Yo me pregunto, arrastrado
por el descuido de estas absurdas modas, si no desde la más absoluta ignorancia
tal vez por vagas curiosidades de aquí o allá, por esta calor tan propia y luego
tan añorada, o a lo mejor echando el tiempo atrás y por algún que otro desahogo
en forma de resentimiento, me pregunto si con levante o ventolera se pueden
cazar Pokémons con el móvil. Y al no tener una respuesta convincente por eso
pregunto a quienes están más versados a cuanto yo pueda estarlo, insisto que bastante
poco; bisoño de estos dibujos animados japoneses desde que Shin Chan dejó de
tener los pantalones cortos comprados en Cabeza, Doraemon adelgazó a base de
cafés de un bar del centro y de cuyo nombre no quiero acordarme, y las Bolas de
Dragón se las quedó a cuenta del alquiler el Hiper Jaydan en el polígono industrial
(sic).
De acuerdo, seré un carroza,
o simplemente indiferente a recreos tecnológicos importados del Japón; pero me
pregunto y pregunto a aquellos y avezados en estos lúdicos exterminios
virtuales de bichitos empuñando el móvil como si se tratara de una espada Jedi o
el espejo de la mala malísima de Blancanieves, (no es ésta ni menos aquella la
jovencita Laura o una Hitmonchan inaudita) de si es operable esta cacería a
mansalva de muñequitos llamativos y pomposos en días de vendaval, de levantera.
Nacho me insiste en que indague en el Ayuntamiento. No es mala idea. No es mala
idea y contrariamente a mi resquemor por la situación, este que va camino de
convertirse en crónico y no por voluntad mía, conste donde proceda; pues ya uno
no sabe, tras las mudanzas del registro municipal a las redes sociales o quita
de allá esos ojos inquisidores en una reminiscencia de ciertos lacayos
anteriores a la moción. ¡Viva la Srta. Secretaria!, que si se quita a la
abreviatura la “r” la convertimos en santa… y en excusa.
Incluso podría preguntar
a la anterior corregidora cómo los atrapa, en esta ocasión a estos Pokémons, en
su caja o app (curioso el término informático, ¿eh?) de la señorita Pepis
(¿Pandora?) en un mete y saca, “¡quita de
ahí Maricarmen, siempre en medio!”, al compás de cierta y engolada veleidad
contra despechos y rímeles nostálgicos; o a golpe de escobazos de las de plata
de Soliarsa, cuyo gerente no está para estas batidas, y como hace, incansable,
Alberto jaleado por la ahora presidenta del propósito bien avenido sito en
Duquesa Parcent; e inscrito el posible record matarife, y matarile, en el libro
blanco de María José a lo Chansey “dolorosa”, (no confundir con la otra del
campo bermellón, ya amarilleado) declamando con notoriedad, “¡A ver Alberto ese "live
streaming"!”, el censo funerario Pokémon en inapropiada solfa rociera en
las murallas del Carmen; aunque vigilado por Concha con requiebros y hechicerías
o en la piel de Escarlata O'Hara: “A Dios
pongo por testigo… Pero tú eras el primero al que quería mandar al diablo”;
o cegarlos con selfis estilo “morritos” Márquez para luego lapidarlos con
ladrillazos no vayan a pensarse de “El Albercón”, no, de Springfield, por los Simpsons
y por aquello de la competencia animada; o deslumbrados por el destello
metálico de la sonrisa de Toti y rematados con devoción ecuménica por Pepi; o
envenenados con el clorador salino de Carlos; Bernardo persiguiendo a Fernando
en quien ve a un raro Snorlax con casco vikingo en una nueva “sufrida” de
ultrafondo; Álvaro y Paqui se excusan y por tanto no me vale su credo ahora
menos antisistema, al ver éstos un no sé qué taurino y “podemita” y por ello
contrario a estas cazas fachas, seculares e imperialistas; ni Jesús me corresponde
por cierto reparo suyo antropófago; ni les alcanza la indulgencia a los
masacrados Pokémons con las resucitaciones ciudadanas del más grande de los
ediles, en estatura, en cuya sombra desaparecen aquellos y otros y así mismo en
una perspectiva aledaña de no arrojarlos por la cornisa del Tajo; ¿Escucháis a
ese vocero del “periodismo serio”?: “Estas
cacerías de Pokémons suponen un nuevo varapalo para las arcas municipales de
estos socialistas (antes con tránsfugas) comunistas cubanos (“y bolcheviques, antiespañoles,
islamistas, y,y,y… ¡Coño, que me he mordido la lengua…Me envenenooooo!” persiste
en eco maniático el otro y adulterado Marhuenda, Carlos) y... bueno, con la superviviente, con Barriga no me meto vaya usted a
saber, es decir, por si acaso”, escribiría Blas sin aquel Epi y como si
descubriera a un Pokémon de cuatro tréboles asomado de improviso en el carrusel
azaroso de la pantalla de... de la Nintendo. Y ya me voy por las ramas, perdón
Rafa si he causado algún estropicio verde, tampoco será responsabilidad mía,
porque en la copa me encontré un rastro de Arenas de las que se las lleva el
viento del Far West.
Bajo del árbol o del
desparpajo. Seguro me permiten este adorno chistoso, ¿no? A lo que iba, no más.
Vuelvo a inquirir a estos jugadores, cazadores, o lo que sean o se vean en el
universo Pokemon Go, si con estos días, por ejemplo estos muchos días atrás de
fuerte aire, de insoportable levante, casi dos las semanas, hoy, esas
criaturitas niponas de dibujos animados, tantas y de hechuras diversas, tan
pequeñas y frágiles y livianas como parecen ser, aguantarían impávidas estos ventarrones
sin planear como Mewtwo o menear el rabo a lo Raichu Alola o los que lo tengan;
de si logran mantenerse estáticas, rígidas, aquí o allí, en el escrutinio previo
de la imagen virtual de estos encantadores monstruitos, superpuesta sobre la
escena real tras la lente del móvil, y antes de la captura con una Poké Ball o
esos remedos de las canicas de Son Goku.
Y con este desasosiego,
con esta incertidumbre tal vez “manga”, salgo a la calle. Me abofetea para
ratificar mis dudas el céfiro de nombre aquí Levante y allá Terral; y
precisamente con los ojos achinados no en homenaje o alusiones al país del sol
naciente, sino porque aquel, el astro rey, al mediodía, me cegó con su efugio
de 40 quilates o grados, no en vano estamos en agosto, cruzo de mi casa a la
calle y a la acera de enfrente, geográfica y sin desmerecer. Y en esta, en la
esquina de San Francisco de Asís con Gallarda, un cartel de la Tienda de
Trinidad, escrito con tiza. La leyenda que me hizo sopesar, comprender y
maldecir a cuanto de manera absurda, tonta, venía pensando o barruntando. Un
testimonio del que hubiera suscrito hasta el mismo Alfonso donde moderaba en su
bar la arquitectura de lo profano y lo mundano. Indudablemente, aquello que
Miguel Angel había garabateado con esmero en el encerado a doble cara, otra de
sus perlas de una percusión de arte e ingenio, arrancó con la trascendencia de
mi pensamiento, lo diluyó, lo presentó con marcada ignominia, con la frivolidad
o tontería de su expresión.
Tanto me sedujo el cartel
que me dejé llevar por su sinceridad, incluso generosidad, dando por sentado que
a los Pokémons se los había llevado y llevaba el levante; con lo cual, mejor
dejar esos juegos virtuales de monterías urbanas de bichitos para los que no ven,
no distinguen a Charizard de tres en un burro, para dedicarse con toda la
plenitud de los sentidos a lo que aconsejaba la pizarra e insinuaba como una
revelación divina y en despliegue absoluto de los sentidos. Algo así al “Croquemon
Gou” del Colegio Oficial de Tapatólogos (“foodie”) a la búsqueda de la mejor
croqueta de Cádiz. “Aquí no hay Pokemon”.
Unos papelitos de estraza con recortes de jamón, salchichón ibérico, dados de
queso curado, me decidí por unas lonchas de lomo que suspiraban el chorreón a
discreción de aceite de oliva, acompañadas con una cervecita, fresquita, en una
variedad sometida al gusto más exigente, o de un vino de la tierra o de la
Rioja o Ribera del Duero; lugares donde también en sus vides, en sus barricas,
aguardan a los cazadores algún que otro Pokémon, vale, y si son legendarios
mejor. Si gustan…
Cacen, cacen a gusto, con
o sin levante, hoy con viento, que ya yo aquí me afanaré, y les propongo, en
otros placeres sibaritas, o de gourmet, o de yantar, a embutir y tragar con
fruición, en un placer para todos los públicos y economías, sin banquetes
pantagruélicos ni tampoco frugales, no hace falta, solo disfrutar el momento,
tangible y sensorial. “Pakomé” en momentos gratos, con buena compañía, satisfechos
de esta diligencia gastronómica, más que con la de aumentar el contador personal
de esas especies capturadas de cómics orientales. ¡Migue…! ¡Esta ronda la paga
Pikachu!
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