NO quiero terminar el día,
este día del padre, sin aludir a una canción, y ya lo he comentado en alguna
que otra ocasión, que ha significado mucho para mí durante el pasado
otoño-invierno de funesta pandemia, y que ahora, hoy, acoge un significado, un
cobijo todavía esperanzador, y profundo, emotivo: “Junior Dad” (“El Pequeño de
Papá”) del incomprendido álbum “Lulu” de Lou Reed & Metallica. Incluso mi
hija Inés, en su felicitación, ya intuía un retazo de la excepcionalidad, ¿era
fantasía?, del momento cuando acompañó las imágenes de ambos, ella y yo, con un
fragmento de “Dirty Boulevard” de Lou Reed: “I want to fly away/ I want to fly/
Fly, fly away/ I want to fly/ Fly-fly away/ Fly-fly-fly /Fly-fly away (I want
to fly-fly away)… Quiero volar lejos/ Quiero volar/ Vuela, vuela lejos/ Quiero
volar/ Volar-volar lejos/ Volar-volar-volar/ Volar-volar lejos (Quiero volar
lejos)” En estos instantes, después de una cena agradable y en familia reunida,
en casa, en casa,… con un buen tinto para diluir el acecho de cualquier contrariedad,
la que hasta mañana puede esperar, logro responder a la pregunta de la canción:
“Would you come to me/ if I was half drowning? ¿Vendrías a por mí si estuviera
casi ahogándome?” Sí, aquí vendrían a por mí, a sacarme, cuando estuviera “con
un brazo asomando en la última ola.” Gracias.
Aquí estoy...
Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.
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