con la
ilusión de ver la ilusión en mis íntimos, en mi familia. Sonrisas combadas arriba
y fulgores en los ojos. No podría encontrar, en verdad, mayor felicidad que
esta. Pero como a nadie le amarga un dulce, en este caso un regalo, además del
tópico de la salud, por supuesto, hoy pido como dádiva de reyes, las sonrisas,
risas, esa capacidad de verse al espejo, o sin reflejos, y reírse de uno mismo.
Reírse de uno mismo. Pues ya “los tristes tienen dos motivos para estarlo:
ignoran y desesperan”, como dijo Albert Camus y de quien hoy, ayer, curiosamente
en el aniversario de la absurda muerte del maestro de lo absurdo. Así que, no
sin antes desear a mis próximos y ajenos que me leen y con ello o por esto, por
esto de leerme, ya no son tan extraños, hayan satisfecho sus expectativas y porqué
no caprichos; para que yo retome mi egoísmo en este asunto y legitimado a causa
de que no he sido malo, o no he sido consciente de serlo: pido risas,
carcajadas, guasa sin teléfono, chiste, conmigo y de mí mismo, pero a ser posible
con la barriga llena. 365 días por delante en los que un día sin reír, será un
día perdido. Palabra. Disculpen sus hechiceras majestades, por último, al tocar
lo propio y hasta el año que viene (D.m.): ¡Salud y República!
No hay comentarios:
Publicar un comentario