Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 2 de junio de 2021

"MISTERIO EN EL CAMINO"

 


"La hoya de los frailes". Un lugar misterioso en un camino misterioso, o este orientado al misterio o a la magia o a lo inesperado e insólito. Indudable la detención, o la parada, o una demora en el avance, las pisadas más tardas, incluso permitiendo que el polvo de la arena del carril que se ha aventado con uno, se asiente con el otro paso. Despierta el sexto sentido que modula a los otros. Despierta con el silencio, con la sorpresa a medias de fascinación y espanto, cuando metros más allá y metros detrás de este significativo llano, prosigue monótono el habitual concierto campestre del piar de los pájaros, el zumbido de los insectos y el cómplice murmullo del aire en los árboles, en las matas y entre las piedras de las bajas empalizadas. El silencio allí palpita como una afirmación del enigma del espacio, de lo que oculta o de lo que no logra entenderse, o explicarse, ni siquiera desde la fascinación y la inquietud, con imaginación o demencia, o percutiendo en el asombro. Un silencio pesado, implacable, soberbio, que está más allá de las certezas o de lo alcanzable, poderoso y despreocupado de todos. Un silencio que en sí es enigma o el enigma. Persistente, guardián del suceso impenetrable, o prólogo a este, o un aviso, y un jalón, un anuncio arcano, una cruz en el mapa del tesoro, o una memoria y de la misma manera pronóstico… de las apariciones espectrales, insólitas y religiosas, caprichosas, de leyendas con huella, de las sutiles luces que vuelan, acosan, realizan vertiginosas e inconcebibles maniobras, en las que inclusive se intuyen una intención inteligente de comunicación, advertencia, o una prohibición escalofriante… Y cuando lo oyes, al silencio, entiendes que hay misterios que no pueden desentrañarse, explicarse o solucionarse como creemos o nos gustaría que de tal modo ocurriese; los que no llevan implícitos porqués u otras preguntas o adhesiones y otros llevaderos entusiasmos; los que solo pueden comprenderse o acaso insinuarse cuando se es consciente y positivo de que no dependen de nosotros, al contrario; los que corresponden a un ritmo, a una vibración, a una expresión, un azogue, por nosotros inclasificables, de la otra realidad, la otra a la cotidiana y consensuada, del mundo o del universo, de la Tierra o de la Vida; intrínsecos, especiales, absorbentes. Por esto, misterios ante los que conseguimos sorprendernos, curiosearlos y, más sustancial, a sentirlos con esa humildad de quienes asumen su mengua y superación en estos escenarios extraordinarios.

 

 

"Misterio en el camino"

© F.J. Calvente.

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