"La hoya de los
frailes". Un lugar misterioso en un camino misterioso, o este orientado al
misterio o a la magia o a lo inesperado e insólito. Indudable la detención, o
la parada, o una demora en el avance, las pisadas más tardas, incluso permitiendo
que el polvo de la arena del carril que se ha aventado con uno, se asiente con
el otro paso. Despierta el sexto sentido que modula a los otros. Despierta con
el silencio, con la sorpresa a medias de fascinación y espanto, cuando metros
más allá y metros detrás de este significativo llano, prosigue monótono el
habitual concierto campestre del piar de los pájaros, el zumbido de los
insectos y el cómplice murmullo del aire en los árboles, en las matas y entre
las piedras de las bajas empalizadas. El silencio allí palpita como una
afirmación del enigma del espacio, de lo que oculta o de lo que no logra
entenderse, o explicarse, ni siquiera desde la fascinación y la inquietud, con
imaginación o demencia, o percutiendo en el asombro. Un silencio pesado,
implacable, soberbio, que está más allá de las certezas o de lo alcanzable,
poderoso y despreocupado de todos. Un silencio que en sí es enigma o el enigma.
Persistente, guardián del suceso impenetrable, o prólogo a este, o un aviso, y
un jalón, un anuncio arcano, una cruz en el mapa del tesoro, o una memoria y de
la misma manera pronóstico… de las apariciones espectrales, insólitas y religiosas,
caprichosas, de leyendas con huella, de las sutiles luces que vuelan, acosan,
realizan vertiginosas e inconcebibles maniobras, en las que inclusive se intuyen
una intención inteligente de comunicación, advertencia, o una prohibición
escalofriante… Y cuando lo oyes, al silencio, entiendes que hay misterios que
no pueden desentrañarse, explicarse o solucionarse como creemos o nos gustaría que
de tal modo ocurriese; los que no llevan implícitos porqués u otras preguntas o
adhesiones y otros llevaderos entusiasmos; los que solo pueden comprenderse o
acaso insinuarse cuando se es consciente y positivo de que no dependen de
nosotros, al contrario; los que corresponden a un ritmo, a una vibración, a una
expresión, un azogue, por nosotros inclasificables, de la otra realidad, la
otra a la cotidiana y consensuada, del mundo o del universo, de la Tierra o de
la Vida; intrínsecos, especiales, absorbentes. Por esto, misterios ante los que
conseguimos sorprendernos, curiosearlos y, más sustancial, a sentirlos con esa
humildad de quienes asumen su mengua y superación en estos escenarios
extraordinarios.
"Misterio en el camino"
© F.J. Calvente.
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