Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



domingo, 12 de diciembre de 2021

"AMANECER"

 


No es casual, ni menos baladí, la incongruencia del nombre de esta calle del Barrio San Francisco de Ronda, Amanecer. Con seguridad existe algún misterio recóndito, algún conocimiento ancestral o legendario soterrado, para una vez descartado lo probable, es decir, que la calle no está orientada al este u oriente, ahora en una declinación negativa, por donde amanece o al alba sale el sol, la homérica "Aurora de rosados dedos", sino al norte, existe una imposibilidad, una pulsión acaso mágica que tiene que ser verdadera. Del mismo modo, tampoco es casual ni menos baladí que la vía urbana, con su grotesco cableado aéreo y caótico estacionamiento de vehículos, emboque hacia el límite pétreo de la muralla con sus dos puertas, de Carlos V y especialmente de Almocábar (al cementerio), y en alto con el templo sagrado como un fabuloso faro. En un Barrio donde se personifica la más grande metáfora o arquetipo mítico de la muerte y resurrección del héroe solar, Krishna o Cristo o como se prefiera, la iglesia del Espíritu Santo, o el derrame de la luz divina, se erige en un icono del simbolismo de la luz, en el de un amanecer como promesa de un renacimiento; de la esperanza o la conveniencia de despertar y dejar atrás la oscuridad, la muerte alegórica, para caminar, guiar por la luz de las nuevas oportunidades y confianzas. Amanecer, la curiosa calle.


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