Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



domingo, 17 de enero de 2021

"DONDE SEA LO QUE NO ES"

 


Todavía hoy al respirar, porque aquí hay que efectuarlo con profundidad, conscientemente, se siente el frío penetrar en las entrañas, hundiendo en su paso, hiriendo de espíritu, o dejando una de esas sensaciones que marcan un estar vivos. Un inhalar de un aire glacial, un estertor de noches y madrugadas gélidas, de esa oleada de nieve que todavía las sombras, las húmedas umbrías, mantienen suyas, se resisten a dejarlas ir, y como en las alturas, donde paradójicamente el sol incide antes, y más. Un sol de luz blanca, por cierto, apático o de un tímido indagar, que se derrama como sin querer por la tierra, en el testimonio ambiguo de sus reflejos de metal, deslumbradores a pesar de todo. Haces, caricias, luz, agrado entre algún que otro escalofrío, como el suave roce de esas nubes que transgreden la tersura del cielo. Aspiras, aspiro. Al respirar, con hondura, sintiendo la sacudida por esos vericuetos interiores, como si así lo verificara por los otros una bebida muy fresca, en tórridos veranos, de sed y sudor, de necesidad, ese placer reconfortante que a veces duele, en los dientes, en el trasiego interno, en un palpitar álgido. Cierro los ojos, no porque el lienzo blanco, o los parches de las últimas nieves, cieguen, no, acaso para retener una añoranza.

 

Y recuerdo. Recuerdo haber leído unas letras…; bueno…, las he leído algunas veces ya, y las que vendrán de seguro, de Jorge Luis Borges, o más bien de este citando a Marcel Proust: “… cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; no se extrañan los sitios, sino los tiempos.” Cita que no era de Marcel Proust, pero la usó, tampoco de Borges, la usó y con aquel, incluso tal vez antes de Schopenhauer, la usó en Parerga y Paralipómena; una frase de frases, cita de citas, que me sugiere inesperadamente, que alambica este pensamiento o lo que sería una impresión con memoria. Indudablemente no voy a refutar a Borges ni a Proust ni a Schopenhauer, ni a…, tienen razón en esto, por supuesto, yo también, y todos los que nos hemos ido y hemos vuelto a un lugar pasado en un tiempo confuso. Sin embargo, en el momento en que he mirado y la he hecho mía, a la frase, o su juicio, he concebido, aquí, en “Las Aguzaderas”, frente al macizo cósmico de Almola, a unas curvas ingrávidas de Cartajima, confinada por la pandemia, la fractura, un matiz al axioma, o el que recoge una interpretación, o un valor, o una excepción que confirma su regla, o un pero… Y es que existen lugares, como este, que siempre se extrañan, que incluso lo hacen cuando estamos en ellos, en los que ni el tiempo, ni la época, ni otro momento, o el instante disfrazado de eternidad, o la eternidad abreviada en un instante, constituyan un testigo o un vértigo para extrañarlos, para recordarlos. No, en este término, no, porque el tiempo deja de ser una brida de la existencia, una contención, o una venda anudada, o una evocación amordazada; aquí el tiempo no transcurre cuando se es conocedor de que no tiene poder, dominio, no impera en un ambiente que lo trasciende, que está por encima de su circunstancia, de su rigidez, de su calculado fluir y carga.

 

Vuelvo a respirar, con calado. Cierro los ojos, retengo la sugestiva imagen de un escenario bello. Y me dejo ir… Suelto lo que me pesa, o lo intento, y acaparo lo que quiero, a mí, a mí en aquello, como un todo. Entonces solo tengo palabras, no aquellas, ni estas otras, o las anteriores, palabras de agradecimiento. Unas gracias que me han llevado a todas estas letras, con sus retumbos y asonancias, y las que Alejandra Pizarnik, muy grande, sintetizó en una sola oración: “Escribes poemas porque necesitas un lugar en donde sea lo que no es”. Ojalá pudiera escribir versos para poder soltarlos, para quererlos, para sentirlos como vahos en esos espejos. Entre tanto, agradezco estar en un lugar que no lo es y donde, solo de esta manera, soy quien no soy. Que no es poco.

 

 

DONDE SEA LO QUE NO ES

© F.J. Calvente

 

 

#LasAguzaderas #Cartajima #ValledelGenal #SerraniadeRonda #CanchaAlmola #Borges #Pizarnik #Nieves #SinTiempo #Respirar

No hay comentarios:

Publicar un comentario