“Con el tiempo se pierde el ruido de
los días, se vuelve difícil recordar con precisión cómo sonaba la vida cotidiana,
cuál era la idea del silencio -cuál era el repertorio de sonidos que incluía el
ruido blanco: los estornudos, toses, suspiros y bostezos…, los temblores de las
puertas, e incluso las palabras, las frases plenamente articuladas en tonos que
no rivalizan con el silencio. Todo el mundo habla solo, por ejemplo.”
Hace ya unos cuantos
días que terminé la lectura de “Poeta chileno” (Anagrama, 2020) de Alejandro
Zambra; y aunque en estos momentos me encuentre con la reseña de la novela,
o intentándolo, me siento, aún influenciado por la belleza narrativa experimentada,
aún ensimismado con lo que ha sido una infrecuente e íntima confidencia, extraño
con esta referencia, con mi opinión o comentario, porque no sé la manera, no sé
cómo escribir la excelente impresión que me ha deparado; más allá, por
supuesto, de recomendar su lectura y disfrute y que cada cual, cómplice o desconocedor,
extraiga su propia emoción. No en vano, para mí ha sido de las mejores lecturas
en años, y no quiero, con estas líneas apresuradas, y emotivas, emborronar el
privilegio de haber participado en tan espléndido ejercicio literario, “… reacio
a toda forma de diálogo, incluso al diálogo consigo mismo, es decir, a la
escritura”. De regocijarme con el notabilísimo estilo de Alejandro Zambra,
con su voz sosegada, amable, elegante, con la que extrae de la sencillez
cotidiana, la de todos o en la que nos podemos ver todos, con osada sutileza mas
divertida, una tierna caricia y un calorcillo que permanece dentro mucho tiempo
después de haber llegado al final del libro e inmediatamente volver a absorber
su comienzo.
“… y ya no hablaron más durante los diez
o quince minutos de una caminata que no conducía a ninguna parte, porque a
veces se camina simplemente para recibir la purificadora oleada del viento en
la cara.”
SINOPSIS:
“Alejandro Zambra
vuelve en grande a la novela con este magnífico libro sobre familias hechizas,
poetas y poetastros. Una hermosa, desenfadada y seriamente divertida
declaración de amor a la poesía.
Durante buena parte de
esta novela Gonzalo es un poetastro que quiere ser poeta y un padrastro que se
comporta como si fuera el padre biológico de Vicente, un niño adicto a la
comida para gatos que años más tarde se niega a estudiar en la universidad
porque su sueño principal es convertirse –también– en poeta, a pesar de los
consejos de Carla, su orgullosamente solitaria madre, y de León, un padre
mediocre dedicado a coleccionar autitos de juguete.
El poderoso mito de la
poesía chilena –un personaje secundario dice, aludiendo a los veredictos de la
Academia Sueca, que los chilenos son bicampeones mundiales de poesía– es revisitado
y cuestionado por Pru, una periodista gringa que se convierte en testigo
accidental de ese esquivo e intenso mundo de héroes e impostores literarios.
«La verdadera seriedad
es cómica», decía Nicanor Parra, y esta novela sobre poetas que desprecian las
novelas lo demuestra brillantemente.
El laberinto masculino
actual, los trágicos vaivenes del amor, las familias –o familiastras– fugaces,
la omnipresente desconfianza en instituciones y autoridades, el deseo valiente y
obcecado de pertenecer a una comunidad en parte imaginaria, el sentido de
escribir y de leer en un mundo hostil que parece desmoronarse a toda
velocidad... Son muchos los temas que este libro hermoso, contundente y
desenfadado pone encima de la mesa. Autor de obras que se han vuelto emblemáticas,
como Bonsái, Formas de volver a casa, Mis documentos o Facsímil, Alejandro
Zambra regresa en grande a la novela con este libro que lo confirma como una de
las voces fundamentales de la literatura latinoamericana en lo que va de siglo.”
“Vicente piensa que son los poetas y
no los narradores los que deben capturar absolutamente todos los detalles de cada
experiencia vivida, pero no para contarlos, no para vociferarlos en un relato,
sino para inscribirlos, por así decirlo, en su sensibilidad, en su mirada: para
vivirlos, en una palabra.”
Este es un libro que
puede ser un original estudio sobre la paternidad, del amor o el cansancio, de
lo casual o causal, un sorprendente ensayo sobre la poesía o sobre los poetas, o
de novelistas que escriben sobre poetas o del particular mundo de los poetas, “…
un poema es algo que se comienza y solo a veces se termina…”, sobre la
vocación y obligación, la gloria y el fracaso, el fin o el retorno…, de “¿Cómo
es ser poeta en un país donde al parecer lo único bueno es la poesía?”;
pero sobre todo es un libro atrevido, novedoso y esencialmente hermoso.
“-Para mí escribir es una forma de
regresar a un lugar donde nunca estuve y que no conozco…”
“Hubiera sido mejor echarle la culpa a
la poesía, pero habría sido mentira, porque ahí están esos poemas que acabo de
leer, poemas que demuestran que la poesía sí sirve para algo, que las palabras
duelen, vibran, curan, consuelan, repercuten, permanecen.”
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